El martes 9 de noviembre de 1948 nacía en Salta, Carlos Loiseau, dibujante, historietista, el bendito Caloi.
Este bellísimo tema de la Pengüin Cafe Orchestra que suena de fondo, nos remite de inmediato a la tarde noche de algún sábado de los 90’ en ATC, al universo de Caloi en su tinta, ciclo pergeñado durante un viaje.
Decía su creador: “Estaba en Luca que es una ciudad italiana, donde se hacía un festival muy importante de humor gráfico e historieta. Aquel año se agregaba por primera vez, la categoría de películas de animación. Un día embolados de recorrer Luca, ciudad linda pero muy chiquita, nos metimos en el cine a ver estos dibujos animados y me encontré con imágenes de una película que se llama “El señor Pascal”. Ahí nomás, se me ocurrió que ese era un lenguaje muy cercano al que uno hace en el humor gráfico, y pensé sería interesante traerlo a la Argentina. Fue una idea que quedó ahí flotando porque acá no se conocían las películas de animación de autor”.
La película en la que se basó Caloi era la de una conocida realizadora pakistaní britanica, responsable de la animación de Submarino Amarillo, película de Los Beatles.
El equipo de Caloi en su tinta, incluía al dibujante, a su esposa, y tres prestigiosos especialistas en cine, quienes elaboraban tremendos guiones, que luego expondría Caloi, sentado amablemente frente a un tablero de dibujo, apareciendo dentro de un cuadro de animación, relacionando el corto con alguna otra obra del mundo de las artes plásticas.
Este vínculo, sumado a la difusión de infinidad de autores desconocidos por estos lares, hizo que Caloi en su tinta fuese algo así como una escuela de animación, y también fue la puerta, para que infinidad de espectadores aprendieran a disfrutar de la vida con estas pequeñas grandes obras de arte.
Formaba parte del equipo María Verónica Ramírez (1957), co-creadora del programa y responsable de la dirección y producción general del mismo. Cuando Caloi y Ramírez definieron que la idea se realizaría en formato televisivo, empezaron a buscar el material fílmico para darle contenido al programa. Ahí ingresó Fernando Martín Peña en el rol de asistente de producción. Según recuerda, “los Caloi”(Carlos y Verónica) tomaron contacto por separado con Daniel “Paraná” Sendrós, Víctor Iturralde Rua y Salvador Sammaritano. Por aquel entonces (1989) Peña era alumno de Iturralde en la carrera de artes combinadas de la UBA. “Los Caloi” asistieron a una clase de Iturralde donde se exhibirían animaciones, y aprovecharon la oportunidad de “arrinconar” a Peña y convencerlo con la idea del programa.
Según Fernando Martín Peña “… María Verónica y Caloi eran totalmente complementarios, ella era la de armas tomar para que las cosas resulten…”
Iturralde y Sendrós colaboraban con Peña en la elaboración del guión de su bloque: “Con Iturralde, Sendrós, Caloi y María Verónica nos juntábamos en la casa de ellos, en reuniones de amigos, para elaborar el programa. Fue una experiencia muy feliz. Yo me pasé todos esos años sin sábados, vivía dentro del canal.” Cada programa se grababa en una jornada: por las mañanas Peña transcribía a video las películas en 16mm que se incluirían en el programa; por la tarde luego del almuerzo grababan las participaciones de Caloi; y a la noche realizaban la postproducción.
A fin de cubrir la programación, el equipo de producción del programa solicitaba material fílmico a las representaciones culturales extranjeras en Argentina: “Rastreamos en las embajadas, pero no sabíamos si íbamos a tener material para más de dos meses… Al principio era muy difícil conseguir el material”.
Un dato a considerar es que la caída del Muro de Berlín, ocurrido el 9 de noviembre de 1989, el hecho impactó en forma negativa a los objetivos de Caloi en su Tinta: muchas de las productoras de los países de la “cortina de hierro”, que sostenían una gran tradición de animación con financiamiento estatal, perdieron ese apoyo en la nueva situación sociopolítica. Por ende, las copias (generalmente en 16mm) que las embajadas recibían para organizar exhibiciones también empezaron a hacerse menos frecuentes.
Desde 1991 María Verónica y Caloi comenzaron a asistir a los distintos festivales internacionales de animación (Annecy, Ottawa, etc.) para ver nuevo material animado. La coyuntura económica de la época con la Ley de Convertibilidad de 1991 establecía la paridad 1 peso = 1 dólar, lo que valorizaba a la moneda argentina en el extranjero y permitía a los Caloi adquirir los derechos de exhibición para televisión de animaciones consagradas en los más prestigiosos festivales del mundo.
Uno de los rasgos característicos de Caloi en su Tinta es que cada uno de los programas se pensaba como una obra en sí misma, con un universo propio y particular que tuviera relación con las animaciones que se proyectaban. Acota Fernando Martín Peña: “Los primeros programas fueron de tanteo, y a medida que se hacían se fue haciendo todo más dinámico. Caloi era un tipo de creatividad permanente y cuando empezó a relacionar la obra pictórica con el corto, ahí no hubo vuelta atrás”.
Esa relación fue verdaderamente un hallazgo del programa, y determinó un estilo que lo definió y se mantuvo durante todas las temporadas. Las apariciones de Caloi estaban tan bien integradas a los cortos de animación que ofrecía, que se hubiera dicho que él personalmente formaba parte de ese mundo de fantasía, que era un dichoso habitante de la línea, los colores, las ideas, las texturas, los efectos sonoros… (Caíno, 2012)
El programa jugaba contínuamente entre el mundo de lo sublime – las estupendas animaciones que lo integraban – y el mundo de lo banal, mediatizado a través de la impronta de “muchacho de barrio” dada por los guiones y la performance de Caloi en la conducción.
Caloi no era absurdo, pese al título de este libro. Esta obra se publicó en 2014, tiempo después de su fallecimiento. Lo prologa otro gran artista: el valioso Quino.
A la distancia celebramos su cumple, y el afán por compartir!