“Tiende la mano al pobre”

“Tiende la mano al pobre”

Editorial de la revista Ciudad Nueva del mes de julio.

Transcurrió ya la mitad del año y aún estamos en el centro de la pandemia, al menos en esta parte del mundo. De aquellos primeros días de confinamiento hasta hoy, las emociones individuales y colectivas han ido variando, al igual que el foco de la mirada de la sociedad. Cuando el virus tocó tierra en la región era común escuchar que se trataba de “una enfermedad de ricos que viene en avión”. Actualmente –y de manera incluso tardía– la atención está puesta en los pobres, sobre quienes a la ya habitual vulnerabilidad se le ha sumado esta certeza de fragilidad de la que nadie está exento. El covid-19 no hace diferencias de clase, aunque sabe dónde propagarse con mayor velocidad.

Diferentes políticas públicas han disparado adhesiones y críticas en igual medida, pero solo una acción debería recibir el 100 por ciento de aceptación. Esa que el papa Francisco resumió en el título del mensaje por la IV Jornada Mundial de los Pobres, que tendrá fecha el próximo 15 de noviembre: “Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7, 32).

Cada párrafo de Bergoglio interpela y nos lleva a revisar cuál es la actitud frente a esta realidad que hoy cobra una nueva dimensión a raíz de la pandemia. E interpela de la misma manera que lo hace la mirada del “Polaco”, el muchacho protagonista de la portada de esta revista, que a pesar de sus dificultades actúa en primera línea por los más vulnerables. Su accionar nos ayuda a mirar a los ojos de quienes más están padeciendo las consecuencias sanitarias, sociales y económicas del coronavirus.

“La opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades no puede estar condicionada por el tiempo a disposición o por intereses privados, ni por proyectos pastorales o sociales desencarnados. El poder de la gracia de Dios no puede ser sofocado por la tendencia narcisista a ponerse siempre uno mismo en primer lugar”, escribe Francisco y azuza: “Para apoyar a los pobres es fundamental vivir la pobreza evangélica en primera persona. No podemos sentirnos ‘bien’ cuando un miembro de la familia humana es dejado al margen y se convierte en una sombra. El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad”.

El Papa nos invita a tender la mano al pobre porque esa acción, además, nos permite descubrir “que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día!”. Pone en evidencia que la prisa con la que vivimos nos hace indiferentes al bien que tantos realizan en silencio y con generosidad. “Así sucede que, solo cuando ocurren hechos que alteran el curso de nuestra vida, nuestros ojos se vuelven capaces de vislumbrar la bondad de los santos ‘de la puerta de al lado’, ‘de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios’” (Exhort. Ap. Gaudete et exsultate, 7).

En ese tender la mano se encierran, según Francisco, valores como proximidad, solidaridad, responsabilidad, compromiso. En una palabra: amor.

Hemos pasado el otoño encerrados y aún nos espera la crudeza del invierno. Tenemos la oportunidad de abrir nuestros corazones y tender esa mano al pobre, que no es otra cosa que “una llamada a llevar las cargas de los más débiles” y ser portadores de la esperanza de que habrá una floreciente primavera.

Artículo publicado en la edición Nº 621 de la revista Ciudad Nueva.

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