Editorial de la edición de abril de la revista Ciudad Nueva.
El cuidado de las nuevas generaciones es un tema que nos interpela permanentemente y nos invita a reflexionar sobre cómo son las relaciones que entablamos con quienes vienen detrás, a velocidades siempre más altas, impuestas por una modernidad que suele arrasar con lo que encuentra.
Esta edición, en la que profundizamos sobre un concepto no muy difundido pero no por ello menos importante, no es casualidad que sea posterior al tema de la educación que se promueve desde la escuela, la familia y la comunidad, abordado en la edición Nº 606. De hecho, la generatividad está íntimamente ligada a ese vínculo entre los adultos que custodian y acompañan y los jóvenes, adolescentes y niños que están desarrollando sus alas para volar.
El testimonio de diferentes personas que en sus ámbitos de trabajo, familia o desempeño cotidiano son “generadores de vida” a su alrededor demuestra que ese engendramiento también es posible producirlo allí donde estamos, aunque no de manera individual sino en relación con otros. Es a partir de ese vínculo inicial que nacen ideas, proyectos, valores, en definitiva… señales de una nueva humanidad.
Engendrar es comprometerse y arriesgar. Es dejar de lado nuestros propios intereses para darle lugar a un “sí” capaz de generar a nuestro alrededor aquello que hasta nos es imposible imaginar.
El papa Francisco invitaba a los jóvenes en Panamá a ser influencers de Dios, al estilo de María, que con su “hágase” asumió, “sin dudas, una misión difícil, pero las dificultades no eran una razón para decir ‘no’. Seguro que tendría complicaciones, pero no serían las mismas complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener todo claro o asegurado de antemano”.
Y Bergoglio le dedicó unas palabras también a los adultos: “Ser un influencer en el siglo XXI es ser custodios de las raíces, custodios de todo aquello que impide que nuestra vida se vuelva gaseosa, que nuestra vida se evapore en la nada. Ustedes los mayores sean custodios de todo aquello que nos permita sentirnos parte los unos de los otros. Custodios de todo aquello que nos haga sentir que nos pertenecemos”.
En la naturaleza podremos encontrar siempre respuestas esclarecedoras para nuestra manera de actuar. Y la crisálida donde se ha escondido la oruga es una de ellas. El hoy de la historia nos llama a ser pacientes, a acompañar el desarrollo y las transformaciones internas sin apurar los tiempos. El resultado serán seres que surgirán fortalecidos, convencidos de sus objetivos y dispuestos a emprender su propio vuelo para colorear la vida de muchos.
Artículo publicado en la edición Nº 607 de la revista Ciudad Nueva.