Un otro a quien amar y cuidar

Un otro a quien amar y cuidar

Las etapas de la vida están siempre signadas por la manera en que nos relacionamos con los demás. En la edad adulta podemos hablar de un deseo de dedicarnos y donarnos a otros de manera gratuita, simplemente por amor.

Los seres humanos tenemos una fuerza motivadora interna que nos impulsa a crecer y, a diario, constatamos y nos sorprendemos de los cambios que se producen en nosotros mismos y en los demás, tanto a nivel físico como a nivel psicológico, social y espiritual.

Algunos psicólogos se han dedicado al estudio de las distintas etapas y estadíos por los que va pasando una persona en su crecimiento y desarrollo, desde el nacimiento, tanto a nivel psico-sexual, como cognitivo o psico-social. Si bien los enfoques son distintos y, en gran medida, complementarios, un factor común en todos ellos es la consideración de que, en cada etapa, debe haber una imprescindible relación con el otro, con un otro, para que en ella se pueda aprehender lo propio de cada momento evolutivo. Esto es muy importante a fin de considerar el valor de la calidad de los vínculos para el presente y futuro de la persona. Dicho de otra manera, nos vamos construyendo y vamos siendo, coinciden los distintos autores, en la relación con el otro.

Uno de los grandes psicólogos del siglo XX, Erik Erikson, ha estudiado y descrito, con gran claridad, las ocho etapas del desarrollo psico-social que transita la vida de una persona, desde su nacimiento hasta su ancianidad. Una de ellas, la séptima, la denomina “etapa de la generatividad”. Sobre ésta nos detendremos de manera particular, ya que está relacionada con el tema central al que queremos referirnos; pero antes, valen algunas aclaraciones.

En primer lugar, sería un error considerar que las ocho etapas están claramente definidas, como si estuviéramos en una única etapa cada vez y en un orden estrictamente progresivo. El pensamiento de Erikson es que estamos en todas las etapas todo el tiempo, de modo que, por ejemplo, a lo largo de la vida estamos profundizando en la primera etapa, que tiene que ver con la confianza básica.

La idea de las etapas del desarrollo durante una edad específica significa que hay un periodo crítico en cada una de ellas, donde se juega la posibilidad de una superación, de un algo para la vida de la persona y al mismo tiempo el logro de una virtud.

Hechas estas aclaraciones nos enfocaremos en la generatividad, característica de la edad adulta, que va de los 35 a los 65 años aproximadamente. En esta etapa de la vida hay una tarea evolutiva y una crisis asociada con ella que se tiene que resolver favorablemente, aunque también podemos fracasar en su realización, lo que, de alguna manera, supondría poner límites a nuestro desarrollo y a nuestra realización personal.

En la adultez media, la tarea consistirá en el logro de la generatividad versus el estancamiento, y la virtud que surge de esta superación es el cuidado y dedicación por los demás.

La productividad, en las personas generativas, es una expresión del amor que tiene que ver con una preocupación auténtica por los demás. Se abocan en hacer del mundo un mundo más justo, más solidario, tienen una visión positiva de la vida. Esta actitud también se expresa en la maternidad y la paternidad, criando y acompañando a los hijos propios y de los otros donde, paradójicamente, las postergaciones de los propios deseos posibilitan la emergencia de los deseos más profundos de amar y la experiencia de una inexplicable, misteriosa y profunda plenitud por el hecho de amar con gratuidad.

También son ejemplos de generatividad las investigaciones orientadas al bien común, la creación artística en sus múltiples formas, el desarrollo de la ciencia y la tecnología y la creatividad a través de nuevas ideas para el bien de las nuevas generaciones.

Algunas personas fracasan en esta tarea y se estancan, entonces les gana el derrotismo; desilusionadas, ya no se entusiasman ni optan por un ideal, se despreocupan de los demás o solo lo hacen como triste obediencia a un deber ser; se encierran en sí mismas y no encuentran sentido a la vida.

Es cierto que nuestra sociedad y los medios de comunicación muchas veces nos impulsan a buscar el éxito en forma individualista y al estancamiento, no tanto en cuanto a la capacidad de hacer cosas, sino en cuanto a la incapacidad de hacerlas por amor a los demás.

De la resolución de la crisis de la generatividad nace la experiencia de la caridad como capacidad de donación de sí en el amor y en el trabajo, en beneficio de los otros. Es la persona que en el amor puede decir y vivir el “yo puedo cuidar”.

Todas las personas pueden desarrollar su generatividad si vencen prejuicios culturales y de clase, reconociendo saberes y entregas cotidianas aún en medio de circunstancias muy desfavorables. Si nuestra mirada de amor genera confianza y esperanza, si favorecemos la autonomía y la iniciativa reconociendo y ayudando a descubrir aptitudes y competencias, atentos a que el otro muestre quién es y va siendo, sin miedo, si somos capaces de intimidad que nos hace agradecidos por el don de la existencia y su comunicación recíproca en el amor.

Hace unos cuantos años, en ocasión de esperar a un amigo que venía de lejos, el tren que debía llegar a las 23:35 sufrió un atraso. A la espera de que arribe se hicieron finalmente las 5:30 de la mañana y ahí, en la estación Constitución, vi algo que me impactó y que todavía recuerdo. Comenzaron a llegar los trenes suburbanos abarrotados de personas y donde había silencio hacía unos minutos y todo estaba desierto, ahora se veía los andenes llenos, mujeres y hombres que, con pasos acelerados, algunos con sus bolsos y algunas pertenencias iban a sus trabajos. La escena me impactó e imaginé cómo se repetía día tras día, y me preguntaba el para qué de tanto esfuerzo, cuál era el sentido de tanto sacrificio.

Y comencé a pensar, casi podía verlo, que alrededor de cada una de estas personas había otras personas, una familia, chicos, un esposo, una esposa, un proyecto y todo eso seguramente alimentaba el entusiasmo, animaba el esfuerzo, alentaba una esperanza, todo tenía sentido en relación con otro a quien amar, a quien cuidar ·

*El autor es licenciado en Psicología, psicoterapeuta y docente.

LAS OCHO ETAPAS DEL DESARROLLO PSICOSOCIAL

ESTADIOS                   CRISIS PSICOSOCIALES                       FUERZAS BÁSICAS

1-Infancia                   Confianza vs. desconfianza                Esperanza

2-Niñez temprana      Autonomía vs. vergüenza                 Voluntad

3-Edad de juego         Iniciativa vs. culpa                             Finalidad

4-Edad escolar           Industria vs. inferioridad                   Competencia

5-Adolescencia           Identidad vs. confusión                      Fidelidad

6-Juventud                  Intimidad vs. aislamiento                  Amor

7-Adultez                    Generatividad vs. estancamiento      Cuidado

8-Vejez                       Integridad vs. desesperanza              Sabiduría

Artículo publicado en la edición Nº 607 de la revista Ciudad Nueva.

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