El príncipe heredero asumió la responsabilidad por el homicidio y desaparición de un periodista disidente. Pero su explicación es insuficiente.
Convence poco o nada la admisión de responsabilidad del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, por la muerte y desaparición del periodista Jamal Khashoggi. La razón, por más que asuma la culpa que le cabe siendo prácticamente la figura de mayor poder de la casa saudita, después del rey, es que debe dar muchas explicaciones. El periodista Khashoggi fue asesinado en un consulado de Arabia Saudita en Turquía, por tanto, en un país extranjero violando leyes locales y el derecho internacional. En la entrevista concedida al canal estadounidense CBS, Bin Salman negó haber ordenado asesinar a Khashoggi y califica de “error” el episodio. Pero deberá explicar entonces quién y por qué razón actuó y cómo eso haya sido posible sin su consentimiento.
La entrevista al príncipe heredero parece tener más el objetivo de seguir predicando la peligrosidad de Irán para el mundo, desconociendo o manipulando los hechos reales: el país persa fue clave en la guerra contra el terrorismo del Isis y permitió derrotarlo, mientras que Arabia Saudita financió, armó y pertrechó al grupo armado. No solo, sino que el episodio del homicidio del periodista indica claramente un actuar terrorista de autoridades de su país. Se supo en estos días que se desconoce el paradero de un alto cargo de inteligencia, el que habría dirigido el asesinado de Khashoggi, y que el general de las guardias personales del rey ha muerto en un tiroteo comenzado por “razones personales”.
Bin Salman es poco amado en el entorno de la familia real, al haber obligado a muchos miembros a aportes sustanciosos, por miles de millones de dólares, para hacer frente al déficit fiscal producido también por la política exterior impuesta por el príncipe heredero. Ahora se agrega un factor problemático más: Arabia Saudita será sede del próximo G20: ¿qué explicaciones dará a los demás países acerca de lo que está ocurriendo?
El príncipe heredero ha alertado acerca de que el precio del petróleo podría subir a “cifras inimaginablemente altas” si el mundo no actúa para detener a Irán porque un eventual conflicto con este país podría empeorar la situación de suministro de petróleo. Sin embargo, el líder saudita apela a una solución política y pacífica, siendo ésta mejor que la militar. Sus declaraciones ocurren en momentos en que se manifiesta el fracaso saudita en la guerra que conduce en Yemen, contra la minoría chiita huthi. Se habla de 2 mil efectivos saudíes que han sido capturados en estos días o que, directamente, se han rendido. La escalada de tensión entre Arabia Saudita, su aliado Estados Unidos e Irán se debe principalmente a este conflicto. Bin Salman lleva adelante una política inescrupulosa que pretende limitar el rol de Irán en la región, en beneficio de la expansión de la influencia de su país, que intenta con todos los métodos posibles de debilitar el rival gobierno de Teherán.
El conflicto en Iraq, Siria, Yemen y gran parte de la tensión en Oriente Medio se explica a partir de esta contraposición. Para ser desactivada, es necesario por tanto que Arabia Saudita renuncie a su belicosa política de expansión y su generoso apoyo a los grupos terroristas.
Para que Arabia Saudita renuncie a su política belicosa en la región es necesario devanar una madeja que pendula entre el tráfico de armas, los grupos terroristas que financian en la región, con su cómplice EEUU y sus aliados; y explicar junto con EEUU, Israel y otros las guerras trágicas llevadas a oriente “para fortalecer la democracia y desterrar supuestos arsenales de destrucción masiva” es decir renunciar a negocios multimillonarios y genocidas. En fin, los milagros existen, pero…….