Con sentido de comunidad

Con sentido de comunidad

Sin intentar ser reflejo de una única mirada, leer a un joven sobre cómo ve a su generación en el mundo actual ayuda a comprender cuáles son sus inquietudes y modos de actuar, donde la diversidad es germen de un caminar juntos. El rol de la tecnología para potenciar el acercamiento y el acompañamiento.

Recuerdo que hace algunos años, más o menos cinco, era moneda corriente escuchar “la juventud está perdida”. Me lo decían una y otra vez como una hipótesis testeada entre los mayores, resaltando que quienes se jugaban por los demás o iban con foco y perseverancia persiguiendo objetivos eran los menos. Al día de hoy, lo que mis amigos publican en Instagram y los mates con infinita diversidad de personas me habla de una juventud que hace de todo menos quedarse quieta: se levanta, se manifiesta, se replantea cosas y por sobre todo se junta para potenciarse, como si el sentido de comunidad (tanto para lo bueno como para lo malo) estuviera en su ADN.

Los temas que están más presentes en la agenda son varios pero tienen en común el profundo interés por un cambio: desde lo ambiental, el feminismo, el veganismo, el orgullo gay, el aborto, sumados a los asuntos más típicos (pero no por eso menos importantes) como educación, salud e igualdad de oportunidades. Si antes se hablaba de no discriminar, hoy el mensaje es lograr superar el sesgo que existe y no tratar al otro de manera diferente por su condición. Es un desafío constante pues el mundo que nos rodea muchas veces no opera así, posee inercia y es una prueba a la resiliencia seguir apostando por valores que tienden a la unidad.

Pero ciertamente, el calentamiento global o los desequilibrios en el ecosistema no son algo nuevo, y quienes hemos tenido acceso a la educación desde pequeños ya lo sabemos. ¿Qué es lo que entonces genera un nuevo movimiento? La tecnología nos ha impulsado a juntarnos con desconocidos en base a intereses comunes para caminar u operar juntos. Desde un grupo de Facebook en el que se comparten intereses hasta un marketplace como MercadoLibre, donde uno compra y vende cosas, el poder de conectarnos entre nosotros para hacer que las cosas sucedan llevó el poder de acción a otro nivel. Vamos descubriendo que el que está a la vuelta de la esquina está pasando por la misma situación y que juntos somos más fuertes.

Un tópico muy claro en este accionar, que al día de hoy ha generado un cuestionamiento de paradigma muy interesante y profundo, es la pregunta acerca de cuál es el rol de la mujer en nuestra sociedad. La historia de este movimiento viene de hace mucho tiempo atrás, pero el poder encontrarse con otros que comparten la problemática y están dispuestos a hacer algo siendo tanto quienes nos rodean y viven en la misma ciudad como las comunidades que están del otro lado del océano le dieron una magnitud y un propósito espectaculares a lo que se generó, pues el nivel de interconexión nos permite ver que no solo aquí sino también allá, en otro idioma, situación económica y lugar geográfico, están pasando por los mismos procesos. No todos pensamos igual (y esto nos enriquece) pero gran parte de los jóvenes que vivimos en las urbes tenemos al menos la discusión en mente y entendemos que hay un cambio sucediendo hoy, más allá de estar o no de acuerdo ideológicamente (esto es un universo aparte). Lo mismo aplica para los demás temas como género y ambientalismo.

Es similar a lo que ocurre en las ciudades del interior del país en las que abunda la conectividad, donde también se actúa de manera conjunta: marchas, manifestaciones, tanto en el mundo real como en el virtual.

Sin embargo hay “otros jóvenes”, quizás no tan representativos en cantidad –debido a que la población se aglomera en pocos lugares muy densos– pero sí en territorio y en voz. En las zonas rurales las proyecciones de quienes tienen nuestra edad son otras: las oportunidades en materia de educación formal no abundan y la necesidad de salir a trabajar está mucho más a flor de piel. Si bien empieza a gestarse la idea de comunidad y de proponer cambios juntos, las obligaciones del día a día y la falta de interacción de calidad a través de la tecnología con quienes están lejos los conecta con su comunidad local pero los aísla del resto del mundo. Allí los jóvenes son agentes de cambio, por cierto, pero están más enfocados a ser mano de obra enérgica y fuerte para el trabajo.

La otra cara de la moneda está dada por aquellos que viajan frecuentemente, se conectan con otros países, aprenden otros idiomas y sobre todo dejan en evidencia que somos “distintos e iguales”. Esta población está creciendo si se la agrupa a nivel década (como para poder saltear las crisis que interrumpen los ciclos en el medio), dado en gran parte por la baja de los costos del turismo y, otra vez, la irrupción de la tecnología que permitió cambiar completamente la forma como operaba una industria tradicional a otra con un fuerte componente tecnológico. Pero no todo son bits, pues lo más interesante no está en el por qué sino en lo que esto genera: nos es más natural escuchar por la calle acentos que no son nativos, como compañeros en nuestras facultades o en alguna clase de teatro por la noche en el barrio porteño de Villa Crespo. Son “viajeros” y vienen desde lejos pero se integran en las ciudades como uno más, y son recibidos así. Si bien en cantidad son más en las grandes urbes, la distinción y el mundo más allá de los conglomerados también es apreciado e inclusive algunas veces (aunque menos frecuente) visitado. El mundo siempre está en cambio y hoy no es la excepción. La tecnología nos ha permitido conectarnos más con los demás, acercando audio y video o fomentando los viajes y el hecho de explorar otros lugares diferentes de los que nos vieron crecer. Sin embargo sí hay algo para destacar: el sentido de comunidad. En todos los casos, desde un punto de vista que va más allá de lo ideológico, se conecta con el otro ser humano a través de hacerse uno poniéndose en sus zapatos, e inclusive compartiendo el dolor y entendiendo que juntos es mejor. En un mundo donde se premiaba siempre individualmente, la irrupción del sentido colectivo (en los deportes, en los negocios, en lo social), entendiendo al otro y caminando juntos es un pilar fuerte que desafía paradigmas y nos da aliento para seguir adelante, juntos .

Artículo publicado en la edición Nº 612 de la revista Ciudad Nueva.

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