El recuerdo de Carlos Kesman

El recuerdo de Carlos Kesman

Pensador de los problemas económicos y sociales desde la Doctrina Social de la Iglesia.

A Carlos lo conocí a fines de los ‘80 siendo estudiante universitario.

Córdoba había reformado su Constitución Provincial e impulsado a Domingo Cavallo como diputado nacional. Eran tiempos de la elección presidencial y en Córdoba con Tito organizamos un seminario “Economía Social de mercado”, replicando un taller que se había hecho en Chile hacía un par de años. Chile era el espejo de un país ordenado económicamente y en transición hacia la democracia.

Carlos Menem gana las elecciones cuando rendí  mi primer parcial en la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la UCC. Nos debatíamos los social-cristianos con los liberales de la UDC/UCeDe, los espacios de poder  en la coalición, que era el peronismo.

Habíamos también compartido algunas ideas de los Encuentros que Monseñor Primatesta organizaba sobre “la Pastoral Social” en Tanti, donde concurrían empresarios,  sindicalistas y políticos.

Gran parte de la sociedad de Córdoba se preparaba para apoyar al gobierno de Carlos Menem, un gobierno que prometía “economía popular de mercado”. Muchos se entusiasmaron con las Reformas del Estado de Roberto Dromi y la posibilidad de la Participación de los Trabajadores en las empresas públicas (PPP).

Muchos de mis profesores colaboraron en las reformas en Ferrocarriles y en el Correo Argentino. La facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional por esos años se vació, los profes de lunes a jueves estaban en Buenos Aires.

Al tiempo de la privatización de YPF nos visitó en el Hotel La Cañada el economista chileno Hernán Büchi, conocido como el “Chicago boy latinoamericano”, padre del milagro chileno (es Ingeniero Civil de la Universidad de Chile). Aún recuerdo sus palabras, cuando al final charlamos con un compañero que estudió en Chile y lo conocía por las relaciones de su padre con él.  Büchi no comprendía cómo la Argentina se atrevía a privatizar YPF. Él decía que jamás  haría lo mismo con la empresa estatal del cobre chileno. Todas estas cosas se las transmitía a Carlos. Yo tenía 20 años.

Ya por esos años aparecieron cuestiones ideológicas y éticas que generaron tensiones y discrepancias entre los  profesionales que se acercaron a colaborar con el Gobierno Nacional. Recuerdo un profesor destacado de Derecho Empresarial que renunciaba en desacuerdo con el contrato de concesión o privatización de Aerolíneas Argentinas. Todo eso pasaba en Córdoba cuando estaba arañando la mitad de mi carrera.

Otra vez lo visité cuando ya era Secretario de Comercio Exterior de la Nación en su despacho. Y tuve allí la oportunidad de quedarme a trabajar con un contrato en una comisión relacionada al seguimiento del Tratado del Mercosur. Allí terminé de comprender su perfil diferente al de Cavallo. Tito era un pensador, un estudioso de la economía que analizaba todo con sumo detalle, intachable, honesto y generoso, muy prudente en sus declaraciones.

Así se comportaba también en la gestión, aunque para muchos un tanto lento. Recuerdo que él decía que se llevaba al hotel las resoluciones de la Secretaría que tenía para firmar, para analizarlas minuciosamente. Era un hombre de perfil técnico, muy cuidadoso y un político silencioso. Y era sobretodo un estudioso de la Doctrina Social de la Iglesia.

Aquí mi tercera anécdota

En 1991 con motivo de los 100 años de la Encíclica “Rerum Novarum” participé de la organización del evento que se organizó en el Teatro General San Martín en Córdoba, con la visita de exponentes internacionales. Era la euforia de la caída del Muro de Berlín. Eran tiempos de esperanza por lo que se abría para la Europa del Este.

Se abrían las perspectivas de la unificación alemana, que motivó que años más tarde viajara a Berlín y a Europa del Este, cuando me recibí.

Los liberales festejaban por la Encíclica “Centesimus Annus”, que dejaba un sabor amargo para muchos del pensamiento latinoamericano que deseaban poner en práctica el Desarrollo de los Pueblos de la Carta Encíclica de “Populorum Progressio”. El punto 26 condenaba como un imposible el diálogo entre el marxismo y el cristianismo haciendo un llamado a una “auténtica” Teología de la Libración humana integral. Silenciando  a quienes desde el continente intentaban ver, juzgar y actuar desde la realidad que vivían ya en carne propia y que denunciaban: las consecuencias de un “capitalismo salvaje” [1] y deshumanizado, de la política internacional de los ‘80.

Fue también ese año que leyendo Ciudad Nueva me entero de la propuesta de Chiara Lubich sobre “Economía de Comunión”, fruto de su visita a la realidad de las favelas de Brasil. Una propuesta diferente de verdad de la economía y una invitación a crear empresas con sentido y compromiso social.

Años más tarde trabajé en el Instituto de Ciencias de la Administración (ICDA) de la Universidad Católica de Córdoba con la Fundación Konrad Adenauer, en proyectos de asistencia social en el norte de la provincia de Córdoba. Colaboraba en el Proyecto Joven del Ministerio de Trabajo de la Nación y formaba parte del equipo que capacitábamos a las ONG del interior del país a través de los programas del CENOC.

Carlos Kesman desde ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas) siempre acompañó a los empresarios en la lectura de las Encíclicas papales. Mientras tanto, Cavallo era  enérgico, práctico y escribía para un público profesional, empresarial y al general, para convencer de sus ideas al electorado para lograr apoyo a sus ideas económicas, como su famoso libro “Volver a crecer”.

Mientras algunos hablaban del fin de la historia, el francés Michel Albert en “Capitalismo contra Capitalismo” ponía de manifiesto las contradicciones del desarrollo económico entre Europa y Estados Unidos.

Domingo Cavallo lo elogió al principio. Creo que después cuando lo leyó bien y se dio cuenta que condenaba el neoliberalismo de Reagan, de Thatcher y la teoría del derrame que propiciaba el Ofertismo,  nunca más  habló del libro.

La tesis de Michel Albert era que el capitalismo renano alemán fue el que propició la reconstrucción alemana (y de Europa) en épocas de Konrad Adenauer. Un modelo que se contrapone con el capitalismo anglosajón en por lo menos 10 puntos centrales y que hoy debería ser releído.

Por eso creo que los perfiles personales y el modo de pensar de Kesman y Cavallo son, por cierto, diferentes. Fueron amigos toda la vida, pero eso no quiere decir que no hayan tenido diferencias, aunque nunca se hicieran públicas. Creo que ambos no fueron formados para el mundo que puso la Revolución Financiera en primer lugar sobre la Revolución Productiva. Sus diferencias no las expresaban en público y Kesman nunca rompió con Cavallo. Solo lo acompaño en la función pública durante el primer mandato de Carlos Menem, como Secretario de Comercio Exterior.

La enseñanza que deja Carlos Kesman a todos es la capacidad de analizar y de buscar transmitir los conceptos de la Doctrina Social de la Iglesia. Una doctrina que sustenta con igual fuerza la defensa de los derechos y garantías personales (y de asociación) con los derechos sociales. Esto hace que muchas veces no se la haya comprendido por quienes sólo exaltan la libertad y se olvidan de lo social o por quienes exaltando lo social, se olvidan de las libertades personales e institucionales.

Cavallo, en su carta de despedida a Kesman, explicó cómo los empresarios y el sector neoliberal estaban sorprendido por ciertos párrafos de la Enciclica “Fratelli Tutti” del Papa Francisco y cómo con ese análisis profundo y meticuloso, Tito le señalaba que había que leer con mejor atención toda la encíclica.[2]

La última vez que lo vi personalmente fue para la presentación del libro “Sociedad civil y bien común: Hacia una nueva articulación del mercado, el Estado y la sociedad civil”[3] junto a Juan Carlos Scannone, sj. y Carlos Hoevel.

Córdoba lo va a extrañar. La dirigencia social, empresarial y política de Córdoba le debe rendir un profundo homenaje. Aprender de su legado y ser capaz de abrirse a una discusión clara de ideas y opiniones amplia, que permita una autocrítica de los aciertos y los errores de las políticas económica argentina, en tiempo de  democracia.

Carlos Kesman es ejemplo de conducta, de cómo hay que actuar si de verdad deseamos cerrar la grieta que nos está desangrando.

*Más sobre Carlos Kesman


[1] Centesimus Annus, punto 8, pág. 18

[2] “En nuestra última conversación telefónica, le manifesté mi preocupación por la caracterización del ¨neoliberalismo¨ que contiene la encíclica Fratelli Tutti y el me sugirió que lea los párrafos sobre el populismo y que tratara de interpretar el texto combinando las dos referencias. Sabio consejo que trasmito a todos los liberales católicos que me manifiestan la misma preocupación”

[3] Dichos librso se pueden descargar de estos link: https://www.ucc.edu.ar/archivos/documentos/EDUCC/Novedades%20editoriales/2018/Sociedad-civil-y-bien-comun-Tomo-1-OK.pdf https://www.ucc.edu.ar/archivos/documentos/EDUCC/Novedades%20editoriales/2018/Sociedad-civil-y-bien-comun-Tomo-2.pdf

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