Lo afirma el propio Bergoglio en un twitter enviado poco antes de abordar el avión. La visita comienza hoy y seguirá hasta el domingo.
“Queridos amigos, por favor rueguen por mí y por toda Colombia donde iré de viaje en búsqueda de la reconciliación y la paz en ese país”. Con estas últimas palabras el Papa Francisco, antes de abordar el avión, se ha dirigido a millones de colombianos que aguardan esperanzado su llegada al país.
El Papa aterrizará este miércoles en horas de la tarde en Bogotá para quedarse hasta el domingo y durante su estadía desea respaldar y consolidar un proceso de paz que lo recibe teniendo en su activo el acuerdo definitivo con las FARC, mientras las negociaciones con la guerrilla del ELN registra su primer paso sustancial: un primer cese del fuego bilateral entre el próximo 1 de octubre y enero. A estas buenas noticias, se agrega la propuesta del Cartel narcotraficante del Golfo que ha hecho llegar señales de querer transformarse en colaborador de la justicia y someterse a la ley a cambio de beneficios judiciales. Una decisión importante, que supondría desmantelar una organización delictiva numerosa, que cuenta con unos 3 mil colaboradores, prácticamente el equivalente de los milicianos del ELN.
El espíritu humanitario del Papa hace que su discurso en Colombia será a partir de las víctimas de tantos años de violencia. Dos hechos marcarán esta opción: el encuentro con las víctimas del conflicto armado en Villavicencio y la beatificación de dos sacerdotes, que el Vaticano considera como mártires.
El Papa quiere hablar de reconciliación, una palabra difícil de pronunciar en un país en el que el odio ha fracturado el espíritu de cohesión, quizás menos en los lugares donde el conflicto armado ha incidido más y donde la gente quiere salir del túnel del enfrentamiento. En Villavicencio Bergoglio se encontrará con 6 mil víctimas. Y la respuesta al odio será, además, indicando a dos figuras emblemática del país: el obispo de Arauca Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, asesinado por el ELN en 1989 en una zona rural de Arauquita, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, conocido como el “mártir de Armero”, muerto en 1948 en revueltas estalladas a partir del asesinato de un caudillo político, Jorge Eliécer Gaitán en 1948.
El propio Papa, el año pasado, intentó mediar entre las facciones que en el país se han divido ante el proceso de paz. En un coloquio con el ex presidente Álvaro Uribe, principal exponente de los sectores conservadores y de derecha que se oponen al acuerdo conseguido con las FARC, y el presidente Juan Manuel Santos, impulsor del proceso de paz. Bergoglio no pudo hacer mella en la actitud de Uribe pidiendo dar prioridad a un bien tan preciado como la paz y deponiendo posturas individuales. En el país siguió por tanto la polarización entre quienes consideran que el proceso supuso demasiadas concesiones a la ex guerrilla, hoy devenida partido político, y los que consideraron necesario negociar la finalización de un conflicto estéril, que solo producía más víctimas y más dolor. La miopía política de Uribe quedó evidenciada por los hechos, aunque hablar de reconciliación parece casi una utopía en un país políticamente dividido.
Sin embargo, la expectativa es grande. Millones de colombianos apuestan a un país que pueda conducir la verdadera y más importante batalla, la que debe desarrollarse contra la pobreza y la exclusión. Colombia figura entre los países más desiguales de América latina.