El tenista que brilló a desde los 90’ tempranos hasta 2006, cumplió 50 años el miércoles 29 de abril. Dejó una profunda huella con su particular estilo en las canchas de tenis: conquistó los cuatro torneos de Grand Slam, y el Masters, obtuvo tres veces la Copa Davis y se llevó el oro olímpico en los juegos de Atlanta en 1996.
Su carrera fue singular, así lo evidenció en su autobiografía Open (2009), arrancando en las primeras páginas con declaraciones como esta: “Juego al tenis para ganarme la vida, aunque al tenis lo detesto con una oscura y secreta pasión, y siempre lo he detestado“.
André Agassi nació el 29 de abril de 1970 en Las Vegas. Fue el menor de los cuatro hijos de “Mike” Agassi, un boxeador olímpico de antepasados armenios. Su padre no quiso que el “Benjamín” se dedicara a los puños, pero sí a los golpes: por eso sugirió el tenis.
Le regaló una raqueta con la que André devolvía cerca de 2500 pelotas que le disparaba una máquina lanza bolas modificada por su padre para responder de un modo mas exigente los tiros en una cancha construida en el patio de la casa.
Así fueron los inicios con los que Agassi comenzaría a forjar par de golpes clásicos: su devolución y el revés a dos manos, del memorable y agresivos estilo de Agassi, parte de su marca registrada. El entrenador Nick Bollettieri lo recibió en su academia de Florida. A los 16 años jugó su primer torneo oficial y en el segundo ya llegó a la final. Ya era un rookie y al cabo de su primera temporada estaba dentro de los 20 mejores del tour. Su estilo y su look llamaban la atención: un vestuario estrafalario y un pelo con mechitas de colores, lo convertían en un punk del tenis. Empezó a romper la tradición del tenis, usando pantalones de jean en los courts, cuando nadie jugaba con eso, con muchos colores, con vincha.
Fue un jugador enorme y un deportista distinto. Alguien con fuerte impronta. Se lo recuerda al no querer jugar en Wimbledon, disgustado por el código de vestimenta dispuesto que exige jugar de punta en blanco, tradiciones que no la iban con el colorido Agassi. Así por años no jugó sobre césped. En 1990 conoció a Gil Reyes, un preparador físico universitario que se convirtió en el ‘gurú’ que necesitaba para enfocar su carrera, que alternaba un carisma creciente con tres derrotas en finales de Grand Slam. Más allá de su talento innato, Agassi estaba siendo etiquetado como un “perdedor” por un sector agorero de la prensa.
Curiosamente su primer gran título le llegaría sobre una superficie que había esquivado: en el tradicional torneo de Wimbledon en 1992, los mismos courts que había evitado una y otra vez. Luego conquistaría el US Open en 1994, y el Abierto de Australia en 1995, en su primera participación. A este período le seguiría una etapa compleja con algunas cuestiones que no pudo manejar. Así sufrió una estrepitosa caída en el ranking mundial, pasando del puesto N° 1 al 141, para luego reinventaerse como el ave Fénix. Se reinventó, dejó de ser el pelilargo de mechas coloridas para lucir una pelada al ras, a la vez que modificaba su comportamiento..
Esta etapa tendría un jalón decisivo: la conquista del campeonato de Roland Garros de 1999, con lo que alcanzó los cuatro torneos de Grand Slam. Luego coronaría sus triunfos al lograr nuevamente el US Open, y regresar a la cima del ranking. Era un deportista reencontrado consigo mismo, de la mano de la mujer de la que siempre había estado enamorado: Steffi Graf.
Aprovechamos la excusa de su cumpleaños, para traer al portal la evocación de este gran deportista, porque su capacidad de reinventarse, además de su técnica y tesón, siguen siendo inspiradoras. Así, ya no desde los courts, sino desde la sociedad, Agassi promueve la formación mediante su fundación cuyo lema es “With Education, There is Hope” (con educación hay esperanza).