El caso Karadima se está revelando la punta de un iceberg. Se entiende porqué Francisco hable de “cultura del abuso y del encubrimiento”.
Son encuentros sanadores los de monseñor Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, quienes están nuevamente en Chile con el mandato del Papa Francisco de tomar contacto con víctimas de abusos y las comunidades católicas afectadas por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos. Ayer, los dos enviados se reunieron con los fieles de la diócesis de Osorno, una parte de los cuales se opuso desde el comienzo a la designación del obispo Juan Barros como pastor, del que el Papa acaba de aceptar la renuncia.
En su momento, el mismo Francisco lo criticó ásperamente con palabras que quedaron grabadas en un video que impactó dolorosamente en la comunidad de Osorno. Los dos enviados manifestaron que el Papa admite haberse equivocado al tratarlos de “tontos” y “zurdos” por oponerse a Barros, al que incluso defendió de las acusaciones durante su visita a Chile en enero. Sin embargo, hoy Francisco valora los testimonios que indican graves responsabilidades de Barros en el caso de los abusos del sacerdote Karadima.
Los dos enviados explicaron lo que era claro para todos aquellos que conocíamos en detalle la problemática en torno a la obstrucción realizada por algunos miembros de la jerarquía eclesiástica: el Papa manejaba una información falsa y distorsionada. Lo han manifestado una y otra vez Scicluna y Bertomeu, quienes también han comenzado a escuchar el testimonio de más víctimas. Juan Carlos Claret, vocero de uno de los grupos de laicos de Osorno, señala que “es importante que esas situaciones se vayan esclareciendo y se presenten las oportunidades para que esas personas comiencen a sanar. Eso es lo clave de este encuentro… el problema recién se está identificando y esas personas hoy están iniciando un camino de sanación”.
Sin duda, la reconciliación del Papa con los fieles de Osorno, es un paso importante. Pero las palabras de Claret aluden indican que se trata apenas uno de los costados del espinoso tema de los abusos y de las conductas inmorales de sacerdotes y religiosos en Chile. Ayer la edición en español de BBC, publicó un largo artículo al haber accedido al testimonio presentado por algunos denunciantes sobre abusos y conductas homosexuales que produjeron víctimas entre niños de sectores vulnerables bajo el cuidado de una institución eclesiástica, seminaristas – algunos que todavía no habían cumplido la mayor edad- de la diócesis de Valparaíso. El cuadro que emerge coincide con la denuncia que el mismo Papa ha realizado en sus cartas al episcopado chileno y la feligresía católica al hablar de una “cultura del abuso y del encubrimiento”.
Sacerdotes que abusaban alevosamente de niños de un hogar de menores confiado a la Iglesia, seminaristas drogados y abusados, obligados por sus propios formadores a meterse desnudos en una piscina, a dejarse toquetear o dar besos en la cara y si se rehusaban era “porque tenían problemas”, son algunos de los hechos que relatan los denunciantes. Gonzalo Duarte, obispo diocesano, uno de los tres prelados de los que el Papa acaba de aceptar la renuncia – y no por límite de edad – niega las acusaciones con argumentos que preocupan, evidenciando la persistencia de una falta de norte moral. Se comprenden las palabras del Papa cuando manifiesta vergüenza al haber conocido en modo directo estos casos que son parte del voluminoso informe presentado por monseñor Scicluna, que incluyen minimizar hechos graves y delictivos, permitir conductas impropias, acallar y marginar a los denunciantes… No será fácil volver a la normalidad en la Iglesia chilena. Se habla de una comisión que reconstruya la verdad de lo ocurrido. Igual de urgente aparece la necesidad de volver a hablar del rol y de la vocación sacerdotal, de los criterios a utilizar para ponderar a los postulantes, pues es cada vez más evidente que antes que muchos sacerdotes la Iglesia necesita de buenos sacerdotes y pastores.