El martes 17 de marzo de 1992 empezó como una jornada más en la ciudad de Buenos Aires. Era un día soleado, con un verano que se despedía. Clarín en su tapa aludía al paro del Ferrocarril Roca, al espectáculo de ballet que Julio Bocca y Eleonora Cassano habían brindado la noche anterior en el Monumento a los españoles en los bosques de Palermo.
Todo eso se hizo añicos a las 14:42, cuando una F-100 explotó en la esquina de Arroyo y Suipacha, a metros de la Embajada de Israel.
Fue el primer atentado terrorista internacional en Argentina. La explosión voló la embajada y causó daños considerables en el vecindario. Este aborrecible acto masacró a 22 personas. El coche-bomba se llevó a gente que trabajaba en la embajada, un sacerdote de una parroquia cercana, albañiles, conductores y peatones e hirió a otros 242 seres humanos.
El ataque fue perpetrado por un grupo terrorista de la agrupación Hezbolá, partido político fundado en el Líbano, según lo probara la Corte Suprema en diciembre de 1999.
Itzhak Shefi era el embajador de Israel en Argentina, le quedaban pocos meses para concluir su gestión. “Estaba por finalizar mi misión diplomática en Argentina; una misión importante para una comunidad importante y en un país importante. El cambio de embajadores debería realizarse entre julio y agosto”, relató desde Jerusalén.
“Hoy, como siempre, recorro mentalmente cada uno de los espacios y recuerdo muchas caras. Hoy, como siempre, inclino mi cabeza por todos los que perdimos, por la falta de Justicia y Verdad al no tener entre rejas ni a culpables ni responsables y me sumo a la cadena de ‘presente’ ”, expresó.
Para el ex embajador israelí, el 17 de marzo es lo que para el judío piadoso el Tish’a Be”Av: “En esta fecha los judíos piadosos ayunan y levantan plegarias recordando la destrucción del Templo. Para mí este día significa la destrucción de mi Templo, este Templo que se convirtió en Arroyo de lágrimas y sangre”.
Cierra su mensaje con una invitación a la sociedad y la justicia argentina: “Para el judaísmo, Justicia y Derecho son sinónimos. Toca ahora la difícil misión de cumplir con el compromiso hacia las víctimas”.