El jueves 7 de octubre visitará “Soltando Pájaros”, el profesor Ricardo De Titto. Se referirá a “La exposición industrial de Córdoba de 1871. En los albores de la Segunda Revolución Industrial”. “Soltando Pájaros” es un espacio histórico de Radio Nacional (AM 870), que se irradia los jueves a las 23 horas. El programa señero va por su decimonovena temporada, y puede revivirse en este hipervínculo.
Compartimos un extracto del artículo que don Ricardo publicara sobre el tema en el matutino bahiense La Nueva, el pasado 18 de septiembre.
A mediados del siglo XIX, la revolución del vapor se expandió hacia industrias varias: química, y eléctrica, entre otras. Argentina estuvo a la vanguardia, organizando la primera muestra agroindustrial latinoamericana.
Las locomotoras movidas a combustión favorecieron el transporte de materias primas y manufacturas, “globalizando” la producción de los centros industriales. En ese interín, el telégrafo extendía la comunicación entre países y continentes: eran los albores de la comunicación en tiempo real, y el surgir de un frenesí que no se detendría desde aquel entonces.
Los desarrollos científicos y tecnológicos modificarían drásticamente la vida humana y sus conceptos: las investigaciones geográficas y los estudios en los campos de la biología y el naturalismo darían nacimiento a la teoría de la evolución, en otro giro copernicano intenso. Esta Revolución Industrial modificaba ciertas geografías: los centros urbanos comenzaban a superar a las poblaciones aferradas al campo. Las metrópolis se irían consolidando, al menos hasta el siglo XXI.
El por entonces presidente Domingo F. Sarmiento (1868-1874), que había recorrido Europa y actuado como embajador en los Estados Unidos, regresaba al país obsesionado con el sueño de revolucionar estas pampas: superar la etapa de la explotación ganadera “extensiva” y regar las tierras y cultivarlas; poblarlas de farmers y “emprendedores”, alambrar los campos para evitar el crecimiento del ganado cimarrón y los “vagos” ambulantes por una tierra sin fronteras, e industrializar el país.
Sabía que contaba con tierras pródigas y que podía atraer mano de obra de Europa y el Cercano Oriente dispuesta y calificada. Se trataba de alfabetizarla y argentinizarla y ponerla en contacto con lo más moderno de la tecnología, para que las antiguas “Provincias Unidas”, atrasadas en su producción y casi por entero dependientes de la ganadería, los pastos y la suerte de un clima no siempre previsible, se pusieran a tono con los “Estados Unidos” e intentaran ser, en el otro extremo del continente, un proyecto similar de potencia mundial.
La Argentina estaba esperando ser inventada y él creía tener la llave del futuro: las colonias agrícolas y la industria moderna que aprovecharan su casi ilimitado horizonte de producción de materias primas para catapultarla y posicionarla al lado de los grandes países del mundo. La sociedad argentina también estaba marcada por la llegada del ferrocarril, el telégrafo y las obras de alumbrado.
Progreso, educación y ferrocarril
El progreso podía alcanzarse de la mano de la libertad, la educación, el trabajo “industrioso” y el cambio científico y tecnológico. Y Córdoba, dada su ubicación estratégica -centro del comercio y los transportes del país, nudo histórico de los antiguos reales y con una potente aunque conservadora burguesía mercantil local– estaba llamada a ocupar un lugar especial: allí enfocó la instalación del observatorio astronómico –el primero del hemisferio sur– y allí también proyectó la primera exposición industrial e internacional de América Latina. Las exposiciones de un imaginario social en el que el progreso era la palabra mágica que iluminaba a varias generaciones que se rindió ante los muy terrestres y mensurables avances de las ciencias y la tecnología. Las expectativas de la modernidad se corporizaban en artefactos; y esos logros debían ser “mostrados” a la faz de la tierra.
1871-1872: la exposición
Nada fue librado al azar. Desde sus primeros borradores, el propio Sarmiento, haciendo equipo con su ministro de Justicia e Instrucción Pública Nicolás Avellaneda, que coordinó y supervisó la organización del evento, y el presidente de la Sociedad Rural, Eduardo Olivera que se desempeñó como presidente de la comisión directiva y fue el verdadero animador de la exposición, se avizoraron los objetivos y características que asumiría la “megamuestra” que colocaría a la Argentina a la vanguardia de Latinoamérica.
El encuentro reunió productos de las catorce provincias argentinas de entonces y de doce países, seis de Europa y seis de América: “Este evento determinó la introducción en el país de las nuevas máquinas aplicadas al campo; tecnología que forjó el principio de la actual agroindustria”, señala Grassi. De hecho, confirmando que la exposición puso de relevancia la importancia de los avances tecnológicos, para su organización resultó decisiva la vinculación lograda por el Ferrocarril Central Argentino, que conectó a la ciudad de Córdoba con Rosario, el puerto de descarga de los productos venidos del extranjero.
La Exposición de Córdoba
El “torneo industrial”, como lo calificaba la prensa de entonces, fue el puntapié inicial para el decidido inicio del modelo agroexportador.
La misma se planteó como un encuentro de tres muestras de diverso carácter: la “Exposición de Artes y Productos Argentinos”, la presentación de un “Parque de Culturas Comparativas” y dos jornadas de índole práctica en el que se realizarían “Ensayos de Maquinarias Agrícolas”. Los planes preveían que los tres acontecimientos fueran simultáneos y la fecha prevista para inaugurarlos fuera el 15 de marzo de 1870. Pero una fuerte epidemia de cólera azotó a Córdoba –entre la capital y el interior se calculan 6.000 muertos– obligó a postergar los trabajos. La construcción del Palacio de la Exposición y el traslado de las maquinarias y los productos se demoraron.
De modo tal que recién se comenzó con los ensayos de maquinaria agrícola a finales de aquel año. En campos ubicados en las márgenes del río Segundo, los agricultores y estancieros pudieron observar la muestra de innovación entre los días 15 y 17 de diciembre de 1870. Transportados por un sistema de cablecarriles que también movilizaba a la gente en silla individuales, el público observó sorprendido –y pudo probar, incluso– el desempeño de cientos de máquinas y herramientas que solo habían visto por folletos en revistas o catálogos y que el mismo Sarmiento, de modo pionero, había enviado desde Estados Unidos. Era la primera vez que ese tipo de equipamiento –como trilladoras, segadoras, arados y otras máquinas y herramientas traídas de Alemania, Estados Unidos e Inglaterra– desembarcaba en América del Sur con el objetivo de su promoción y venta.
Entretanto, el mismo 16 de diciembre se inauguró el “Parque de Culturas Comparativas”. En la misma ciudad de Córdoba, se evaluó el rendimiento, en tierras cordobesas, de numerosos cultivos y la respuesta de plantíos, especies arbóreas y semillas traídas del exterior. En la oportunidad se plantaron allí cientos de nuevos cultivos de los cuales, muchos de ellos, en el presente forman parte de la matriz agrícola argentina.
Por último, la Exposición de Artes y Productos Argentinos, que sería la que se llevaría el nombre de “Exposición Nacional de Córdoba” se comenzó el 15 de octubre de 1871 y estuvo en muestra hasta el 21 de enero del año siguiente. El sitio elegido fue “céntrico”: la quinta de Nicolás Peñaloza frente al Paseo Sobremonte –un espacio de fuerte contenido histórico– y a orillas de la actual “cañada”, el arroyo entubado que cruza la ciudad. El predio, con su palacio, fue hermoseado con jardines que recorrieron políticos y hombres de negocios conociendo y tomando contacto con productores de todas las provincias del país.
El “torneo industrial”, como lo calificaba la prensa de entonces, fue el puntapié inicial para el decidido inicio del modelo agroexportador que caracterizaría a la Argentina. Con la “Expo” de 1871 aquel primer paso había sido dado.
La exposición de Córdoba de 1871-1872 ofrece una curiosidad que, también, debe apuntarse de modo especial: es la primera exposición que fue fotografiada. En efecto, el fotógrafo italiano Cesare Rocca, un profesional de un “arte” relativamente reciente, fue contratado por el gobierno nacional para que tomara imágenes de la muestra, lo que permitió preservar documentos invalorables sobre la muestra y su época. El libro de Grassi difunde esas imágenes inéditas que conserva el Museo Histórico Sarmiento: “las vistas inmortalizadas por el italiano retratan a la antigua ciudad de Córdoba con belleza y precisión, y reflejan las obras realizadas para albergar el evento”.
Fuente: https://www.pressreader.com/argentina/la-nueva/20210918/282157884381982