Este año llegará a los altares también Pablo VI, cuya doctrina sigue siendo un punto de referencia insoslayable para la Iglesia de hoy.
Después de Juan Pablo II y Juan XXIII, próximamente será declarado santo otro Papa: Juan Bautista Montini, Pablo VI.
Es rica la personalidad de este Papa nacido en el norte de Italia, cerca de Brescia, en 1897, y fallecido en agosto de 1978. Si Juan XXIII fue el valiente promotor del Concilio Vaticano II, Pablo VI fue su continuador y vigilante acompañador. Más reservado y tímido en sus relaciones, Montini fue Papa en momentos en que los grandes medios y las nuevas tecnologías de la comunicación estaban en los comienzos de su gran estallido. Sin embargo, fue el primer Papa que inauguró la costumbre de los viajes alrededor del mundo, acercando a los feligreses la figura del obispo de Roma.
Montini protagonizó importantes pasos ecuménicos acompañado por otra figura de gran estatura espiritual: el patriarca griego ortodoxo Atenagoras I. Fue un hito histórico el retiro de las mutuas excomuniones. Ambos soñaron un futuro retorno a la única Iglesia.
Pablo VI fue un hombre de honda cultura, siendo un apasionado humanista. Muchas de sus encíclicas siguen siendo actuales, en especial la Populorum progressio, en el que propone un humanismo integral, de “todo el hombre” y de “todos los hombres”, y la Ecclesiam suam, en la que destaca el valor del diálogo.
Pero por sobre todas las cosas, fue un cristiano coherente, un servidor que redujo sensiblemente los honores tributados al obispo de Roma, ya no en sintonía con los tiempos modernos. Se recuerda en las horas del secuestro del estadista italiano, Aldo Moro, su propuesta a los terroristas secuestradores de tomarlo a él como rehén.
