José Dirceu, en su momento referente del Gobierno de Lula, acumula más de 37 años de prisión por los dos casos de corrupción más resonantes. El precio de haber usado la corrupción, sin erradicarla.
El robo para la corona ya no tiene asidero en Brasil. Si el escándalo por corrupción, que involucra a la estatal Petrobras y varias empresas más, además de cientos de ejecutivos y políticos, ha sido mayúsculo, las condenas de la Justicia también han estado a tono.
El ex ministro José Dirceu, artífice del triunfo electoral del ex presidente Inacio Lula da Silva en 2002, recibió una tercera condena a 7 años y 3 meses por su participación en la red de corrupción que operó en la estatal Petrobras. Dirceu, de 71 años, ya acumulaba otras dos sentencias por un total de 30 años.
Esta tercera sentencia fue dictada por el juez Sergio Moro, implacable investigador de los mecanismos de corrupción que conforman el caso conocido como “lava jato” (autolavado). En el fallo se indica que Dirceu intermedió para que la empresa Apolo Tubulars obtuviera millonarios contratos con Petrobras, a cambio de lo que recibió una coima por unos 670.000 dólares. El juez Moro señaló que “lo más perturbador” es que esos hechos ocurrieron entre 2009 y 2012, cuando Dirceu respondía por cargos de corrupción ante la Corte Suprema, en una causa abierta por un grave escándalo de sobornos parlamentarios (el caso “mensalao”, es decir, mensualidad) detectados en 2005, durante el primero de los dos mandatos de Lula.
En prisión desde noviembre de 2013, cuando fue condenado a 7 años por el mensalao, a finales de 2014 obtuvo la prisión domiciliaria. Pero le fue revocada en agosto de 2015 cuando aparecieron indicios de su participación en la gigantesca trama corrupta del lava jato. En mayo del año pasado fue condenado por ello a otros 23 años de cárcel, pudiendo comprobar que participó de esa red desde su reclusión domiciliaria.
Dirceu fue nombrado ministro de la Presidencia en el gobierno de Lula, un cargo importante, casi de primer ministro en Brasil. Tuvo que renunciar en 2005 por el escándalo del mensalao. Ha sido un referente de la izquierda brasileña, siendo parte de los grupos guerrilleros que se levantaron en los 70 contra la dictadura militar de ese entonces. Y es posiblemente también el símbolo de un pragmatismo que, en lugar de rechazar y luchar contra el amplio sistema corrupto de la política brasileña, creyó poderlo utilizar en nombre del pueblo. Pero el robo para la corona ya no paga.
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