Una reflexión en la semana en la que se realizan acciones planetarias como celebración del 5º año de la publicación de la Encíclica del papa Francisco.
Laudato Si’ ha sido un fecundo hito. Es el misterio de los documentos de la Iglesia. Sus palabras entrañan una especial energía. Pero como la energía del petróleo, hay que empeñarse en la ardua tarea de buscarlo y extraerlo de las entrañas. A modo de autocrítica, creo que es ese empeño “petrolero” el que nos escasea como Iglesia.
Conozco el documento desde su publicación. Lo he utilizado desde el vamos como aporte a los fundamentos de mi propia actividad. Ha sido también punto de encuentro con quienes no creen en Dios, pero tienen ese don de Él de preocuparse por el ambiente y por los demás.
Con estas palabras tan solo quiero animarlos a que la lean. Hay contenidos y desafíos para todos los estados de vida, condición social, grado de conocimiento.
Nuestra Casa Común está herida de gravedad. Y es un paciente que en sus peores reacciones ha golpeado, golpea y golpeará fuerte a toda vida sobre su faz. Y hemos sido nosotros mismos como sociedad humana (diciéndolo de una manera muy grosera) quienes “escupimos para arriba”. Primero sin saberlo, enceguecidos por el resplandor del “progreso humano”, pero desde los años ´70 ya se tenía evidencia de que “cargarse el planeta” en pos de dicho progreso no nos llevaría a ninguna parte. O más bien, nos trajo sin escala al actual punto.
Diciéndolo sin anestesia, hoy ya no tenemos escapatoria. Los científicos lo llaman “punto de no retorno”. El planeta entró en un declive y su manifestación final será un cambio que afectará gravemente las condiciones de vida sobre la Tierra (de lo cual ni los más letrados científicos tienen una idea real de cuál será ese “nuevo estado de equilibrio”). Luchar ya no será para detener el cambio climático. Éste ya entró en una fase de “piloto automático”. No se asusten. No es el Apocalipsis ni el Armagedón. El miedo paraliza. Son lisa y llanamente nuestros “signos de los tiempos”. Y el Papa, como todos sus predecesores que nutrieron la fuente de luz para nuestra sociedad, la Doctrina Social de la Iglesia, expresa su voz profética en este tiempo de transformaciones cada vez más agudas. El llamado es a la acción, al compromiso, a la formación, al ejercicio consciente del voto y como también proféticamente Chiara Lubich ya lo venía proponiendo con toda su energía y creatividad, es tiempo de una humanidad nueva. Ése es el nombre de la oportunidad de adaptarnos y sobrevivir. La inacción del avestruz que esconde su cabeza bajo tierra tan solo traerá desolación a los más vulnerables y cada vez menos oportunidades para las generaciones futuras.
Estamos por entrar el próximo viernes a la novena del Espíritu Santo. Demos el primer paso: Leamos Laudato Si’. Pero no de cualquier forma: leámosla de rodillas. Hagámoslo en actitud orante… “Ven Espíritu Santo” debe resonar en nuestros corazones con cada párrafo. Seamos así dóciles a sus inspiraciones. Él es el fuego que trae la Esperanza en la más profunda oscuridad. Animémonos a ser nosotros teas encendidas portadores de Esperanza. Salgamos de nuestras zonas de confort, con liderazgo y la alegría del Resucitado. En el atardecer de nuestras vidas seremos finalmente juzgados en el amor en todas sus dimensiones. Y una es la de nuestra relación con la Casa Común. ¡Ánimo, vale la pena!
Hoy comenzamos su lectura