Hasta enero, el Gobierno y el ELN aplicarán un cese del fuego bilateral, pero no faltan violaciones del acuerdo. La necesidad de poner fin al conflicto.
¿Avanza el proceso de paz entre el Gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)? La pregunta es obligatoria pues no se notan muchos resultados concretos, pese a que hayan transcurrido meses de negociaciones y se haya conseguido un cese del fuego bilateral, que ha reducido en modo inédito el nivel de enfrentamiento armado.
La pregunta tiene cabida también luego de la muerte de un líder indígena asesinado por efectivos del ELN. Mientras las partes negocian en una mesa de diálogo instalada en Quito, este hecho que se intentó ocultar pone un interrogante al proceso junto con los escasos avances.
Para el Alto Comisionado para la Paz, organismo gubernamental que visiona el proceso, el homicidio es “una clara violación al acuerdo de cese al fuego” e instó al frente de guerra occidental que detenga la violencia contra la población civil en ese departamento, el de Chocó.
El cese del fuego, está siendo monitoreado por la ONU y por la Iglesia católica, que, en oportunidad de la visita del Papa Francisco, en setiembre, aseguró su apoyo a la búsqueda de la paz. Pero está claro que no es fácil avanzar en la negociación con el grupo que sigue una organización cuya ideología se alimenta del principios marxistas y cristianos, cuya estructura es menos jerárquica y menos controlable que la de las FARC.
Si bien, en sustancia la violencia ha bajado notablemente, también es cierto que las acciones del ELN ocurren en la clandestinidad. El gran desafío es el de superar la idea de que se reduzca la violencia, sino que cese por completo, pues nadie tendrá algo que ganar si el conflicto sigue.