El papa Francisco envió un mensaje a los participantes de la Conferencia Internacional: “Los Derechos Humanos en el Mundo Moderno: conquistas, omisiones, negaciones”.
El mensaje fue en ocasión del 70º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del 25º aniversario de la Declaración y del Programa de Acción de Viena para la Protección de los Derechos Humanos en el Mundo.
Durante la inauguración del Congreso, organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el cardenal Peter K. Appiah Turkson, prefecto del Dicasterio anfitrión, leyó el mensaje del pontífice.
La Conferencia reunió a representantes de los Estados ante la Santa Sede, de las instituciones de las Naciones Unidas, del Consejo de Europa, de las Comisiones Episcopales de Justicia y Paz y de las de pastoral social, del mundo académico y de las organizaciones de la sociedad civil.
Francisco destacó la oportunidad –con motivo de ambos aniversarios– de hacer una “reflexión profunda sobre los fundamentos y el respeto por los derechos humanos en el mundo contemporáneo, una reflexión que espero sea premisa de un compromiso renovado en favor de la defensa de la dignidad humana, con una atención especial por los miembros más vulnerables de la comunidad”.
El pontífice lamentó que aún en nuestras sociedades contemporáneas, “persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre”.
“Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados”, señaló Francisco.
El Santo Padre enumeró en su mensaje las numerosas violaciones a los derechos humanos que el mundo contemporáneo no desterró: “Pienso, entre otras cosas, en los niños por nacer a quienes se les niega el derecho a venir al mundo; en aquellos que no tienen acceso a los medios indispensables para una vida digna; en aquellos que están excluidos de la educación adecuada; en quien está injustamente privado de trabajo o forzado a trabajar como esclavo; a quienes están detenidos en condiciones inhumanas, a quienes son sometidos a torturas o a quienes se les niega la oportunidad de redimirse, a las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias”.
“Mis pensamientos también se dirigen a todos aquellos que viven en un clima dominado por la sospecha y el desprecio, que son objeto de actos de intolerancia, discriminación y violencia debido a su pertenencia racial, étnica, nacional o religiosa”.
“Finalmente, no puedo dejar de recordar a cuántas personas sufren violaciones múltiples de sus derechos fundamentales en el contexto trágico de los conflictos armados, mientras los mercaderes de muerte sin escrúpulos se enriquecen al precio de la sangre de sus hermanos y hermanas”.
Francisco indicó que “ante estos graves fenómenos, todos somos cuestionados. De hecho, cuando se violan los derechos fundamentales, o cuando se favorecen algunos en detrimento de otros, o cuando se garantizan solo a ciertos grupos, se producen graves injusticias, que a su vez alimentan los conflictos con graves consecuencias tanto dentro de las naciones como en las relaciones entre ellas”.
En su Mensaje el pontífice hace un firme llamamiento “a contribuir con coraje y determinación, en la especificidad de su papel, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las ‘invisibles’: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos, que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados”.
Recordando que “esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial para nosotros los cristianos, porque el Evangelio nos invita a trabajar arduamente para aliviar sus sufrimientos” pero hace extensivo este “llamamiento sincero a aquellos con responsabilidades institucionales, pidiéndoles que coloquen a los derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las de cooperación para el desarrollo, incluso cuando esto signifique ir contra la corriente”.
Francisco concluyó su mensaje esperanzado “de que estos días de reflexión puedan despertar la conciencia e inspirar iniciativas destinadas a proteger y promover la dignidad humana”.