Además de tener que aplaudir esta sensibilidad por el cuidado de la naturaleza, no olvidemos que estos muchachos mañana serán consumidores y empresarios.
Una de las cosas que están entendiendo muchas grandes corporaciones multinacionales –incluso más rápidamente que los líderes políticos– es que tras el movimiento de jóvenes y adolescentes que se sensibiliza por el cambio climático y que reclama acciones “ya” a los gobiernos, hay futuros consumidores que una vez que habrán terminados sus estudios serán en todo caso trabajadores con poder adquisitivo y compradores de sus productos.
Por otra parte, se trata de generaciones más preparadas al consumo crítico que las anteriores, porque han nacido en una mentalidad que ha detectado tras el consumismo y la seducción publicitaria aspectos cuestionables relativo a la producción de bienes, por lo cual condicionarán sus compras al hecho que la marca sea amigable con el medio ambiente y reduzca al mínimo su huella de carbono. Lo han entendido con cierta claridad fábricas de autos como Volvo o Volkswagen, que ya han tomado la decisión de no producir más autos que necesitan de combustibles fósiles. El mercado, que tiene siempre un ojo puesto en las tendencias entre los consumidores, saben muy bien que estos futuros consumidores preferirán una determinada prenda de vestir o ciertos zapatos, o entre una bebida u otra, etc. la marca que es más cuidadosa del medio ambiente y socialmente responsable. Hay una tendencia que se está afirmando cada vez más y es no solo indicar los componentes de los productos, ingredientes y materiales, sino también qué tanto su producción supone una huella de carbono. Hay empresas de ferrocarriles que cada vez que entregan un ticket de viaje indican la cantidad de co2 que se deja de emitir respecto de hacer el mismo recorrido en auto o en avión. Otras empresas certifican que su producción en el exterior respeta el medio ambiente y los derechos humanos, y no explota a la población local. Cada vez más, junto a un determinado bien o a latere de una marca aparecerá la historia socialmente responsable de ese proceso productivo o de la empresa.
Es decir, estamos en víspera de un cambio económico importante, al que todos deberán adaptarse, a partir de las propias empresas. Y no serán solo cambios pour la galerie, pues la red permite verificar el grado de sinceridad de cada empresa y, además, castigar a las mentirosas o no tan sinceras. Quizás, no será un cambio motivado solo por un valor ético… por ahora. Pero todo proceso avanza con gente convencida al 100%, al 70%, al 50%, al 30%… El problema sería si todos no estuviésemos convencidos o lo fuéramos en gran mayoría al 10%. Sin embargo, tengamos presente que esas mismas generaciones que hoy manifiestan, mañana serán también managers de empresas. Me parece que es lo que debemos leer detrás de este movimiento de opinión. Porque cuidar del medio ambiente supone también modificar nuestro patrón de producción y de consumo. El cambio climático está obligando a un giro ético incluso al capitalismo (por lo menos en su versión que hemos conocido en los últimos 200 años).