Compartimos un resumen del documento publicado por CLAdeES sobre el conjunto de reformas propuestas por el gobierno argentino a la luz del Evangelio y la Enseñanza social de la Iglesia.
La enseñanza social de la Iglesia (ESI) es parte esencial del Evangelio, no un apéndice.
Una ética basada en el Evangelio pone límites dentro de los cuales son posibles muchas alternativas, la tarea de la política es elegir entre ellas. Dios en su intención de compartir la historia con el hombre, nunca deja disponible una sola opción dentro de la ética y hace al hombre capaz de generar alternativas.
Es válido interrogar desde el Evangelio el paquete de reformas laboral-previsional-fiscal que propone el Gobierno. Un primer principio moral a tener en cuenta es: “el fin no justifica los medios”.
Los medios propuestos son la reducción de haberes y de los derechos de trabajadores activos y pasivos. Podrían ser moralmente válidos si se trata de medidas transitorias en un contexto de grave dificultad del conjunto de la sociedad. Es condición necesaria la justa distribución de los esfuerzos entre todos los habitantes. ¿Cuál es el “esfuerzo extraordinario” que hacen los miembros de otros sectores económicos? La solidaridad, como virtud social, exige la reciprocidad.
La tesis central que pretende justificar estas reformas plantea que el exceso en el nivel de los salarios y derechos laborales sería la causa de la falta de crecimiento y de las crisis de Argentina. Un análisis fundado en el Evangelio, pone a las personas en el centro, entonces debe considerar al menos dos interrogantes:
1- ¿Considerar al salario un costo para la economía en su conjunto, es consistente con la centralidad de la Persona?
2- ¿Cuál gasto es el que desequilibra la economía argentina, el del 70% más pobre que recibe un 40% de los ingresos, o el del 30% más rico que recibe el 60%?
La provisión de trabajo es un elemento esencial del Bien Común. Un trabajo sin condiciones dignas denigra al ser humano. El planteo “empleo vs. condiciones de trabajo” es una extorsión contraria a la moral. Las reformas admisibles éticamente son las que nos alejan de la explotación del hombre y nos acercan a la realidad de comunidad productiva de personas.[1]
Un valor y principio de acción olvidado en estas reformas es la solidaridad. Un fruto de la solidaridad es que la riqueza circula desde quien tiene más hacia quién tiene menos. ¿Cuál es el destino de ahorro que pretende hacer el Gobierno?
La decisión de que las personas de menores ingresos carguen con el mayor costo de cualquier transformación, nunca es una necesidad técnica. Es una decisión política, porque siempre hay una manera de distribuir esos costos de un modo más equitativo que la transferencia unilateral e involuntaria desde esos sectores. En una cultura de fraternidad y comunión se comparten, además de los bienes, las necesidades y las dificultades, de forma que los miembros más débiles de la sociedad resultan protegidos. Lo contrario no es moralmente admisible.
El texto corresponde a un resumen del documento completo publicado por el Centro Latinoamericano de Evangelización Social (CLAdeES)
*El autor es Dr. en Economía y Profesor investigador de la UBA. Máster en Doctrina Social de la Iglesia (U.P. de Salamanca, España). Miembro de CLAdeES Argentina (Centro Latinoamericano de Evangelización Social).
[1] San Juan Pablo II (1991) Carta Encíclica Centesimus Annus, 35 y 42.
Es duro argumentar en este momento; este gobierno de entrada redistribución hacia arriba; es criminal. Es otro golpe a los sectores ya golpeados y está en el ADN del partido gobernante. lo más lamentable es por lo que fuere los votos de legisladores de otras formaciones políticas que supuestamente se identifican con la justicia social. Lo positivo que podemos rescatar es que distintos sectores vamos experimentando un proceso de confluencia más allá de las diferencias.
Gracias Juan Andrés!! Coincido. También me parece que nos equivocamos (colectivamente) al asumir que ciertos valores y principios ya eran parte de la cultura. Todo evoluciona, y hoy nos encontramos con una cultura meritocrática, basada en el dinero y el consumo que genera una moral acorde. Una moral que combina la ley del más fuerte con la identificación de capacidad económica con mérito moral, de modo que quien tiene dinero, debe tener el poder y la posibilidad de hacer lo que quiera. Lo demás es ilegítimo. Por amor a nuestro país, y a todos nuestros hermanos, debemos “salir” a proponer una moral basada en la solidaridad y la fraternidad y, a su vez, desenmascarar esta falsa moral del mérito, que es incapaz de armonizar la convivencia social y menos de lograr la Paz (porque su regla es el todos contra todos, donde los “vencedores” no son molestados por los “perdedores”)
Los valores y principios del liberalismo siempre fueron parte de la cultura en nuestro país. Y no entiendo bien desde que perspectiva se nombra evolución a la meritocracia.
El acento casi exclusivo en la individualidad de cada persona y remarcando unilateralmente su libertad, abrió las puertas a un individualismo exagerado y a una lucha despiadada entre intereses individuales.
Aceptando como fin de la acción humana el egoísmo y subordinándola a conseguir un beneficio, separando toda actividad de la concepción moral. Ignorando que la convivencia social es una fuente necesaria e insustituible para asegurar la realización de toda persona, garantía de justicia y oportunidad de vivir la solidaridad.
Creo que poder reconocer cuántos valores del liberalismo tenemos naturalizados en nuestras categorías mentales, es un primer paso para recrear nuestra mirada encarnando los valores evangélicos. Y poder incidir en la cultura de un modo más activo y creador desde nuestro compromiso cristiano.
Me parece un paso necesario para poder vivir un diálogo fecundo y real
Gracias María Inés!! (conozco varias personas con tu nombre, pero no sé si sos una de ellas). No tome el término evolución en un sentido estrictamente positivo, muchas veces la historia evoluciona con idas y vueltas (como ciertos bailes, un pasito pa´ delante, un pasito para atrás; dos pasitos pa´ delante, un pasito para atrás…). Lo que pretendía argumentar es que muchas veces nosotros pensamos que los otros piensan con categorías que ellos no usan más. Hoy enfrentamos una “moral” generalmente aceptada que no es evangélica; ya no estamos en un mundo donde todas las morales, en general (incluída la del liberalismo) tenían raíces cristianas, aunque luego exageraban algunos aspectos e ignoraban otros. Casi que debemos salir a plantear nuestras opciones desde “cero”, y eso nos cuesta porque, en el fondo, seguimos creyendo que este lado del mundo es occidental y cristiano. Aunque no nos guste, la sociedad capitalista evolucionó en un sistema opuesto al evangelio, que el Papa Francisco llama la Idolatría del Dinero (al menos eso me parece a mi, que puedo estar equivocado)
Cordialmente
Julio Ruiz