El fenómeno climático arrasó con decenas miles de viviendas, y se registran unos 15 mil casos de cólera en uno de los países más pobres del planeta.
Con muchos esfuerzos, Mozambique intenta recuperarse de los destrozos causados por el ciclón Idai. El pasado 14 de marzo, ráfagas de viento de hasta 280 km por hora arrasaron con techos, cartelería pública y viviendas en el centro del país, mientras los cursos de agua desbordaban. Beira, la segunda ciudad de Mozambique, fue la localidad con más daños durante el desastre natural que además provocó en todo el país unos 600 muertos, al tiempo que un millar de personas siguen siendo atendidas por las heridas sufridas en esos días. Los niños todavía no pueden volver a las escuelas y 100.000 personas viven en campamentos improvisados. Los destrozos se unen a la pobreza del país, que ocupa el lugar 181 de 187, según el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
La falta de servicios básicos, hace que siga el riesgo de cólera y de malaria en uno de los países menos desarrollados del mundo. Los casos de cólera registrados casi alcanzan los 15.000, según Unicef. Lamentablemente, esta enfermedad ya aparecía habitualmente entre las causas de muerte en el país.
En varios distritos de Beira, las viviendas no eran más que chozas levantadas con bloques de hormigón y un techo de chapas metálicas que el viento arrasó junto con árboles, huertos y postes y cables del suministro eléctrico. Esto acentúa la tendencia de la gente – muy a menudo niños – en realizar a lo largo de las carreteras actividades comerciales, vendiendo frutas y hortalizas. Hacen falta vacunas para evitar otros morbos, ya que las temperaturas son elevadas y eso hace prosperar los mosquitos difusores de la malaria.
Las autoridades señalan que en la provincia de Sofala, el 90% de los centros de salud han quedado destruidos. El país espera en la solidaridad y en la ayuda internacional para afrontar la difícil situación.