Venezuela, el paro y los laberintos

Venezuela, el paro y los laberintos

Para el Gobierno ayer todo fue normal, o casi. Para la oposición, el país quedó paralizado por la huelga. Sigue un diálogo entre sordos.

Las noticias desde Venezuela se suceden con un énfasis puesto en las inconsistencias del régimen chavista o en el extremismo opositor dependiendo de la postura del medio que las transmite.

La convocatoria de ayer a un paro de 24 horas no impidió que millones de trabajadores salieran a realizar sus actividades diarias, según medios cercanos al oficialismo. Para el diario madrileño El País varias ciudades, comenzando por Caracas, amanecieron desiertas como en el día de Año nuevo.

El Ejecutivo dispuso que funcionara el servicio de los trenes subterráneos de la capital, que por lo general cierran en estos casos y en un intento de inducir a la normalidad, dispuso el pago de pensiones para el día de ayer pese a la adhesión de los transportistas al paro que determinaron, al menos, una importante merma en el tránsito en algunos sectores de la ciudad. En el este de Caracas, en cambio, el paro de actividad fue prácticamente total.

Hubo incidentes que provocaron dos muertos y más de 350 arrestos, ataques incendiarios contra una estación del subterráneo, lo que no parece ser un balance de un día normal de actividad. Fuentes oficialistas aclaran que la muerte de un hombre se verificó durante el incendio de una sede ministerial, la persona quedó atrapada y se lanzó al vacío para escapar a las llamas. Otro fallecimiento ocurrió cuando un joven manejaba un artefacto explosivo artesanal. El motivo de la muerte es obviado por los medios críticos con el régimen chavista.

Esta polarización dentro del país se acentúa en modo extremo. De un lado y del otro aparecen grupos violentos y los choques frecuentes provocan víctimas. De un lado y del otro hay responsabilidades.

El Gobierno pospuso las elecciones regionales y municipales previstas por la ley, negó la realización de un referéndum para consultar sobre la destitución del presidente Nicolás Maduro, pero organizó en muy poco tiempo una Asamblea Constituyente para modificar la Carta Magna en el intento se sortear el problema de un Legislativo controlado por la oposición. La mitad de los ciudadanos que suelen concurrir a las urnas rechaza la iniciativa, prevista para el 30 de julio, pero Maduro sigue impertérrito en su proyecto. Desde este punto de vista, el extremismo de la oposición parece tener menos responsabilidades ante la gran parte de los aparatos estatales orientados ideológicamente hacia un régimen que es cuestionado por una gran parte, si no la mitad, de la ciudadanía.

A esta altura, más allá de los errores económicos y administrativos que han provocado una crisis económica de proporciones catastróficas, se quiere imponer a los venezolanos la ideología de un sector, otorgándoles un poder que no se condice con su capacidad representativa.

Modificar una Constitución debe ser el fruto del consenso más amplio posible y no del recurso de quien detenta del poder para consolidarlo.

Como enseñaba Marechal, de todo laberinto se sale por arriba. Oposición y Gobierno están empecinados en seguir en su laberinto, sin atender la emergencia de una crisis que afecta a todos.

 

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  1. Es un enfrentamiento de intereses mezquinos. uno se siente desolado porque no hay vocación de grandeza; esto hace temer que las consecuencias puedan ser graves. Dios quiera que pongan TODOS una dosis de realismo y humildad.

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