Con transparencia, el Papa ha enumerado las resistencias a la reforma de la Curia. Algunas son bien intencionadas, otras ocultan corazones petrificados y espíritus reacios a la conversión.
Han sido más que enérgicas las palabras que ha utilizado el Papa Francisco al recibir a los cardenales miembros de la Curia, con motivo del saludo navideño con los purpurados. Bergoglio ha querido de este modo recordar que el sentido de la labor de la Curia es al servicio de la Iglesia y para sostener al Papa “en el ejercicio de su potestad singular, ordinaria, plena, suprema, inmediata y universal”. Francisco quiso recalcar una vez más que es una actividad de apoyo a la función papal y que el servicio de los organismos de la Curia siempre se debe desarrollar en nombre y bajo la autoridad del Pontífice. En este sentido, el discurso del Papa ha abundado en citas de documentos del Vaticano II, de sus predecesores como Pablo VI y Juan Pablo II.
La razón de estas aclaraciones las dio el mismo Francisco al explicar que la reforma de la Curia iniciada desde hace tres años es necesaria ante la necesidad de que este organismo sea conforme al anuncio evangélico y a los “signos de nuestros tiempos”. Por otro lado, no se trata de un cambio de imagen ni tiene un fin estético, “no es un lifting”. La Iglesia, sostuvo Bergoglio, no le debe temer a las arrugas sino a las manchas y por ello resaltó que los cambios que impulsa tienen una finalidad de conversión espiritual, de cambio en las personas.
Aquí el discurso del Papa mostró toda su energía y determinación: “La reforma será eficaz sólo y únicamente si se lleva a cabo con hombres ‘renovados’ y no meramente con hombres ‘nuevos'”. No es por ende un tema de cambiar algunas personas con otras sino de que la Curia pueda “renovarse espiritual, humana y profesionalmente”. Para el Papa sirve “la conversión de las personas y para ello no basta una formación permanente”, sin un “cambio de mentalidad el esfuerzo funcional resultaría vano”.
Pragmático, el Papa reconoce que los cambios pueden generar resistencias. Y advierte que puede haber resistencias motivadas por actitudes constructivas de diálogo, pero también hay resistencias “ocultas”, que nacen de corazones “asustados” o “petrificados” “que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo [NdR cambiar todo para que nada cambie] espiritual; de aquellos que en palabra se dice dispuesto al cambio pero quiere que todo quede como antes; existen también las resistencias de mala fe, que germinan en mentes distorsionadas y se presentan cuando el demonio inspira intenciones malas, a menudo disfrazadas de corderos”. No dudó el Papa en afirmar que “este último tipo de resistencia se oculta tras palabras justificadoras y, en muchos casos, acusaciones, refugiándose en las tradiciones, las apariencias, las formalidades”.
No es un camino seguro y definido el de la reforma, detalla Bergoglio. Hay necesidad de prudencia, discernimiento, humildad, oración, de dar pasos hacia adelante y a veces retroceder, Por eso es necesario abandonarse a la guía del Espíritu Santo. A continuación, el Papa ha indicado doce criterios necesarios para avanzar en el proceso de reforma y ha destacado que habrá que dar más espacio a los laicos y a las mujeres en la labor de la Curia.
Sin embargo, es llamativo que el Papa vuelva –y lo haga en forma pública– a corregir actitudes y distorsiones que evidentemente encuentra dentro de sus propios colaboradores. En 2014 Bergoglio habló de las “enfermedades de la Curia”, el año pasado de las virtudes necesarias para realizar este servicio. Esta vez, pone en alerta de resistencias y actitudes malintencionadas. Y lo hace justo cuando aparecen algunos cuestionamientos, “dudas”, manifestados por algunos cardenales que consideran que el documento Amoris Laetitia, sobre la familia, produciría supuestas confusiones entre los creyentes. Varios teólogos han invitado a leer con más atención y menos prevención ese texto, nacido además de la experiencia saludable de años de confesionario.
El Papa sabe bien que la misión de la Iglesia tiene sentido desde el servicio, desde el amor que centraliza la persona humana, que es la destinataria del anunció evangélico. Perder esta referencia, incluso en nombre de una correcta doctrina es parte de los errores de esas mentes distorsionadas, a veces disfrazadas de corderos.
El discurso es sin duda más amplio y más rico. Por ello, señalamos el enlace para poder profundizar la bella reflexión del Papa sobre la Navidad.
Para más información suscribite a digital.ciudadnueva.com.ar o a la versión papel en ciudadnueva.org.ar/revista/suscripciones.