Con 135.000 homicidios por año, la región detenta el índice más elevado del planeta, 23 asesinatos por cada 100 mil habitantes, que cuadruplica el promedio global.
Los datos, incluso comparados con otras regiones son inquietantes: el año pasado casi 135.000 personas fueron asesinadas en América Latina según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), organizador de la 8ª Semana Anual de la Seguridad que se lleva a cabo en Buenos Aires, con diálogos sobre crimen y violencia, con un enfoque en una gestión con transparencia y reformas a las policías.
En promedio, en América latina se registran 23 homicidios por cada 100.00 habitantes. El doble de África y cinco veces más que en Asia y Europa y más de cuatro veces el promedio mundial. Uno de cada cinco latinoamericanos lo ve como su principal problema y en los debates electorales la seguridad ocupa cada vez más un espacio central.
Dentro de la región las situaciones difieren notablemente. Si bien en la Argentina esa cifra es baja, 6 homicidios por cada 100.000 habitantes, en Honduras sube a 84 asesinatos, en Venezuela son 53, en Colombia 31, en Brasil 28 y en México 19. Honduras, Guatemala y El Salvador forman el triángulo regional más peligroso del planeta, lo que también provoca el fenómeno de la emigración. Los niveles promedio caen sensiblemente en Perú (8), Uruguay (7) y Chile (3).
El bajo nivel de violencia en la Argentina, sin embargo, es un dato poco reconfortante si se tiene en cuenta que el promedio se ha duplicado en veinte años y sube mucho más cuando se analizan las zonas “calientes” del país: el conurbano bonaerense y la ciudad de Rosario, por ejemplo.
Esta inseguridad, además de las graves consecuencias humanas por el desgaste del tejido social, tiene su correlato con el costo enorme que provoca. La violencia y su combate inciden en los presupuestos, al absorber unos 120.000 millones de dólares al año (200 por habitante). Se estima la región podría tener un PIB per cápita un 25% superior si lograra cifras de inseguridad similares a las del resto del mundo, lo que impide avanzar económicamente a la región y fuerza a muchos de sus habitantes a emigrar hacia áreas más seguras, como Europa o los Estados Unidos. Solo el gasto en policías, en el continente, según el BID supone 51.000 millones de dólares al año.
La Semana de Seguridad es el principal evento de su tipo en América Latina y el Caribe. En la edición que se lleva a cabo en Buenos Aires, la octava, participan los altos representantes de 16 países.
El evento prevé primero un Diálogo Regional de Políticas y, sucesivamente, la Clínica de Seguridad, que tendrá lugar el 28 y 29 de septiembre. En la segunda parte, unos 200 expertos y autoridades analizarán aspectos técnicos e intercambiarán conocimiento sobre crimen y violencia.
Las discusiones abordarán la “gestión de la seguridad con transparencia”, donde el foco es en la gobernanza y rendición de cuentas en materia de seguridad y justicia de las instituciones y también el reto de transformar policías en fuerzas más modernas, efectivas y conectadas con la ciudadanía.
Dos factores que evidencian los analistas consultados por el BID indican que los países de la región comparten inseguridad y desigualdad. Si bien en los últimos años ha habido un intenso crecimiento e incluso una reducción de la pobreza, con una ampliación de los servicios esenciales como salud y educación, prácticamente no hubo una mejora en los niveles de seguridad y, más bien, éstos han empeorado.
Se señala, además, que el número importante de jóvenes que no estudian ni trabajan, sistemas penitenciarios que no rehabilitan a los presos, vacíos institucionales junto al crecimiento desordenado de las ciudades se constituyen como un caldo de cultivo para el crimen. También en este aspecto de la seguridad aparece la desigualdad ya que los pobres no pueden costearse una seguridad privada. No es fácil encontrar soluciones, pero es claro que se trata de una problemática que la región debe afrontar para avanzar en el desarrollo.