Ocho de los diez países más violentos son latinoamericanos. Para el Banco Mundial es un freno para el desarrollo y no permite consolidar los avances sociales conseguidos en la última década.
Ocho de los diez países más violentos del mundo son latinoamericanos, según un estudio presentado por el Banco Mundial. Eso indica la necesidad de que los países de la región deben incrementar sus esfuerzos para neutralizar este doloroso fenómeno.
El documento, intitulado: “Fin a la violencia en América Latina: una mirada a la prevención desde la infancia hasta la edad adulta”, sostiene que para prevenir es clave una comprensión más clara de sus causas y de aquellas políticas que han demostrado su eficacia para combatir el problema.
La violencia sigue siendo un reto importante para América latina pese a los importantes logros económicos y sociales experimentados durante la última década, también porque son un freno para el desarrollo. Pese a los avances conseguidos en la reducción de la pobreza y la indigencia, la región mantuvo el más alto nivel de violencia en el mundo con un promedio de 23,9 homicidios por cada 100.000 habitantes, se lee en el prólogo del documento. La tasa de homicidios incluso se aceleró durante la segunda mitad de la primera década de este siglo. El problema sigue siendo abrumador y persistente. Cada 15 minutos, al menos 4 personas son víctimas de homicidio en América Latina. En 2013, de las 50 ciudades más violentas del mundo, 42 eran latinoamericanas.
En la presentación del estudio, Jorge Familiar, Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, sostuvo que el éxito depende de la construcción de “un tejido social más inclusivo y con mayor igualdad de oportunidades, así como implementar políticas de prevención que hayan funcionado en disminuir la violencia, tales como la reducción de las tasas de deserción escolar y el aumento de empleo juvenil de calidad”.
Según el informe, la inseguridad es el resultado de muchos factores, entre ellos: el tráfico de drogas y el crimen organizado; los débiles sistemas judiciales y de cumplimiento de la ley que fomentan la impunidad; la falta de oportunidades y apoyo para jóvenes que viven en comunidades desfavorecidas. El crimen y la violencia están altamente concentrados en zonas geográficas específicas de barrios y ciudades, por lo que no todos los países, ciudades o comunidades de la región sufren los mismos niveles de violencia.
Se destaca, además, en el texto que no hay fórmula mágica o política única y la sola acción represiva es insuficiente. La prevención pasa por una combinación de iniciativas. Y se resalta que nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde para que la prevención funcione.
Si bien los enfoques a largo plazo de la prevención pueden comenzar antes del nacimiento y brindar beneficios en la adolescencia y en la edad adulta, programas de política eficaces con horizontes a más corto plazo también están disponibles más adelante en la vida de las personas. Estos incluyen inversiones en programas de educación, programas de comportamiento y destrezas sociales, y esfuerzos de reducción de la pobreza bien enfocados, entre otros.
El estudio destaca cómo una serie de políticas no específicamente diseñadas para prevenir la delincuencia tienen beneficios sustanciales de prevención del crimen (por ejemplo, programas de desarrollo de la primera infancia, educativos y de reducción de la pobreza). Por lo tanto, la prevención, a un costo eficiente, puede lograrse rediseñando y repensando políticas existentes a través de un lente de prevención del crimen. Se señalan programas que han tenido un impacto positivo, como las visitas de enfermeras a domicilio e iniciativas para el desarrollo de la primera infancia, que ha ayudado a reducir la probabilidad de que los niños huyan de casa, sean arrestados o condenados por un crimen. También las políticas para evitar el abandono escolar se resaltan como un efecto positivo sobre la reducción de la violencia y el delito.
Incluso las políticas de salud se pueden utilizar para prevenir y “tratar” la delincuencia, la violencia y la agresión. Tanto una mejor nutrición como tratamientos de salud mental pueden ofrecer resultados prometedores.
Para los expertos, la eficacia de muchas de estas políticas preventivas depende en gran medida de la capacidad institucional para implementarlas. Y en esto es clave generar confianza de la población en instituciones como la policía o el sistema judicial.
Para más información suscribite a digital.ciudadnueva.com.ar o a la versión papel en ciudadnueva.org.ar/revista/suscripciones.
¡Que el banco mundial(los ricos) dejen de robarles s los pobres!