Lo afirma en el mensaje difundido en vista de la Jornada Mundial de los migrantes y refugiados que se celebrará en enero.
En vista de la 104º Jornada Mundial de los emigrantes y refugiados que se celebrará el 14 de enero del año que viene, el Papa Francisco preparó un mensaje en el que subraya el valor de “acoger” y “proteger” a migrantes y refugiados. Francisco destaca en el texto que esas tareas deben estar acompañada por la promoción y la integración de los extranjeros que se incorporan a la comunidad que los recibe.
En el documento, con fecha del 15 de agosto, el Papa recuerda su preocupación por la realidad de migrantes y refugiados desde el comienzo de pontificado, ante la realidad de “tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza”.
Para Francisco se trata de un ‘signo de los tiempos’, es decir, un hecho que caracteriza nuestra época y que nos desafía y propone, además, que en 2018 la ONU apruebe los puntos del Pacto Global dedicados a los refugiados y a los emigrantes. La invitación papal llega a autoridades pero también a cada persona siguiendo, de acuerdo a las posibilidades y responsabilidad de cada uno, la lógica de “acoger, proteger, promover e integrar”.
En materia de acoger a los que buscan mejores oportunidades o huyen de su país el Papa pide incrementar y simplificar la concesión de visas por motivos humanitarios y por reunificación familiar; más corredores humanitarios; evitar las expulsiones colectivas y arbitrarias de emigrantes y refugiados, en particular hacia países que no respetan la dignidad ni los derechos fundamentales. Para Jorge Mario Bergoglio, proteger implica una tarea que comienza en la patria del migrante y sigue en el país de inmigración. Para ello recuerda la Convención internacional sobre los derechos del niño, que ofrece una base jurídica universal los emigrantes menores de edad. Y pide evitar crear personas apátridas gracias a “leyes relativas a la nacionalidad” de acuerdo con el “derecho internacional”.
El Santo Padre señala que todos los emigrantes y refugiados deben tener la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones, y que se respete “la dimensión religiosa” garantizando “la libertad de profesar y practicar su propia fe”. Eso implica por tanto tareas de promoción.
El tema quizás más delicado es el de la integración. Frecuentemente, ciertos fenómenos de violencia extremista, se han gestado en el marco de diferentes modelos de integración que no siempre han favorecido una convivencia armónica entre ciudadanos del país de adopción y migrantes. Sin referirse a casos concretos, al respecto, el documento destaca que la integración no es “una asimilación, que induce a suprimir o a olvidar la propia identidad cultural”. Y reitera el compromiso de la Iglesia en esta materia.
El Papa concluye el documento confiando esta problemática a la intercesión de la Virgen María, quien conoció – según el relato evangélico – la dureza del exilio, con el deseo que aprendamos todos el mandamiento divino de “a amar al otro, al extranjero, como a nosotros mismos”.