El equipo de Núñez superó a su clásico rival por 2 a 0 y se consagró campeón de la Supecopa Argentina. Goles de Gonzalo Martínez e Ignacio Scocco.
Boca lleva más de un año siendo el mejor equipo de la Argentina, es el líder absoluto de la Superliga con una amplia ventaja sobre sus inmediatos perseguidores y está encaminado a un nuevo título local.
River anda a los tumbos, no hace pie en el torneo vernáculo, su eterno rival le lleva ¡23 puntos! Y está muy lejos de los puestos clasificatorios para las copas internacionales del año que viene.
Sin embargo, aquella frase que explica que “no importa cómo se llega a un clásico”, que es más vieja que el viento, vuelve a ser sentencia después de la noche de ayer. Cada uno con un presente absolutamente diferente pero ambos deseosos de vencer al archirival para coronarse en una nueva Copa.
Y River sacó a relucir el traje que mejor le calza. Ése que, desde que Marcelo Gallardo está en el banco de suplentes, le ha dado numerosas satisfacciones, sobre todo cuando se trata de choques decisivos, en los que los 90 minutos son a todo o nada.
El Muñeco desempolvó las piezas que siempre fueron claves en los encuentros definitorios, confió en esa jerarquía y en el fuego sagrado de algunos jugadores más que en el presente futbolístico. Y la jugada le salió a la perfección. Solidez y contundencia se combinaron con la seguridad de un arquero como Franco Armani, que le devolvió tranquilidad a la última línea del equipo. Además, con Leonardo Ponzio como patrón del medio, la frescura y el talento de jugadores como Nacho Fernández y “Pity” Martínez, el sacrificio de Rodrigo Mora y el olfato de gol de Ignacio Scocco, fue demasiado para un Boca que dejó en evidencia que aún le falta para convertirse en un súper equipo. Por ahora sólo le alcanza para marcar diferencias a nivel local.
River fue un justo campeón. Volvió a mostrar los dientes en una final. Boca y el resto deberían saber que donde hubo fuego sagrado, cenizas quedan. Y puede volver a arder, como en la noche mendocina.