Pudor, inmoralidad e indecencia

Pudor, inmoralidad e indecencia

Algunas reflexiones a partir de la polémica en torno del toples en nuestras playas.

El sentido del pudor es esa reacción por la que ocultamos a los otros gestos, comportamientos o sentimientos. Cuando alguien revela algo que preferíamos mantener reservado, incluso una cualidad, puede que nuestro sentido del pudor nos haga ruborizar. Ciertas manifestaciones de nuestra corporeidad suscitan nuestro sentido del pudor que nos puede incomodar.

Eso ha cambiado, y mucho, a lo largo de los siglos. Inspirada por la moral, la moda femenina entre los siglos XVII y XIX ocultó el cuerpo de la mujer bajo pesados atuendos y hasta armazones que evitaban evidenciar sus curvas. El puritanismo de la corte victoriana en el siglo XIX llegó a cubrir las patas de las mesas para que no evocaran las piernas femeninas (sic!), recién en los años 20 del siglo pasado comenzaron a acortarse las faldas, aunque no todas las mamás aceptaban que se vieran las… pantorrillas. Hoy eso nos suscita una sonrisa, pero los editoriales y las cartas de lectores en la prensa de esos años reportan una indignación que se manifestaba en la clásica exclamación: “¿Dónde iremos a parar?”. Los cambios no son fáciles de procesar, siempre suponen una ruptura con el pasado y, a menudo, colman distancias enormes entre costumbres que se van sucediendo (o evolucionando). En los años 30 e incluso más tarde, en algunos países, que una mujer fumara en público era considerado indecente, o que viajara sola o que emprendiera alguna actividad, como la de cursar estudios universitarios.

Por supuesto, el cuerpo (y lo relacionado con el sexo) seguía siendo un tema tabú y, a medida que las mujeres iban ocupando nuevos espacios, también se han ido liberando de ciertas constricciones dirigidas precisamente hacia ellas.

En las playas dejó de ser escandaloso mostrar las piernas. Los trajes de baño se adaptaron a esa nueva libertad. Así como en el verano pasó a ser normal usar pantalones cortos. Otrora un escándalo.  Hoy nadie lo nota, pero hace un siglo habría sido sancionado penalmente.

Desde hace más de 30 años, en muchas playas, sobre todo de Europa, se fue extendiendo la costumbre del toples hasta que dejó de llamar la atención, sin que la haya adoptado la mayoría de las mujeres, todo lo contrario. Ni el nudismo (que sigue siendo un fenómeno contenido), ni ulteriores reducciones del tamaño de las prendas hicieron furor. Se diría que no hay interés en avanzar.

Cuando se difundió la noticia de lo ocurrido en Necochea, no pude reprimir una sonrisa. Y por varias razones. La primera, es que desde hace años aceptamos reducidos colaless en nuestras playas y en los programas de tv sin que nadie se inmute, y sin perjuicio de que a muchos les moleste o haya hombres o mujeres que ni por asomo piensan usar esa prenda. Me pregunto cuál es la diferencia, puesto que el significado erótico de ambas partes del cuerpo es claro para todos. En segundo lugar, hay exposiciones de senos apenas contenidos por dos diminutos pedazos de tejido, a veces reducidos a una estampilla. Formalmente, no es un toples, aunque la diferencia es apenas por centímetros. ¿Todo bien en ese caso?

La relación hombre mujer pasa también por el mutuo atractivo corporal, que es parte de nuestra sexualidad. Este aspecto de nuestra vida, que solemos preservar y reservar para la intimidad, vive también de contextos. Así como no se nos ocurre participar de una recepción vistiendo apenas prendas íntimas, no tenemos problemas para bajar a una playa en malla de baño, que no son otra cosa que prendas íntimas. Pero en ese contexto, natural y de informalidad, esos atuendos no son motivo de pudor. Lo que no impide que cada uno se sienta más o menos cómodo al mostrarse y hay quienes lo harán más y quienes menos.

Más que una cuestión de centímetros de piel, parecería entonces un tema de contexto y de actitud personal lo que hace decente o indecente (que significa ser o no apropiado) un comportamiento. Y eso va cambiando a medida que vamos naturalizando comportamientos. Antes, para amamantar las madres se retiraban a un lugar apartado, hoy muchas lo hacen espontáneamente. Antes nos referíamos a nuestras partes íntimas con eufemismos, hoy el lenguaje es directo, incluso con los niños. Más que la ley, es la dinámica social la que va filtrando los comportamientos dejando a la norma los casos extremos.

Finalmente, llama la atención que nadie proteste ni mande a la policía para impedir que una publicidad use nuestro cuerpo como señuelo erótico, reduciéndolo a cosa. El eros abarca una dimensión que mucho tiene que ver con la peculiaridad del ser humano y su dignidad. Una chica en ropaje diminuto o semidesnuda “usada” para presentar una moto o un perfume, recurrir a actitudes provocativas para publicitar fideos o un chocolate establece una equivalencia entre lo sexual y lo comercial.  Y eso sí que es indecente, pues se pretende influir en los comportamientos comerciales a través del atractivo sexual, o sea, fuera de su contexto natural. A menudo, el problema es lo que se sugiere, más que lo que se muestra.

 

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  1. Elisa Bearzotti 6 febrero, 2017, 15:12

    Gracias por esta nota Alberto, tan sensata y equilibrada. Estuve hace unos meses en una playa de Barcelona y a mi alrededor había varias mujeres en topless, mientras que otras elegían estar más cubiertas. Me llamó la atención un grupo de 4 chicas jóvenes, dos en topless y dos no, conversando tranquilamente, sin cuestionarse mutuamente. También llamó mi atención y me provocó un profundo dolor ver algunas mujeres musulmanas, completamente cubiertas, vestidas de negro, sentadas en un rincón de la playa, mientras su marido y sus hijos varones jugaban y se divertían. Ellas miraban… miraban de lejos.

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  2. A mi me resulto chocante que se hubiera desplegado un operativo policial para corregir “ESTA SITUACIÓN”; EL JUEZ de instrucción también se molestó y no solo lo manifestó abiertamente sino que también desestimo la denuncia presentada por abstracta. La nota es bien concreta e ilustrativa, aportando una muy buena reflexión para el discernimiento, gracias.

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  3. Me parece muy relativista el enfoque. Pareciera que todo es cuestión de que se tolere o no sin importar si es bueno o malo.

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  4. Para esta revista y movimiento la verdad es una nota que deja mucho que desear. La mirada Cristiana y contracorriente al mundo ni se asoma. Si por decir que se hacen “UNO” con los demás, las reflexiones son una más entre tantas y no se expone la verdad, omitiendo opinión y fundamento Creyente por modas, pensamientos y culturas bien intencionadas pero desvirtuadas, creo que no se va por buen camino y mucho menos se anuncia La Buena Noticia, ni el ideal.

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  5. horacio bottino 13 febrero, 2017, 22:24

    estas son tambien periferias pero con aire de “progreso” contra el pudo hermosa virtud contra el matrimonio hermoso

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  6. Paula Mercedes Ruperez 23 marzo, 2017, 17:52

    Estoy plenamente de acuerdo con Ramiro. A mí me criticaron muchas veces, por ejemplo, por ser de las primeras en usar pantalones…para andar en bicicleta…y me decían “hay que serlo y parecerlo”.Pienso que era el extremo opuesto. Yo no mostraba nada y mi pudor quedaba a salvo…pero esto, hoy, aunque se trate de siglo XXI, no creo que pueda ser alegremente recibido por un Movimiento Católico, ni siquiera para hacerse UNO. Lo acepto por ejemplo, frente a culturas aborígenes, que no llegaron a conocer nuestros ‘vestidos’ pero aquí pasa al revés: estábamos demasiado vestid@s y estaba mal, pero ahora estamos, directamente, como Adán y Eva…que se escondieron porque se dieron cuenta de que estaban desnudos (?).

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