Un grupo de Facebook se convierte en canal de difusión de actos cotidianos que transforman el entorno y reflejan que la humanidad también se fortalece en la adversidad.
“La resiliencia es la capacidad que permite sobreponerse a situaciones de sufrimiento saliendo de ellas fortalecido y en cierta manera transformado”. Esa breve explicación forma parte de una de las publicaciones del administrador del grupo de Facebook “Coronavirus en positivo”, Pablo Loyola, quien pensó en esta iniciativa para poner en luz las diferentes acciones y buenas prácticas de tanta gente que se ha dispuesto en estos tiempos de pandemia a modificar hábitos y estar atenta a los demás, “rompiendo” los límites del encierro. La consecuencia: una lluvia de actos solidarios de personas que reflejan que existe una nueva humanidad.
El invisible enemigo de esta batalla que es el covid-19 seguramente no sabía que se encontraría con un ejército atrincherado que día a día “contraataca” generando notables anticuerpos que permitirán a la sociedad salir a la calle fortalecida, una vez que vayan flexibilizándose las restricciones de la cuarentena.
Si no, basta sumergirse en este pequeño pero potente nudo de la red social para descubrir a personas como Héctor y Liliana Arrieta, de Rosario, quienes en este período “hemos ganado muchos momentos de diálogo profundo”. Además, él cuenta que ahora se dedica a muchas tareas de la casa que antes no hacía: “Ella es la única que sale de casa por ser médica, saliendo temprano por la mañana. Pero es lindo notar su alegría cuando regresa y ve que están resueltas cosas de la casa que antes hacía ella o la persona que nos ayuda con la limpieza”.
El grupo de Facebook también ayuda a amplificar noticias que salen publicadas en otros medios, como la de María Caballero, una maestra del Centro Educativo Rural 303 Antonio Arenales, en Maciel, provincia de Santa Fe. En el sitio de Cadena 3 puede leerse que “una vez por semana, la docente va hasta las casas de sus alumnos, les deja la tarea y a los días la retira para corregirla. Ella vive a 5 kilómetros de la escuela y en auto va recorriendo casa por casa de sus alumnos”. Y ella misma cuenta: “La gente en todos los horarios se comunica con los alumnos. Pero, en el campo, no tenemos internet. La continuidad pedagógica tiene que ser para todos y como yo estoy en el campo, dejo la tarea en papel un lunes o martes y el viernes paso a retirarlas de la tranquera. A veces les mando papel glacé o fibras porque muchas veces ellos no tienen esos materiales. En el caso de la educación rural, siempre tenemos el alma repleta de emoción”.
Por otra parte, el amor de la gente también abre fronteras, incluso cuando están cerradas. Por eso llegan noticias de Paraguay, a 50 km de Asunción, donde Juan De Dios Puerto (foto página 33) relata algunas de las acciones concretas realizadas en este tiempo: “Primero rezar el Rosario y luego ser concreto ayudando en ollas populares junto a otras personas de buena voluntad. Hemos logrado dar de comer un par de veces a más de 300 personas y también una merienda en un asentamiento humilde para 100 niños”.
Pero su generosidad no termina allí. “Tenemos una escuela en Asunción que en este momento está cerrada por la pandemia. Nos enteramos de que a una familia de Venezuela la desalojaron justo estos días (papá, mamá y dos niñas de 12 y 8 años) y quedaron en la calle. Desde aquí dimos instrucciones para que dispusieran de un aula como casa provisoria hasta que pase todo esto y pueda hacerse algo más concreto por ellos”.
En este contexto, además, muchos son los que se han topado con algo más de tiempo y la posibilidad de realizar las tareas de cuidado y mantenimiento en el hogar. Es el caso de Osvaldo, de La Plata, que se convirtió en “el jardinero del barrio”. Él mismo cuenta: “En la cuadra de mi casa Antonio corta el pasto a los vecinos. Cuando viene corta varios frentes al mismo tiempo, dado que todos somos sus clientes. Obviamente, por la cuarentena, no pudo venir más. Así que fue la oportunidad de ir al galpón de mi casa y poner a punto la vieja máquina de cortar pasto”.
Con el césped crecido y “entusiasmado –relata–, arranqué cortando el pasto, les corté a los frentes de los vecinos como si fuese Antonio y cuando empezaron a escuchar el ruido de la máquina, se asomaron”.
Las consecuencias fueron inmediatas: “Agradecidos, pudimos conversar entre nosotros manteniendo la distancia. Fue el momento de proponer que se le continuase pagando a Antonio por estas semanas que no podía venir. Él vive de eso. Así quedamos, incluyendo alguno que tal vez no lo había pensado o que no le convencía mucho la idea”.
Y continuaron las semanas siguientes: “Así, los vecinos han salido con sus máquinas de cortar pasto. Cuando lo hacen, ya no se fijan en los límites de ‘su propiedad’ sino que cortan hasta donde les dé el cable o avisan para que otro lo complete. Y ahora que pasó ya un mes desde que empezó todo esto, Antonio pudo cobrar algo de unos ingresos que seguramente le vinieron muy pero muy bien”.
En tanto, la vida con los vecinos también se convierte en una gran oportunidad. Como relata Jorgelina Demaría desde la Patagonia: “Con nuestros vecinos del fondo de casa siempre hubo muy buena relación. Uno de ellos toca instrumentos y hace unos días se lo escuchaba cantar muy bajito en un rincón del patio. Como nosotros con mi marido estábamos trabajando también en nuestro patio, se estableció un lindo diálogo (paredón de por medio) que derivó en canciones cantadas juntos y aplausos compartidos. Durante varios días cada tardecita estuvimos cantando juntos, buscábamos canciones que supiéramos todos. Lo más lindo es que se fueron sumando otros vecinos de patios contiguos, que tienen niños chicos. Uno de esos días terminamos el ‘mini recital’ con zamba de mi esperanza”.
Día a día leemos, escuchamos y percibimos con dolor que el virus avanza y acrecienta su amenaza. Pero también estamos seguros de que en la misma medida se fortalece el cuerpo de esta humanidad, que no solo respira, sino que actúa con el mejor anticuerpo: el amor que nada lo vence.
Artículo publicado en la edición Nº 619 de la revista Ciudad Nueva.