¿Cuál es el ideal que un virus no puede suspender?

¿Cuál es el ideal que un virus no puede suspender?

Testimonio – Recordando la pregunta que Chiara Lubich y sus primeras compañeras se hicieron en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes se vieron interpelados en el contexto de la pandemia.

Llevábamos cuatro días de cuarentena y durante una reunión virtual con los amigos con los que compartimos el ideal de la Unidad íbamos compartiendo cómo vivía cada uno este tiempo de aislamiento. Alguno se lamentaba porque tiene el deseo de recibirse en la facultad y no podía ir a la universidad; a otro se le canceló un viaje para ir a visitar a la novia; otro que juega al fútbol obviamente veía como un problema no poder realizar la actividad, y así fue haciendo cada uno.

Nos habíamos propuesto previamente vivir este tiempo no como un paréntesis en nuestra vida, para después volver a la rutina normal, sino tratar de recibir lo que Dios nos regalara en esta situación.

Y al escuchar lo que cada uno sentía les comenté que, salvando las distancias, la situación me hizo recordar la historia cuando Chiara Lubich, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, junto a sus amigas se daban cuenta de que sus deseos y sueños (estudiar, casarse, etc.) no podrían cumplirlos por efectos de la guerra. Y en cierto sentido nosotros estábamos viendo que aquellas cosas que queríamos hacer se nos postergaban. Sentí que era el momento de hacernos la misma pregunta que se hicieron ellas: “¿Cuál es el único ideal que las bombas no pueden destruir?”, que en su versión actual sería: ¿Cuál es el único ideal que el coronavirus no puede suspender?”. Y la respuesta es la misma: Dios. Entonces, ¿por qué no aprovechar y quedarnos con Dios? Si vemos que todo lo demás se cae, todo se suspende, no podemos hacer nada, quizás nos ayude hacer esa elección de Dios.

Particularmente a mí me cuesta porque normalmente entiendo que mi manera de llegar a Dios es haciendo actividades con la gente que me encuentro. Y si no puedo hacer eso, ¿puedo llegar a Dios? Nos comprometimos a eso y vimos que una buena manera de ayudarnos en ese compromiso era comenzar el día juntos, con una comunicación virtual, donde pudiéramos meditar el Evangelio o algún escrito de Chiara, breve, de modo de darnos empuje unos a otros.

Comenzamos a hacerlo entre nuestro grupo pero luego invitamos a otros amigos y amigas con los que no nos “encontramos” semanalmente, también a los focolarinos y a las focolarinas. Y poco a poco el número fue creciendo, también de otras provincias como Mendoza y Tucumán, y transmitimos la idea a los referentes de los diferentes grupos de jóvenes del Movimiento de los Focolares en todo el país. Además, al contarles a algunos amigos de República Dominicana, supimos que allí también comenzaron a hacer algo parecido. Fue una gran alegría.

Por otra parte, la idea de poner un horario (9:30 de la mañana) nos ayudó también a cumplir una rutina que nos ordena, ya que juntos es más fácil respetar ciertos tiempos y aprovechar mejor cada instante del día.

La metodología es muy simple. Nos conectamos, esperamos unos pocos minutos hasta que todos estemos comunicados, leemos algo breve, si alguno quiere comparte cómo está viviendo estos días y a las 10 cortamos. Se convirtió en un espacio muy sencillo al que también se acercaron algunos que hacía tiempo no se estaban juntando con ningún grupo de los jóvenes del Movimento. Es un espacio de mucha libertad pero una herramienta personal y comunitaria para seguir siendo familia en la Obra de María, con el objetivo de vivir “juntos” todos los días ·

Ismael (Buenos Aires)

Otra forma de iniciar el día

En la cuarentena me está costando bastante vivir bien mi momento presente, aceptar la situación que nos toca a todos, sumado a que estoy lejos de mi ciudad (Resistencia) y mi familia.

Me es difícil comenzar las mañanas (que a veces se confunden con las tardes), motivada o con algún mínimo motivo para levantarme de la cama.

Sin embargo, cuando arrancamos con las “meditaciones” me sorprendió que ya la primera que escuchamos reflexionaba exactamente sobre lo que a mí me había costado el día anterior.

Y así como me había pasado en esa ocasión, todos los días por lo menos una de las personas que está conectada cuenta una experiencia o comparte algo que genera en mí otra energía y otra forma de iniciar el día.
Maite (Buenos Aires)

Artículo publicado en la edición Nº 619 de la revista Ciudad Nueva.

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