
La rabina Silvina Chemen traza un perfil del ex presidente de Israel y estadista fallecido a los 93 años.
“Mi sueño no era llegar a ser Presidente. Mi sueño era ser pastor o poeta de las estrellas”, enunció Shimon Peres, en su discurso de toma de posesión el 15 de julio de 2007. Así queremos recordarlo, como un ser que vino a la vida a cumplir una misión trascendente y que los lugares de autoridad y prestigio a los que accedió no le hicieron cambiar su meta: mejorar el mundo, trabajar por la paz, defender el diálogo entre los pueblos.
Como político Shimon Peres tuvo una destacada trayectoria: ocupó puestos prominentes en el Estado de Israel, nación que ayudó a fundar en 1948: fue primer ministro de Israel en dos ocasiones, dos veces viceprimer ministro, ministro de Defensa, en cuatro períodos ministro de Exteriores, además parlamentario de la Knesset, o Parlamento de Israel.
Además fue uno de los líderes más destacados del Partido Laborista y ocupó los ministerios de Desarrollo, Transporte e Inmigración.
Es reconocido por haber recibido el premio Nobel de la Paz en 1994 al haber negociado los acuerdos de paz de Oslo de 1993 entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Premio que compartió junto al palestino Yasser Arafat y el entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin. En ese momento él manifestó: “Estamos apenas en el principio de la historia y tenemos un largo camino adelante. Estamos tratando de darle un fin al fuego del odio y a los metales de la hostilidad que traen muerte y terror y pobreza a millones de personas en nuestra región… Los palestinos son los vecinos más cercanos de Israel y creo que podrían convertirse en nuestros amigos más cercanos”.
Shimon Peres fue testigo de cómo los avances de paz sufrieron retrocesos, desgarros y fracasos. Pero no obstante su empecinamiento por la paz y la convivencia se reforzaban más y más. Una vez alejado de los puestos de privilegio, creó un Centro para la Paz cuyo fin era lograrla definitivamente para palestinos e israelíes. El Papa Francisco declaró en el día de hoy: “…Espero que su memoria y sus muchos años de servicio inspiren a todos a trabajar con mayor urgencia por la paz y la reconciliación entre los pueblo… De esa manera, su legado será honrado verdaderamente y el bien común por el que tan diligentemente trabajó encontrará nuevas expresiones para una humanidad que se esfuerza por avanzar en el camino hacia una paz duradera”.
Y con esta reflexión me quedo: se fue un pastor, se fue un poeta de las estrellas, cuya vida no habrá sido en vano si cada uno de nosotros se compromete a seguir trabajando con la misma firmeza y la misma humildad en pos de la convivencia y la paz en el mundo. Honremos su memoria con nuestros actos. La humanidad perdió a un gran visionario. No cerremos los ojos ante su partida. El mundo necesita voceros y amantes de la paz allí donde parece que no hay esperanzas. De todos nosotros depende.