Redes y Movimientos Sociales – Algunas consideraciones desde el estallido social en Chile.
Un grito en la pared dice “Chile despertó”, después muchos gritos y muchas paredes amanecen pintadas y vestidas de voces. Son los jóvenes y estudiantes que dieron el puntapié inicial al así llamado “estallido social” del 18 de octubre en Chile. La gran mayoría no se quedó en el salto del torniquete (1) de las estaciones del transporte público y quiso ir más allá, quiso dejar sus gritos por las calles y llenar los espacios urbanos de sus rabias y esperanzas.
A cada movimiento social corresponde un mensaje mudo, algo que no pudo decirse de otra manera y que irrumpe, violenta o pacíficamente, en la vida pública. ¿Qué parte de todo esto se fraguó en las redes sociales? ¿A qué parte no le fue suficiente la red social y necesitó otros canales de expresión? Son inquietudes póstumas porque hoy, en realidad, la distinción entre lo virtual, lo real, la red y la calle, la marcha, la protesta y el boicot online se diluye cada vez más y debiésemos colocarnos en nuevos puntos de vista si queremos entender que lo virtual es real; y que nos está diciendo muchas cosas.
¿Quién puede argumentar la desafección política juvenil con un movimiento social como el que observamos recientemente en Chile? ¿Quién se atrevería a decir que los jóvenes solo piensan en sí mismos y en estar atados a las redes como zombies? ¿Quién se atrevería a denunciar la caída de los grandes relatos y de las utopías frente a los miles de chicos y chicas que llenaron sus carteles de himnos a la igualdad, a la justicia, a la dignidad? Es más, ¿qué ocurre realmente en sus formas de existir que no estamos viendo y que desemboca en formas de participación diversas de lo que nuestros esquemas han decodificado históricamente? Hay ganas de acciones colectivas, de buscar otros mundos posibles, ganas de comunicación, de participación, de red, de conexión. Es verdad que en Chile, por ejemplo, siguiendo la tendencia internacional, el porcentaje de los jóvenes que fueron a votar en las últimas elecciones fue mucho más bajo respecto de los que se movilizaron en las recientes manifestaciones sociales posteriores al 18/O. Entonces la pregunta es ¿dónde están los reales escenarios de participación de los jóvenes? ¿Es la red un espacio solo virtual de conexión e involucramiento? ¿Qué empieza y qué termina en las redes sociales?
En términos de conocimiento, tengamos presente que hemos pasado de un modelo de conocimiento monocéntrico a uno reticular. De Kerckhove (sociólogo canadiense) reitera que la conectividad –como principal atributo de la red social– refuerza; refuerza el aprendizaje y los vínculos. El autor llega a hablar de inteligencia conectiva. Todos sabemos cómo ciertas redes sociales, por ejemplo, proporcionan un alimento emocional para amistades que a menudo tardarían años en construirse. Sin embargo, “virtual” hoy en día no es necesariamente sinónimo de menos verdadero o superficial. Lo que sí sabemos es que estos enlaces llamados “débiles” (típicos de las redes sociales) parecen tener un poder funcional. De hecho, algunos estudiosos hablan de la teoría de la fuerza de los eslabones débiles.
Pareciera que esa “fuerza débil”, superficial, tácita, puede llegar a tener un carácter propulsor inesperado en términos de su capacidad de convocar, viralizar, entusiasmar y hasta legitimar un movimiento social, nos guste o no. Algunos hablan de ciberactivismo como movilización que posibilita mayor difusión de información y una gran audiencia. El punto es que se viraliza una marcha como se viraliza una fakenews, se viraliza un acto de desobediencia civil y se viraliza al mismo tiempo la justificación a un acto de violencia política. La red, como todo medio, no es la finalidad, ni determina el contenido, ni menos aún dicta el sentido. Las nuevas ciudadanías que deambulan y emergen en las redes sociales reclaman una capacidad de inclusión y de desarrollo humano que no deje a ninguno atrás.
Si se trata de dar fuerza a los eslabones débiles de la red se necesitan ciertas habilidades. Mientras los gritos en la pared hablan por sí solos y las redes impulsan los movimientos sociales, como en el caso chileno, los desafíos para nuestra cotidianeidad pueden tener que ver con cómo promover ciudadanos capaces de coexistir también en las redes sociales. Urge repensar el homo civicus como una especie en evolución.
*La autora es investigadora asociada de la línea Interacciones grupales e individuales y profesora de planta de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
1. Así se le llama en Chile al molinete.
Artículo publicado en la edición Nº 617 de la revista Ciudad Nueva.