A través de una serie de preguntas, convocamos a personas creyentes y no creyentes que forman parte de una experiencia de diálogo en el marco del Movimiento de los Focolares. Un sendero hacia la fraternidad universal en el que todos tenemos lugar y podemos ser protagonistas.
La propuesta de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, de apuntar a un diálogo a 360 grados para alcanzar la meta del mundo unido no solo refiere a cristianos de diferentes iglesias, diversas religiones y culturas sino también a aquellos que no profesan una convicción religiosa pero que creen en los valores fundamentales para alcanzar la fraternidad universal.
Hugo Polcan, Ana Rubio, Pimpi Durante y Juan Cambón son solo algunos de los que desde hace varios años viven esta experiencia de diálogo y a quienes se les planteó una serie de preguntas para conocer el sentido profundo de esta vivencia que trasciende fronteras.
–¿Por qué participás en un grupo de diálogo con personas de diferentes convicciones?
Hugo Polcan: En el diálogo todos nos beneficiamos y enriquecemos. Y el diálogo con personas de otras convicciones aumenta la posibilidad de compartir y de confrontar. Si tratamos solo con personas que piensan como nosotros se corre el peligro de que la apertura mental sea menor. Si se enfocan las cosas desde muchos puntos de vista, la posibilidad de mantener prejuicios o ideas erróneas re reduce.
Ana Rubio: Me parece importante y necesario poder intercambiar ideas respetando las diferencias. Escuchar al otro enriquece y permite reflexionar, aun no estando de acuerdo.
Pimpi Durante: Lo que importa en estos encuentros no es tanto compartir una fe religiosa sino el compromiso por el diálogo, compartiendo distintas visiones, tratando de respetar y escuchar al otro sin juicio previo.
Juan Cambón: Porque es un grupo agradable, donde me siento a gusto y puedo compartir las más variadas experiencias, a pesar de las diferencias.
–¿Qué valores compartís con personas de diferentes creencias? ¿Podés explicarlos?
HP: Todos poseemos la misma condición humana y por tanto hay valores que pertenecen a su esencia y es lógico que los compartamos. Entre ellos: el sentido ético de que existen cosas convenientes o inconvenientes para el ser humano; que sin orden y justicia la vida social es imposible; que hay rasgos como el amor al prójimo, la ternura o la generosidad que son valiosos; que la verdad y la sinceridad facilitan las relaciones humanas.
AR: La solidaridad, el amor fraterno y el respeto por el otro son los valores más importantes de cualquier persona, sea cual fuere su creencia o ideología. Crean vínculos que nos permiten ponernos en el lugar del otro y entender sus necesidades y dificultades.
PD: Creo que el valor más importante que compartimos es el respeto por el otro. La solidaridad y la fraternidad son valores que intentamos compartir más allá de las creencias religiosas o filosóficas, porque los entendemos como valores universales que hacen a toda la humanidad.
JC: Los valores que compartimos son los de solidaridad, paz, respeto por el semejante, derechos humanos. Aunque estos valores muchas veces no están desmenuzados específicamente, están insertos en la temática que abordamos.
–¿Cuál es tu experiencia personal a lo largo de estos años?
HP: Mi experiencia me dice que si el diálogo es sincero y estoy dispuesto a escuchar y no a imponer, no hay posiciones irreconciliables. Cada uno finalmente puede mantener su opinión, pero se la siente más valiosa porque ha sido probada y el respeto por el otro no ha sido vulnerado.
AR: Pude escuchar al otro que piensa diferente. Soy una persona muy confrontativa y aprendí a ser más conciliadora, sin llegar a ser condescendiente. Esta experiencia de diálogo me permite relacionarme mejor en todos los ámbitos de mi vida. No me resulta fácil. El apoyo, cariño, comprensión me contienen y facilitan el camino a recorrer en esta experiencia de cambio.
PD: Mi experiencia resulta en haber podido establecer lazos personales muy estrechos y fraternos, entre los que participamos habitualmente de estos encuentros y el estar siempre abiertos a compartir nuestra propia visión frente a las distintas realidades humanas con la de aquellos otros que desean compartir esta experiencia. Es más fuerte el vínculo relacional que hemos logrado establecer que las diferencias de visión o de creencias que podrían separarnos. Esta misma experiencia nos ha permitido crecer en la convicción de que es posible una relación fraterna más allá de las propias convicciones.
JC: Mi experiencia ha sido y es muy rica. Veo que un diálogo basado en el respeto al otro y a sus conceptos es posible. Lo curioso y novedoso es que a partir de las diferencias y los distintos enfoques todos salimos enriquecidos.
–¿Qué le dirías a una persona agnóstica o atea que siente interés en participar en un grupo como el que vos formás?
HP: Le diría que confío que nos vamos a entender porque partimos de lo expresado en el punto 2. Que le agradecemos que se preste a dialogar con nosotros y que nos va a enriquecer con datos y puntos de vista que seguramente desconocemos. Que eso demuestra que estamos en tiempos de procurar consensos y no disensos, “construir puentes y no muros” y que promover estos encuentros es un gran beneficio para la sociedad.
AR: Poder dialogar no es una tarea fácil. Sea cual fuere la ideología o creencia de uno u otro hay que aprender a “escuchar” y no solo oír al otro. Dejar de lado el ego para poder abrirse y recibir lo que otra persona expresa. Esperar a que desarrolle su idea, prestarle atención y reflexionar sobre lo que escuchó y recién entonces exponer su pensamiento.
PD: Primero le contaría qué ha sido para mí participar de un grupo como éste. Fundamentalmente, cómo esta experiencia me ha permitido aumentar mi compromiso en el intento de crear espacios que permitan una convivencia más armoniosa y solidaria en los ambientes en los cuales actúo habitualmente. Luego lo invitaría a acompañarnos en el grupo para que realice su propia experiencia.
JC: Lo que he dicho y digo a personas conocidas, es que resulta interesante conocer a un grupo de personas que buscan el bien de la humanidad, más allá de sus creencias religiosas o la ausencia de ellas. Sobre todo teniendo en cuenta que en este grupo no hay “segundas intenciones” de convencer a nadie ni de hacer proselitismo, ni convertir a ninguno. Es necesario que cada uno conserve su identidad y su manera de pensar, y la comparta con el resto.
–Chiara Lubich mencionaba como idea central de estas experiencias: “Unir nuestras fuerzas, las de quien no está particularmente interesado en la fe y las de quien cree, porque es demasiado bello y necesario el ideal de una humanidad libre e igual, hermanada por el respeto y el amor recíproco”. ¿Qué significa esta idea para vos?
HP: Esa idea de Chiara Lubich está vinculada precisamente en las respuestas precedentes y en la última que comento a continuación.
AR: La propuesta de Chiara Lubich es necesaria para poder lograr un mundo mejor, más igualitario, justo, inclusivo y fraterno, pero solo se podría lograr, como claramente lo dice Chiara, uniendo fuerzas con quienes tengan los mismos valores e intereses. Es una necesaria y hermosa utopía para poder seguir buscando ese ideal.
PD: Es una propuesta realmente “revolucionaria”. Todos estamos llamados a intentar que la humanidad llegue a poder vivir en libertad y hermanada por el respeto mutuo, haciendo que la diversidad de creencias o pensamientos se transforme en riqueza y no en división. Que la diversidad cultural no nos lleve a la división sino a una armoniosa convivencia en la cual nos enriquezcamos mutuamente. Vale decir no se trata de “uniformar” el pensamiento o las creencias sino posibilitar el diálogo a partir de estas diferencias.
JC: Comparto absolutamente esta idea-fuerza y me parece muy interesante que personas de distintas convicciones y religiones se esfuercen para hacer de este mundo un lugar más vivible, más “humano”, donde prevalezca el respeto por el semejante, el aceptar al otro tal cual es y aplicar la Regla de Oro de todas las religiones: “no le hagas al otro lo que no te gustaría que te hagan”, y “hazle a tu semejante lo que te gustaría que te hagan…”. Sería muy lindo que se derrame en el mundo este paradigma de la fraternidad universal. Debemos trabajar en pos de esto, cada uno en su medida.
– ¿Qué opinión te merece cuando en el Movimiento de los Focolares se habla de “salir” al encuentro del otro?
HP: El papa Francisco dice que la evangelización debe hacerse por atracción y no por proselitismo. Esto significa no imponer, sino que la ejemplaridad de las obras y conductas debe suscitar interés y valoración por parte de los otros. ¿Cómo puede ser eso si no nos mostramos ni les mostramos obras? Haciendo, no hablando. Hablamos de inculturación, pero esto significa que debemos ir e impregnar le cultura. No esperar que la cultura venga a buscarnos a nosotros. El peligro siempre está en encerrarse en el endogrupo (el grupo nuestro) que es más cómodo y menos riesgoso. Siempre es difícil romper el cascarón del egocentrismo y del etnocentrismo, pero eso es regresivo, es no crecer. Recordar que el mensaje cristiano ha sido enviado preferencialmente a los pobres. Pero si no los buscamos donde están, ¿cómo recibirán el mensaje? En ese caso nosotros no habremos cumplido nuestro papel misionero.
AR: Coincido con ese postulado. Una forma de hacerlo es hacer tomar conciencia de la importancia de estos valores a las personas que no los sienten como necesarios para alcanzar un mejor vivir y una sociedad más justa, solidaria y participativa. Poner en práctica esta “concientización” a los que aún no reconocen el derecho y la importancia de lo que les corresponde como seres sociales, ser protagonistas del reclamo y lucha por una sociedad más justa y solidaria.
PD: Más que opinión diría que el diálogo es la clave del compromiso para una humanidad más fraterna. Volvería al pensamiento de Chiara: “Unir nuestras fuerzas, las de quien no está particularmente interesado en la fe y las de quien cree, porque es demasiado bello y necesario el ideal de una humanidad libre e igual, hermanada por el respeto y el amor recíproco”.
JC: Me parece una idea excelente. De lo contrario, nos quedamos en un grupo cerrado, donde todos somos amigos, nos llevamos bien, nos queremos… Pero es necesario y conveniente contagiar al resto de la humanidad y darl la oportunidad que hemos tenido nosotros de conocer y compartir estos ideales. Parece exagerado, pero se empieza por nuestro entorno, los más cercanos, amigos, parientes, compañeros y así difundir poco a poco, como las células que se van multiplicando, este maravilloso concepto de la fraternidad universal ·
El sentido del dolor
Ése fue el título del congreso realizado en Roma el año pasado, del cual participó Horacio Núñez, miembro de la Comisión Internacional del Centro del Diálogo con personas de convicciones no religiosas del Movimiento de los Focolares, quien cuenta cómo fue aquella experiencia.
“Participaron 200 personas de diferentes países de Asia, África, Europa y América Latina, la mayoría agnósticos y ateos. Obviamente el tema tratado, el sentido del sufrimiento y/o la convivencia con el dolor, no es un tema menor. Hubo experiencias muy fuertes donde se comentaron diferentes situaciones personales y cómo trataron de superar el dolor, dándole trascendencia y sentido.
Con el grupo de latinoamericanos que fuimos tratamos de aportar nuestra visión desde la perspectiva del dolor social, del dolor estructural, del que es evitable y el que es consecuencia de un modelo de sociedad, asociando la visión de ‘Jesús abandonado’ del que habla Chiara Lubich, con el hermano que ha perdido la dignidad, el descartado, el ‘porqué me has abandonado’ como grito de dolor a toda la humanidad. Es el grito que no escucha la sociedad contemporánea que marca la falta de compromiso y solidaridad con el que sufre, es la falta de amor al prójimo, es la falta de justicia”.
Artículo publicado en la edición Nº 604 de la revista Ciudad Nueva.