La Navidad es la celebración de un acontecimiento muy importante, un hecho que divide la historia en una antes y un después; celebramos el nacimiento de Jesús, nuestro salvador, como lo anuncio el ángel a los pastores.
“Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lucas 2, 11-12). “En la pequeñez de ese Jesús del pesebre descubrimos el gran amor de nuestro Padre del cielo que nunca nos suelta de la mano, y en su humilde pobreza encontramos un mensaje de solidaridad, esperanza y fraternidad. La Navidad nos coloca frente a un Dios que ama al ser humano, más allá de todo, un Dios que elige la cercanía, la unión, el encuentro con cada uno.”[1]
En este hecho histórico Dios se encarna en la humanidad: Aquel que era de condición divina se anonadó a sí mismo, tomó la condición de servidor y se hizo semejante a los hombres (Cf. Filipenses 2, 6-7). La Navidad es un misterio que supera todos nuestros razonamientos pero también es un misterio que se nos revela y que debemos acogerlo con fe en nuestros corazones. “El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo “toma forma” en nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el misterio de este “admirable intercambio”: «¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad» (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).”[2]
Hemos caminado el tiempo del Adviento, el tiempo de la Esperanza como expresó el beato y mártir Monseñor Enrique Angelelli en la homilía del 30 de Noviembre de 1975[3]. Abramos nuestro corazón a la Esperanza que Dios nos regala en esta Navidad. En un año marcado por una pandemia, hoy más que nunca necesitamos renovar nuestra esperanza y nuestra alegría. No dejemos que el COVID 19 nos robe la Esperanza, preparemos el corazón para acoger al niño Dios, aquel que es el verdadero protagonista de esta celebración, él se merece toda nuestra atención (no tenemos que ser nosotros el centro de esta fiesta, tampoco la comida, la bebida o los regalos).
Abramos el corazón y nuestras manos para acompañar y servir con un mensaje de Esperanza a los enfermos, a los que están solos y a los más pobres.
Unidos en oración pidamos que Jesús, María y José se hagan presentes en todos los hogares para que juntos con ellos caminemos las sendas de la Esperanza. Juntos digamos: “Niñito Jesús ven a nacer en nuestros corazones y renueva nuestra Esperanza.”
[1] “¿Por qué no renovar la Esperanza?” – 186° Reunión de la Comisión Permanente Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 21 de diciembre 2020
[2] “El Misterio de la Navidad” – Catecismo de la Iglesia Católica (525-526)
[3] http://vivamosjuntoslafe.blogspot.com/2017/12/el-adviento-es-el-tiempo-de-la.html
El autor es seminarista de la diócesis de La Rioja y administrador de www.vivamosjuntoslafe.blogspot.com.ar