Los nombres marcan a las personas.
Este fue el caso de Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, quien desde su nacimiento acaecido el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay, vivió signado hacia la escritura. Quizá por obra y designio de sus padres, quizá por evocar la inmortal obra de Shakespeare en el cuarto de sus cinco nombres. Qui lo sa …
Su abuelo fue enólogo. A esta profesión, su padre sumó la de farmacéutico.
De 1938 a 1941 Mario trabajó en Buenos Aires, y solía ir a descansar y disfrutar de la Plaza San Martín, donde disfrutaba de la poesía. Comenzó su carrera literaria publicando este género, pero pronto se dedicó al cuento y a la novela.
En sus relatos describió paisajes y situaciones realistas y criticó la postura hipócrita de la clase media a la que junto a su familia pertenecía. En 1959 aparecieron las historias urbanas en la colección de cuentos “Montevideanos” (1959), obra que remite a “Dublinenses” de James Joyce. Benedetti tenía una mirada sorprendida de la vida social de la ciudad y se convirtió en el narrador de la burguesía de la capital uruguaya.
Pronto sus obras se convirtieron en éxitos de ventas en Uruguay, y para la década de 1960 su nombre se había extendido por toda América Latina. Viaja a Nueva York con una beca, y de allí al resto del mundo. Se instala en Cuba primero (1976), y más tarde en Madrid (1983). Por aquel entonces, su obra ya había cobrado un tinta mas político. Regresa al Uruguay en 1985 y publica “Despistes y franquezas” (1989) y “La borra del café” (1992).
Supo acercar a la lectura a una parte de la sociedad que no consumía literatura.
A un siglo de su nacimiento perdura con muchas de sus obras, que hasta fueron hechas canción. Compartimos la presentación del libro «Mario Benedetti, Antología poética», que ha recopilado Joan Manuel Serrat y se ha presentado en este lunes tan benedittiano.
