Año a año decenas de jóvenes eligen vivir una experiencia que termina siendo revolucionaria para sus vidas. Ninguno sale de la Ciudadela igual que como ingresó.
Por Belén Ehrman
Fue así como comencé a pensar y buscar entre los recovecos de mi alma y la memoria de mi corazón aquel momento que cambió mi vida, que hizo que el día de hoy me encuentre aquí escribiendo las palabras de mi corazón y que despertó en mí el día que me animé a emprender el viaje de mi propia búsqueda. La Mariápolis fue como mi segundo hogar, en donde podía Ser y Estar, aunque eso no hubiera podido concretarse si yo no conocía mi verdadero Ser.
A los 18 años tenía mi vida planeada, pero no sentía felicidad plena. Comencé a preguntarme cuál era el sentido de tener una vida planificada si uno no era feliz. La respuesta estaba en que algo de ese plan perfecto me faltaba, y eso era saber quién soy, me faltaba descubrir mi identidad.
Desde el momento en que respiramos por primera vez estamos predestinados a algo grande, podemos desviarnos del camino correcto, pero uno siempre vuelve a donde está su corazón. Buscamos eternamente la libertad pero con miedo a ella. Nos sentimos cómodos, protegidos, en nuestra zona de confort, pero si no nos arriesgamos… ¿Qué tan libres somos si no nos animamos a descubrir nuestra propia identidad? Llega un punto donde nuestra alma pide a gritos ser libre y animarse a equivocarse si la meta es encontrarse.
Estoy estudiando Derecho, aunque muchas veces me pregunté el porqué. Con el tiempo entendí que elegí esa carrera para defender mi historia y poner en acción mi granito de arena para construir un mundo mejor, ya que desde chica sufrí mucha violencia psicológica, y siempre me decían que mis palabras no importaban, que no tenían sentido. Comencé a callarme todo lo que sentía, lo que quería decir y básicamente guardarme todolo que era, sin animarme a ser realmente yo. Hasta sentía que mi presencia molestaba en cada lugar donde iba.
Dicen que toda gran aventura comienza con animarse a decir sí, y fue así como el año pasado comencé una aventura que cambiaría mi vida, daría vuelta mi mundo, me destruiría y me armaría de nuevo; una experiencia que se mantendrá viva en mí. Decidí dar una vuelta a mi mundo e irme a la Mariápolis Lía, ese lugar que tanto conocía pero tan ajeno sentía. Nací con su ley tatuada en mi corazón: amar sin medidas ni fronteras. Pero ponerlo en práctica era todo un desafío. No obstante, con la compañía de varios corazones que luchaban por un mundo más unido lo hacía más fácil y más bello cada día. Mi sí se hizo notar un 7 de febrero de 2019 cuando crucé por la tranquera tímida y sin animarme a mostrarme como soy. Me di cuenta de la importancia de un otro. Aprendí que uno elige a los amigos porque su alma encuentra en el alma del otro algo que llama la atención; y cuando decide compartirlo, cuando uno habla con el otro, se forma un lazo. Entonces parte del alma de cada uno vivirá entrelazada con el otro.
Tuve la suerte de cruzarme con personas que se tomarían el atrevimiento de sacar cada capa de mi ser, animándose a conocerme. Comenzaron a darme mucho amor cada día, a pesar de no estar acostumbrada a esto. Al principio me daba miedo, porque no entendía eso que se encendía dentro de mí, no entendía esos latidos llenos de alegría. Me parecía extraño que la gente me diera abrazos, me regalara sonrisas, quisiera escucharme; pero sobre todo me parecía raro que alguien perfectamente desconocido moviera cielo y tierra para generarme mil sonrisas cuando todo estaba mal y sin sentido. Me parecía extraña esta manera impulsiva de amar sin medidas y comencé a darme cuenta de que decir un “te quiero”, o dar un abrazo estaba bien. Sobre todo comprendí que siempre es mejor de a dos, que el dolor se hace más liviano.
Comencé a soltarme, sonreír y sobre todo a sacar aquello que tenía callado durante años en simples renglones con palabras, que sin saber serían mi futuro libro.
Un 9 de enero de 2020 salí por la misma tranquera con un cambio rotundo en mi vida, siendo la combinación perfecta entre lo que fui, lo que soy y lo que quería ser. Entendí que el amor cambia la vida de las personas y que nuestro pasado construye quién somos ahora. Tropecé muchas veces pero siempre me levantaron con la compañía de un abrazo y mucho amor, porque a veces solo hay que cambiar la perspectiva y seguir buscando. Entré sin saber quién era y me fui con parte de mi identidad construida, y otra por construir. Entendí que la identidad de cualquier ser humano es el amor, porque es la raíz de cualquier sentimiento y acción; somos los que somos por el amor arraigado dentro de nosotros.
Para finalizar, quisiera compartirles un escrito especial que hice el año pasado sobre la identidad, haciendo referencia a la tranquera de entrada de la Mariápolis: “La tranquera, un lugar importante y especial para nosotros, los que decidimos entregar todo y hacer la experiencia. Y fue así como el regalo de Dios nos cruzó en un mismo camino por recorrer, donde aprendí que la tranquera significa tanto un Bienvenido como un Adiós y ¡gracias por coincidir!; aprendí que es un lugar donde no salís igual que como entraste, aprendí lo que en verdad significa ver esos regalos de Dios, esos atardeceres distintos que expresan cómo te sentís cada día, te enseñan que al final del día siempre sale el sol, que hace dejarte sorprender por el futuro, quemar tu pasado y simplemente vivir en el presente, con atardeceres con colores de paleta de pintor, plumas de libertad para los escritores, melodías para los músicos y escenarios para los perseguidores de belleza, con la compañía de un mate, un hermano del mundo y ese abrazo que necesitás, te regala el descargarte y recomenzar, te regala relaciones de hermandad eternas compartiendo las mismas dudas y el idioma universal del amor. Este lugar tiene como esencia la magia de la eternidad, te llena de esperanzas, siendo un pequeño paraíso en la tierra. Deseo que cada uno pueda vivir esta magia a su manera y encuentren ese sentimiento de felicidad más grande en sus vidas, algo que es superior a vos, que cuesta casi toda una vida o unos minutos encontrar… tu IDENTIDAD”.
Artículo publicado en la edición Nº 626 de la revista Ciudad Nueva.