Al presidente de Brasil le molesta que el centro nacional de investigación espacial señale al mundo la destrucción de 6 mil km2 de Amazonia.
Una de las conclusiones a las que han llegado ciertos líderes políticos es que si la realidad contradice el relato que se pretende imponer, es posible cambiar la realidad alterando los datos que ésta presenta en beneficio de la propia versión de los mismos. En tiempos de post verdades y de fake news (noticias falsas) parece ser un método válido. Donald Trump aplica este criterio a rajatabla, convencido de que el mundo en el que la gente vive es el de las redes sociales. El italiano Matteo Salvini, co jefe de gobierno y ministro de interiores, lo hace siguiendo su ejemplo explicando a sus votantes cosas diferentes a lo que dice la ley y la constitución. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, también comulga con esta visión y para ello ha construido la base que lo ha votado a partir de las redes sociales, donde es más fácil generar sensaciones, percepciones y provocar apoyos amañando la realidad.
Al mandatario brasileño le molesta terriblemente que los datos científicos recabados por mediciones satelitales indiquen que se está incrementando la deforestación de la Amazonia durante su gestión. El pulmón del mundo ha perdido en un año casi 6 mil kilómetros cuadrados de selva, un 40% más que el año anterior. Pero para el presidente y su entorno lo alarmante no es que eso haya ocurrido, sino que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) divulgue el dato con transparencia. La Academia Brasileña de Ciencias y la Academia Brasileña para el Avance de la Ciencia defienden abiertamente el trabajo del INPE, cuya transparencia permite las evaluaciones de la comunidad usuaria y académica sobre la Amazonia, un bien que no puede ser considerado solo nacional por el rol que desarrolla en el clima planetario la selva amazónica.
Bolsonaro y su equipo no tienen satélites que les digan otra cosa, pero igualmente afirman que eso no es posible y que, en todo caso, “los trapos sucios se lavan en familia” como llegó a sugerir uno de sus ministros ex militar. Es de suponer que la verticalidad de mando castrense reflejaría mejor el “patriotismo” que se pretende imponer al INPE, no dando a conocer al mundo información tan alarmante como preocupante. No será raro que quede removido el director del INPE.
El tema de fondo es que el presidente de Brasil ha guiñado un ojo en más de una oportunidad a la agroindustria que mira con desinterés al cambio climático y saca número con el precio de los commodity de los productos del agro. A tal punto llega la sintonía entre el presidente y este sector de la industria, que su gobierno está haciendo de todo por remover una de las trabas al avance de los terratenientes dispuestos a explotar la Amazonia: las comunidades indígenas. Su tentativa de trasladar la competencia sobre la demarcación de tierras indígenas de la Fundación Nacional del Indio al ministerio de Agricultura, bien domesticado sobre la ideología de Bolsonaro, es una muestra de ello. La Corte Suprema le ha procurado otro disgusto al respecto, confirmando que es competente la Fundación que defiende los derechos indígenas.
Mientras tanto, el presidente y su gobierno siguen con su idea de modificar la realidad, apelando a lo que sea para justificar su intento de domesticar el relato. Mientras tanto, la realidad nos manda noticias por intermedio del cambio climático que azota Europa con una ola de calor histórica, mientras 3 millones de hectáreas de bosques del círculo polar ártico son arrasadas por incendios. La soberanía nacional en todo esto no tiene nada que ver, pues el clima no conocer fronteras y la intervención además de local debe ser global. Pero la culpa es del director del INPE al que hay que despedir. Relato gana a realidad por uno a cero.
Como dice Isaías ¡Ay de los que dicen verdad la mentira!