En medio de la adversidad del coronavirus emerge la fraternidad. Refugiados e inmigrantes primerean la solidaridad concreta.
En Lesbos, la isla griega que tiene el campo de refugiados más grande de Europa, se fabrican barbijos, elementos que pasaron a ser de cuidado universal. Los fabricantes son migrantes que están asilados allí. Trabajan en forma desinteresada y voluntaria para aportar al cuidado en medio de la emergencia por el COVID-19.
La iniciativa se replica en otros países: en Francia, un grupo de jóvenes refugiados kurdo-sirios entrega cajas con máscaras protectoras en las farmacias. Ellos mismos las fabrican y las venden a un precio mucho menor al de mercado.
Cuál es la reacción de los habitantes: “Les damos las gracias porque realmente el público está muy contento con lo que están haciendo… Eso demuestra que cuando recibimos a jóvenes refugiados, ellos también pueden estar al servicio de todos”, asegura Frédéric Barthe, farmaceutico de Lavardac, ciudad del sur francés.
Como no solo de barbijos vive la humanidad, en la australiana ciudad de Melbourne, un restaurante decidió preparar sus platos típicos para darles comida a quienes perdieron sus empleos por el Covid-19. “Uno no esperaría encontrar a personas o comunidades así, que te ayuden y sobre todo estando en un lugar tan lejano como Melbourne”, cuenta Matías Jiménez, uno de los beneficiados.
El donante es La Tienda – https://www.latiendamelbourne.com/, precioso restó inaugurado a principios de 2018. En vista de la situación pandémica y para mitigar el hambre, el restaurant brinda comida a los necesitados los días lunes y martes, que son los días en que La Tienda permanece habitualmente cerrada
“Nuestro objetivo es que siempre que vengan aquí se vayan a la casa con algo para comer”, señala John Gómez, propietario del lugar.
Estos migrantes, dan claras muestras del amor concreto por las personas más necesitadas, y su agradecimiento a la tierra que los recibió, aún en medio de la pandemia. ¿Quién dijo que todo está perdido?
Fuente: France 24
