Somos una única humanidad

Somos una única humanidad

Lo que nos enseña la pandemia que aflige al mundo entero. Tenemos una chance que no hay que perder. Un cambio de paso radical y necesario de frente a un cambio epocal.

“Esta es una crisis sanitaria que marca nuestra época”, ha subrayado la Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtiendo que la “la lucha contra esta grave enfermedad, que mata también a jóvenes y niños, llevará meses”. Con el correr del tiempo fue variando el epicentro de la pandemia que, al cierre de esta edición, sumaba en el mundo más de 80 mil muertos y 1,4 millones de contagiados en 184 países.

Como nunca antes estamos tomando conciencia de que vivimos en un mundo globalizado; que “el planeta es nuestra casa común” ya no es un eslogan; que tenemos que cuidarnos y asumirnos el cuidado unos de otros, una prioridad que en este tiempo de pandemia no puede tener excepciones.

Creo que no caben dudas de que habrá un antes y un después de esta pandemia jamás vivida antes. Y no tanto porque epidemias, pestes, enfermedades mortales no hayan existido, sino porque es la primera pandemia que llega en un mundo casi totalmente globalizado. Con un altísimo nivel de movilización de mercaderías y de personas que, en la práctica, imposibilitan cualquier medida de seguridad o de aislamiento. A pesar de todo, es lo que tenemos que hacer: recluirnos en casa, por el bien propio y de los demás. En los primeros focos de la epidemia, según lo que se pudo comprobar, parece que el aislamiento ha demostrado ser eficaz.  

Por lo tanto, la primera enseñanza: resguardarnos, aplicar rigurosamente la cuarentena; estamos todos en el mismo barco, habitamos una misma casa, no tenemos otra; somos una única humanidad, todos solidariamente responsables. Curioso: una constatación tan evidente tenía que hacérnosla comprender un virus.

De frente a esta autoconciencia desaparecen las diferencias políticas, de grupos étnicos, de países ricos y países pobres, de débiles y potentes… o nos salvamos juntos o juntos nos hundimos. Para un virus, menos grave que otras epidemias que han causado millones de muertes, no es algo menor que esté logrando imponer esta fuerte e importantísima autoconciencia: somos una única humanidad. Lo que hace un individuo tiene una incidencia sobre todos… ¡Impresionante!

Lo sabíamos, nos lo habían dicho en diferentes modos muchas personas iluminadas, capaces de ver más lejos. Pero lo que no lograron hacernos entender grandes visionarios, lo está haciendo un pequeño y potente virus que se mueve velozmente por el mundo.

Son muchos los que vislumbran, más allá de la crisis y de la tormenta mundial, una chance (¿la última?). Una excelente oportunidad para decidir globalmente un cambio radical de paso, en todo sentido: cambiar niveles de vida que no son sostenibles; cambiar modelos de crecimiento económico que generan más desigualdad, con efectos nocivos e irreversibles para el medio ambiente; tomar en serio el respeto por lo creado, la única casa que tenemos; humanizar nuestras relaciones, como sucede en estos días que estamos obligados a cultivarlas en nuestras casas; dejar de lado, finalmente, las diferencias que nos separan para hacer un frente común, afirmando la autoconciencia de que somos una sola familia.

Solamente juntos lograremos, no ya vencer la actual pandemia, sino también afrontar con éxito los nuevos desafíos que nos presenta y nos presentará cada vez más el cambio epocal que atravesamos hacia un mundo siempre más interdependiente y unido.

Artículo publicado en la edición Nº 619 de la revista Ciudad Nueva.

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