Entrevista a Fabio Ciardi – A 70 años del periodo de contemplación espiritual vivido por Chiara Lubich con sus primeras compañeras.
En 1949 comenzó, para Chiara Lubich, Igino Giordani y otros del primer núcleo de la comunidad de los Focolares, una experiencia mística y concreta al mismo tiempo. Hablamos con Fabio Ciardi, responsable del centro interdisciplinario de estudios Escuela Abbà.
–¿Qué es el Paraíso del’49?
–Es la experiencia espiritual que Chiara vivió entre los años 1949-1950 y 1951. No solo eso: es lo que transmitió a sus compañeras, involucrándolas de inmediato, en primera persona, en este periodo de luz. El Paraíso del’49, por lo tanto, no es una experiencia individual, sino de un grupo. Es la vivencia de Chiara pero participada, compartida. Una vivencia que ella, años después, nos entregó en un libro.
–Es un poco particular la historia de este grupo, ¿verdad?
–Es algo nuevo. En la historia de la espiritualidad, muchas han sido las personas que han vivido experiencias místicas, incluso de la realidad del Paraíso. La originalidad de Chiara fue “entrar” a esta realidad pero no sola, sino junto a Igino Giordani, un hombre casado, para luego involucrar de inmediato también a sus compañeras. Ella, por lo tanto, “entra” al Paraíso con un “escuadrón”, con el cual vive el espíritu y las etapas de conocimiento de esta realidad. La palabra “escuadrón” da el sentido de la multiplicidad: cada una de estas personas estaba presente, de hecho, con su personalidad. Luego, a veces, Chiara denomina a este grupo “El Alma”, porque estas personas, aun con sus individualidades, formaban una sola realidad, un mismo cuerpo, el Cristo místico.
–¿Qué quiere decir, hoy, esta experiencia?
–El Paraíso del’49 no fue dado para ser estudiado o leído, sino compartido. Representa una comprensión de lo que es la historia de la humanidad. Una visión del mundo visto desde Dios. Una visión de conjunto de Iglesia y sociedad. Al interno de esta visión también está nuestra historia personal, irrepetible y única. Dios respeta la singularidad de cada persona, sin embargo, el proyecto es global: fraternidad, comunión, compartir, resumidos en una palabra: unidad. Una palabra que sintetiza una visión social, política y cultural.
–Después de la muerte de la fundadora, en 2008, ¿cómo continúa la historia?
–El legado de Chiara es uno solo: Jesús en medio. No es una idealidad programática, sino una persona, Jesús. Ella nos deja como testamento encarnar, día a día, la realidad de la presencia de Jesús que actúa en la historia.
–¿Por qué el Paraíso aún no ha sido publicado?
–A lo largo de la historia son muchos los ejemplos de escritos místicos de los cuales se ha demorado su publicación. El diario de san Ignacio de Loyola fue publicado después de 500 años. Tal vez porque los jesuitas lo consideraban algo íntimo, reservado a los miembros de la familia. O tal vez porque ciertas cosas podían ser malinterpretadas. En todo escrito místico hay partes de difícil lectura. Espero, sin embargo, que el texto de Chiara se publique pronto.
–¿Algún posible error al leer el Paraíso del’49?
–Hacer coincidir la persona física de Chiara Lubich, mujer trentina de su tiempo, con el proyecto de Dios para ella, fundadora de una obra de la Iglesia. Ciertas cosas ellas las dice en cuanto es una voz de Dios. Si, en cambio, aplico ciertas frases a su persona individual, y no a Cristo que está en ella, se crea un equívoco. Otro error posible es querer repetir con exactitud aquello que Chiara afirma acerca de su misión como fundadora.
–En cierto momento, Chiara pide que se quemen los apuntes del Paraíso del’49…
–Chiara no quería que nos atáramos a las cartas, sino a lo esencial. Sus escritos no son Dios, y ella quería que nos atáramos solo a Dios. Si me quedo en la letra, si mi vida no cambia, el escrito no sirve de nada.
–En los últimos años, Chiara pasó por un periodo de oscuridad que no culminó con una nueva luz.
–Seis días antes de su muerte fui a visitarla al hospital. Estaba postrada en la cama, desfigurada por el dolor y la enfermedad. Apenas lograba entender lo que decía. Yo me preguntaba: ¿pero dónde está la Chiara que yo conocí, aquella que hablaba en el Palacio de los Deportes a miles de jóvenes, la que era escuchada en la mezquita de Harlem y que en la Plaza San Pedro hablaba con el Papa? En aquel momento entendí por qué decía que Jesús no había salvado al mundo cuando hacía milagros o contaba parábolas, sino en la cruz. Los evangelios de Marcos y de Mateo terminan con un grito, ya no hay palabras, solo el grito. Máxima expresión del dolor.
–¿La Escuela Abbà sirve para evitar errores de interpretación del Paraíso del’49?
–Cada uno tiene el derecho de leer, estudiar, pensar y decir lo que quiera. La Escuela Abbà, en cambio, tiene una misión confiada por Chiara: extraer el pensamiento contenido en esta experiencia. El Paraíso del’49 está hecho para ser vivido; sin embargo, siendo una experiencia del espíritu de Dios, contiene en su interior una visión del mundo, de la historia, del hombre. Tiene que ver no solo con la Iglesia, sino con la sociedad, el cosmos, la física. No es una varita mágica pero puede brindar sugerencias a la política, la economía, la sociología, etcétera. Por lo tanto, la Escuela Abbà es un lugar de estudio, pero no el más importante. El lugar esencial es la Obra de María. El Paraíso del’49 ha sido confiado al Movimiento de los Focolares, que debe vivirlo y luego transmitirlo a todos.
–¿Qué le diría a un joven que siente curiosidad por esta experiencia?
–Las primeras compañeras de Chiara en 1949 eran personas sencillas, provenientes de pueblitos perdidos del Trentino; la más instruida era maestra elemental. Y sin embargo se convirtieron en mujeres de gran magnitud, capaces de viajar por el mundo de aquel entonces, por Brasil, los Estados Unidos, Asia, África. Han creado obras, centros, casas, empresas, comunidades. ¿Cómo lo hicieron? En ellas había una vida que las hizo capaces de motivar y arrastrar detrás de sí a miles de personas, desde las más sencillas hasta las más intelectuales, personas de otras religiones y culturas. Por eso, si un joven desea realizarse, también humanamente, le aconsejo zambullirse en esta experiencia, “darse” y producir, así, algo útil para la humanidad.
Artículo publicado en la edición Nº 618 de la revista Ciudad Nueva.
Original publicado en Città Nuova. Traducido por Lorena Clara Klappenbach.