La ley permite la muerte asistida de enfermos incurables, pero hay casos que no son tan claros como exige la ley. Un tema complejo.
El año pasado, cuatro de cada cien fallecimientos, es decir, algo más de seis mil, en Holanda han sido por eutanasia. Eso ha sido posible por la ley que en 2002 ha permitido practicar la muerte asistida por decisión del paciente. El principio es que la vida no es una obligación para los ciudadanos.
Si en 2002 hubo casi 1.900 casos de muerte asistida, 15 años después, hubo casi 6.100, un fenómeno que sigue creciendo. El año anterior hubo más de 5.500 muertes asistidas. Los casos de aplicación son muy variados y no es necesario ser un enfermo terminal. En uno de los casos, la eutanasia ha sido aplicada a pedido de un paciente alcohólico y depresivo, cuyo médico consideró incurable. De hecho, el episodio no fue transmitido a la fiscalía.
En Holanda, la ley contempla tanto la eutanasia practicada por el médico, como la ayuda al suicidio (el paciente toma una sustancia preparada por el doctor) y la combinación de ambas. Los médicos pueden realizar la objeción de conciencia y rehusarse a aplicar la solicitud del paciente. En la mitad de los casos de eutanasia los médicos rechazan el pedido.
En el 83% de los casos del año pasado, los pacientes sufrían cáncer, morbo de Parkinson, esclerosis múltiple, ELA, o bien eran enfermos de corazón y pulmón. En unos 450 casos, los enfermos padecían demencia en etapa inicial, trastornos psiquiátricos y males propios de la tercera edad. Si bien el 85% de los ciudadanos estaría de acuerdo con la ley que permite la eutanasia, los casos indican que las razones no siempre con claras y al menos en una decena de casos, los requisitos no eran los que establece la norma. La ley exige un paciente seguro y consciente, que pide reiteradamente la muerte ante una dolencia irreversible con dolores insufribles. El galeno, además, deberá consultar a otro colega antes de proceder. ¿Puede incluirse en casos de este tipo el de alcoholismo y depresión o la demencia senil? En uno de los casos, una vez comenzado el procedimiento, la paciente tuvo una reacción de rechazo que el médico consideró instintiva y siguió adelante con la inyección letal que seguía al suministro de un barbitúrico. Hay médicos que luego de procurar la eutanasia viven momentos de angustia. Facilitar la muerte, nunca es un episodio del que salimos indemnes.
La ley ofrece herramientas para cumplir con la solicitud del paciente, pero no ofrece respuestas a la complejidad del problema. ¿Hasta dónde inciden las diferencias sociales? ¿Cómo es el acompañamiento del paciente? ¿Se han hecho todos los esfuerzos posibles para darle una mejor calidad de vida? ¿Qué pasa en un ambiente en el que prevalece individualismo, un clima pesimista y de poca empatía con el enfermo?
No es cuestión de culpar a la legislación holandesa de haber buscado una solución fácil. Pues este terreno no es de soluciones fáciles. Pero sin duda el tema nos invita a considerar si la nuestra es o no una cultura de la vida. Siempre. No sólo ante la enfermedad, sino a partir del clima social en el que vivimos: solidario, amistoso, empático y que cuida y se preocupa por los más desvalidos, los enfermos, los que padecen soledad.