Los ataques en Catalunya implican rever cómo se procesa la integración de los migrantes. Un desafío que convoca a todos.
¿Con qué argumentos un joven de origen magrebí, incluso nacido en España, escolarizado, con trabajo y aparentemente integrado puede transformarse en un despiadado terrorista asesino?
Es una de las preguntas que los investigadores se están planteando a partir de la reconstrucción de la vida del grupo de jóvenes, algunos menores de edad, que constituían la célula terrorista que ha provocado muerte y dolor en Catalunya.
En la gran parte, no eran particularmente dados a la religión. Lo que, una vez más, señala que el fenómeno terrorista no es una cuestión religiosa. Frecuentemente, los atentadores utilizan tergiversaciones del Corán, como los racistas de la supremacía blanca en los Estados Unidos justifican sus atropellos con confusas ideas recabadas del Antiguo o del Nuevo Testamento.
Sin duda, hay una mixtura de factores, que no descartan el fanatismo religioso nutrido por teorías fundamentalista ampliamente auspiciadas por las monarquías del Golfo, junto con el resentimiento por el rol de Occidente en varios conflictos de Medio Oriente y no solamente. Inciden, además, fenómenos de marginación, frustración y resentimiento social, y también problemas psicológicos o de debilidad mental.
Este conjunto de factores lleva a interrogarse sobre la integración de los migrantes, no siempre exitosa y no siempre completa. “Seguimos siendo moros para la gente, y las chicas no quieren salir con nosotros”, comentó un pariente de los jóvenes atacantes catalanes.
No casualmente, en su mensaje para la Jornada Mundial de los migrantes, el Papa no habla solo de acoger y proteger a inmigrantes y refugiados, sino también de promoverlos e integrarlos. Y en eso asume las responsabilidades y el rol que le cabe a la Iglesia y a sus comunidades.
Desde Barcelona, se insiste en recalcar que todo debe “regresar a la normalidad”. Hay que prestar cuidado que ese retorno no suponga la idea de que nada pasó. Porque no hay modo de prever la acción de personas movidas por un odio tan profundo y si no se produce un cambio profundo es de esperarse que se repitan. De no ser que haya una gran movilización para promover la integración de los nuevos ciudadanos a su país de adopción. Una movilización que incluye a líderes religiosos, organizaciones de la sociedad civil, y las instituciones públicas en un trabajo mancomunado.
Hasta que desaparezcan expresiones como el “ustedes” y “nosotros”, “moros” y “españoles” reemplazadas por una sola: “hermanos”.