El conjunto xeneize se consagró por segunda vez consecutiva luego de empatar 2 a 2 con Gimnasia y Esgrima La Plata.
Como venía siendo el andar de Boca durante la segunda mitad de 2017 y comienzo de 2018 todo parecía prever que el bicampeonato llegaría con mucha antelación. Si bien su nivel de juego nunca llegó a ser digno de admiración, el desempeño irregular de la mayoría de sus rivales permitió a Boca sacar una amplia ventaja de puntos que le daba gran tranquilidad hacia el futuro.
Sin embargo, con el comienzo de la Copa Libertadores, la doble competencia empezó a pesarle al equipo dirigido por Guillermo Barros Schelotto. Sumado a las lesiones de algunas piezas clave, los tropiezos se repitieron y las distancias con sus perseguidores se achicaron, sobre todo con Godoy Cruz de Mendoza que, fruto de una seguidilla de triunfos, logró generar cierta incertidumbre al desenlace de la Superliga.
Por eso la definición se extendió hasta ayer, cuando Gimnasia y Boca jugaron el partido postergado 10 días antes por la lluvia. Mucho se habló en ese momento de los manejos de la dirigencia xeneize, ya que el campo de juego estaba en perfectas condiciones para disputar el encuentro, pero el conjunto de la Ribera quería estar en plenitud para el partido clave por la Copa Libertadores ante Junior, la semana pasada.
El ritmo del partido y la entrega de Gimnasia, que intentó hasta último momento quedarse con la victoria, echan por tierra los comentarios que aseguraban que todo estaba arreglado para un empate.
Descontando la alegría que este nuevo título genera en la parcialidad boquense, la desaparición de aquellas especulaciones quizás sea la noticia más importante en un fútbol cada vez más sospechado y que, por acción y omisión de sus dirigentes, semana a semana va perdiendo mayor credibilidad.
Boca es un justo campeón que, aun sin brillar, se ha acostumbrado a mirar a todos desde arriba. Ahora tiene que conseguir la clasificación a los octavos de final de la Libertadores la semana próxima…pero esa será otra historia.