¿Se desbarató una potencial célula yihadista o se trató de meros aficionados?
Las autoridades brasileñas habrían desbaratado una potencial célula terrorista: una decena de personas que habría manifestado simpatías por el Isis y habrían tenido contactos por internet con el grupo. Incluso se habla de intentos de adquirir armas y recibir algo de formación en artes marciales.
Las personas involucradas no habrían ido más allá de mensajes, intercambio de material (videos de ejecuciones difundidos por el Isis), es decir, todo indicaría un nivel muy improvisado y hasta torpe por parte de las personas arrestadas, aunque el intento de adquirir un fusil Ak 47 a vendedores clandestinos de armas de Paraguay ya se instala como una idea inquietante.
Desde el Gobierno se habría preferido un perfil más bajo de la noticia. Los comentarios al respecto varían: desde la izquierda –hoy opositora– hay quien sostiene que, en el marco de la atención mundial de los próximos Juegos Olímpicos que se llevarán a cabo en Río de Janeiro, se trata de un tema menor que más bien intenta crear las condiciones para evitar las protestas sociales por la situación económica e institucional del país; hay quien observa preocupado que en el país se instale un problema de terrorismo islamista, hasta ahora desconocido para el país y la región latinoamericana.
Se supo que han colaborado en las investigaciones los servicios de inteligencia de Francia, Israel y los Estados Unidos.
Es difícil establecer si se trata del aviso de una extensión a la región de un terrorismo que hasta ahora no había penetrado (con la trágica excepción, y sus peculiaridades, de los atentados a la AMIA y la embajada de Israel en la Argentina).
Sin duda América latina ha tenido otro tipo de experiencia en materia de integración de las corrientes migratorias provenientes de otros continentes, menos traumática y más inclusiva. Pero hubo atentados también en zonas donde no se planteaba el problema de la exclusión social. Por eso, la prudencia nunca es demasiada, también porque en el mundo hay quien está jugando a fomentar el caos, y nunca faltan mentes débiles que se prestan como mano de obra para los hábiles titiriteros que operan tras el terrorismo.
Son éstas las circunstancias en las que se comprende la necesidad de instituciones sólidas, de servicios de inteligencia entrenados para vigilar potenciales amenazas y no a la oposición política, de saber unirse en torno a ese bien común de la democracia, que la violencia desprecia. Convendrá ser vigilantes.