El covid-19 ha generado diferentes posturas en el ámbito de la medicina respecto de la manera en que debe afrontarse la pandemia; en estas páginas proponemos un diálogo entre dos miradas diametralmente opuestas. Un debate abierto.
La pandemia del covid-19, entre otras cosas, ha mostrado diferentes formas de tomar la nueva infección/enfermedad por parte de los profesionales, políticos y la opinión pública. Ello ha abierto un debate real, donde la falta de respuestas contundentes es un denominador común. Como pueblo estamos viviendo algo que no sabemos bien qué es, si vale la pena atenderlo o no, y cómo atenderlo. Lo peor que podemos hacer es perder de vista la preocupación por toda la comunidad y sus costumbres e intereses y, peor aún, pelearnos entre nosotros siendo extremistas en nuestras convicciones. Es un desafío personal y comunitario, sabiendo que de una crisis nunca salimos igual que antes de entrar en la misma. O salimos mejores, o salimos peores.
Virus sí, pandemia no
“Primero es la vida. Como parecería que los médicos se han olvidado de nuestro juramento hipocrático, nosotros lo estamos tomando y lo estamos llevando adelante. Nosotros nos hemos unido para defender la vida. No estamos de acuerdo con muchas medidas que han sido tomadas por el gobierno y los médicos han acatado”, explicó en declaraciones a la radio Berrotarán de Córdoba, la doctora Beatriz Rauber (pediatra), integrante del movimiento Médicos por la Verdad, conformado a raíz de la pandemia global de coronavirus. Fue presentado en Alemania en el mes de mayo y rápidamente sumó miembros en España e Italia hasta llegar a Latinoamérica y también, a la Argentina.
Rauber continúa: “Todo surge ahora por los atropellos y los avasallamientos a los derechos humanos, a las libertades y la gran mentira que es esta pandemia. Nosotros creemos simplemente que esto es una manipulación a nivel mundial. Un plan mundial que implica varios frentes: el dominio de toda la humanidad, el manejo económico, la despoblación mundial. No hay mucho que buscar, simplemente ser honesto con uno mismo, no dejarse llevar ni por miedos, ni por manipulaciones, ni por conveniencias, ni especulaciones. Ser honesto con uno mismo y después ser honestos con la gente que confía en nosotros. El covid es una gripe como cualquier otra y la neumonía es una complicación más, como con las gripes”.
Por otra parte, la licenciada en bioquímica y doctora en inmunología Roxana Bruno, miembro de la agrupación Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios, en una entrevista con el diario La Prensa, fue muy crítica con los tests para detectar los casos de coronavirus: “Los tests de RT-PCR (reacción en cadena de la polimerasa) están destinados a amplificar el genoma viral. Estos tests son altamente sensibles, es decir que tienen la capacidad de detectar bajo número de copias de partículas virales, una parte pequeña del genoma, pero tienen el inconveniente de que no significa que esas partículas, ese ARN viral detectado, implique que haya virus infecciosos en las muestras respiratorias. Detectar el virus no equivale a infectividad viral”. Y añade: “el propio creador de la técnica, el premio nobel Kary Mullis, dijo que el test no sirve para cuantificar. Es más, él también estaba en contra de amplificar virus porque los virus y todos los genomas tienen zonas comunes. Esto significa que al amplificar una pequeña parte del genoma, no sabemos de dónde viene: puede venir de un virus, de nuestros propios cromosomas, puede tener reacción cruzada… por lo tanto, en determinadas situaciones la PCR es de gran ayuda pero en otras no”.
En tanto, Rauber sentencia: “Esta pandemia no es tal. Muere gente por seguir las directivas de la Organización Mundial de la Salud. El covid tiene contraindicado la intubación traqueal y el uso de respiradores. Y no se atiende la patología real. Fallecen porque su patología no está atendida. Y queda como causa de muerte el covid. Tratamientos hay muchísimos, pero no se permiten. Por ejemplo el agua de mar, ozono intravenoso, ibuprofeno vaporizado, salicilatos para la trombosis”.
Y agrega: “Con los asintomáticos no pasa nada. Es una burrada. Se hace para meterse en la psiquis de la gente y que entre en pánico. El virus que tenemos es el miedo, que baja las defensas y te puede llevar a la muerte. Los niños tienen que jugar y los estamos privando del juego, reemplazando por tablets o computadora, y están cayendo en depresión. Es muy grave para los niños argentinos”.
“El aislamiento es para los enfermos, no para los sanos. Y nosotros estamos aislando a los sanos. No es sentido común, no es sentido médico. Aislar al hombre para que no tenga contacto con sus seres queridos, trabajo, el sol… porque eso nos da motivo de vida. Estar encerrado implica que la salud va para abajo. Es muy cruel prohibir todas estas cosas. El uso de barbijos está mal. Porque se respiran bajas cantidades de oxígeno y con las horas, por ejemplo un empleado, no respira bien, le falta oxígeno y pierde los reflejos laborales, al manejar, etc. El barbijo proporciona caldo de cultivo a bacterias que son tóxicas. Propiciamos infecciones provocadas por nosotros mismos”.
La pediatra también se refirió a la vacuna contra el covid-19: “Las vacunas tienen que ser aplicadas con consentimiento informado. Para eso tengo que saber qué tienen las vacunas y decido si me la pongo o no. La vacuna del covid-19 no tiene ningún virus, porque el virus no fue aislado. Tiene un ARN sintético hecho en laboratorio de acuerdo con lo que el laboratorio tiene, ingresa a la célula y modifica nuestro ADN, que es nuestro ser, nuestra esencia. El ADN soy yo, con mi forma de ser, mi forma física, no puedo permitir que se metan en mi ADN. Y la aplicación es compulsiva, ni siquiera obligatoria”.
Virus sí, pandemia sí
“Primero es la vida. Nosotros nos hemos unido para defender la vida. Es nuestro juramento hipocrático y lo defendemos”. Interesante punto de contacto entre todos los que trabajamos en salud, y especialmente si somos médicos.
Podemos decir, ya que se basa en datos más o menos científicos, que esta se trata de una pandemia que no se conoce y se van sacando conclusiones en el andar. Pero responde más a la “ciencia”, es decir, a lo que se ve, se mide y se puede reproducir en laboratorio. Y tiene validez de ciencias exactas aplicadas a la salud, que da cierta información “sistematizada”. No negamos la utilidad de ibuprofeno inhalado, el agua de mar o el tratamiento antitrombótico. Está demostrado en las autopsias que se hicieron en Italia que las microtrombosis son las que agravan los cuadros respiratorios. Los otros argumentos están en estudio, como también el ibuprofeno inhalatorio, así que hasta que no tengamos conclusiones validadas no podemos decir que “son” útiles. Porque el ser humano es complejo, y sabemos que no es solo virus-cuerpo humano, sino que las vivencias de la persona y su contexto, la propio del ser humano y su espiritualidad, influyen en el proceso salud-enfermedad.
Y tampoco podemos negar la cantidad de personas que requieren terapia intensiva en este año, todas relacionadas con la infección por covid-19 y el “grito” de los colegas, sobrepasados por el trabajo, y justamente, la carencia de una respuesta que permita salvar vidas y/o devolverlas al cotidiano sin secuelas. Es un problema mundial, ni siquiera solo occidental, no podemos decir que no es una pandemia.
Hace pocas semanas apareció un estudio1 que demuestra que el virus viaja por el aire más de 20-30 metros. Entonces, ¿usamos barbijos o no? ¿Cuándo tenemos que usarlo y cuándo no? ¿Demostraría que la transmisión comunitaria es imposible de frenar, entonces volvemos a la normalidad? ¿Y si volvemos y se termina muriendo gente en la calle porque no hay sistema de salud que contenga a los enfermos? Es solo una muestra de la ignorancia que tenemos y lo prudente que debemos ser con la información que se va publicando.
Por todo lo que argumentan nuestros colegas que opinan “pandemia no”, estamos en el mismo camino, quizá con opiniones diferentes, medianamente fundadas porque ninguno de los dos tenemos datos precisos. Mi opinión es que no conviene manejarnos con datos preliminares. Sí hacerse cargo de las decisiones que, en definitiva, como son novedosas, nos terminarán diciendo si hicimos bien o no. Las recetas magistrales hasta ahora son las mejores propuestas, porque más allá de la dexametasona, no hay evidencia que sea contundente.
La manera de cuidarnos (cuidate-cuidame) es manteniendo la distancia aconsejada, lavándonos las manos con agua y jabón, tosiendo en el pliegue del codo, limpiando superficies fundamentalmente de vidrio y acero inoxidable con lavandina o dióxido de cloro (ambos en las diluciones aconsejadas), evitando las juntadas y, con la cuarentena, mantener al límite los posibles contagios. Y ayudamos todas estas medidas con alcohol en gel y con el tapabocas/barbijo.
Es cierto que hay contagios que no son los esperados, que a pesar de las medidas de prevención hay casos cada vez más numerosos y que afectan a la vida como la conocíamos. Afecta a la educación, al trabajo, al comercio, a las comunicaciones, los festejos, vacaciones, etcétera.
El tratamiento fundamentalmente es sintomático, utilizando drogas conocidas que no amplifican el problema de la persona sintomática, diagnosticando con lo que se conoce (hisopado y PCR) y evitando aquellos medicamentos que podrían producir efectos secundarios.
Respecto del diagnóstico, no se niega los argumentos acerca de la PCR, solo que es lo que hay para diagnóstico, sabiendo que hay falsos positivos, no así, negativos.
La vacuna está en estudio y si bien eso podría ser una solución (vacuna a virus atenuados), da la impresión de que el virus es mutante y su inmunidad no es duradera. Apoyamos la producción de vacunas a virus atenuados y si son orales, mejor. La vacuna que se experimenta en nuestro país parecería ir en esa dirección aunque los estudios son confidenciales. Habrá que esperar hasta tener algo más de información.
La cuarentena está buena como estrategia. De hecho Argentina tiene muchos menos infectados y muertos que gran parte del mundo (expresado en tasas, no en casos) y dio tiempo a la ampliación de atención de internación del sistema de salud, para estar preparados ante la ola de contagios que se sabía, y se sabe, íbamos a tener.
En la opinión pública hay una gran parte de la población que es consciente del rol que juega (cuidarse y cuidar al otro) y que ha tomado la responsabilidad suficiente para afrontar la pandemia como miembro activo. Otra optó por el miedo (médicos incluidos), postura que no ayuda, porque paraliza o engrandece el problema. Y ante un problema no conocido, hay que actuar en comunidad responsable, sabiendo que hay riesgos.
Entre los médicos algunos sostienen que hay que aumentar el recurso humano, las camas de internación y las de terapia intensiva con respiradores porque no se da abasto.
Otros sostenemos que eso es importante, pero que hay que fortalecer fundamentalmente el primer nivel de atención. Es decir, el trabajo barrio por barrio, con médicos generales de referencia, hisopado in situ y fuerte educación para la salud, para que la gente sea la promotora del cuidado. Esta estrategia, que no es otra cosa que la Atención Primaria de la Salud (OMS 1978), es la que ha dado resultados en prevención y promoción de la salud en el mundo entero ante los problemas de salud prevalentes y ha producido justamente “salud”, y no solo “atención de la enfermedad”.
No tenemos argumentos para culpar a la OMS de lo malo que sucede referido a la pandemia, ni de ocultar información. Es una posibilidad, los intereses monetarios y de poder siempre están incluidos en toda crisis, pero preferimos abstenernos, porque lo que tenemos alrededor es nuestro lugar de decisión. Y es allí donde debemos poner todo nuestro arte, y donde se concretiza nuestro juramento hipocrático.
Discusión
¿Cómo hacemos para dialogar entre las dos posiciones? Exige la voluntad de diálogo entre las partes. Para ello hay dos fundamentos que deben ser indiscutibles: la salud de la gente y la veracidad científica de lo que se fundamenta. Cualquier cosa que se utilice o diga tiene que tener estos dos componentes. Si mi preocupación es el otro, creo que las dos partes pueden llegar a puntos en común. Si la preocupación soy yo (mi trabajo, mi plata, etc.) la discusión entra en un terreno de sordos.
Es lo que demuestra la madurez de una comunidad: capacidad de confrontar con fundamentos sólidos y reconocer errores y aciertos de mi posición y de la posición del otro. Pero el objetivo, siempre, es el bien común. Si no, peleamos por intereses y nada más. No hay acuerdo, hay negociación de bienes.
El sistema de salud argentino, en los últimos años, ha sido destruido debido a la precarización laboral de todos los integrantes del sistema de salud. Poca retribución salarial, pocos elementos de trabajo, casi sin objetivos, más allá de atención de la demanda de la población. Se han perdido las políticas que surgen de lo cotidiano para ser adecuadas a lo que ordenan sindicatos, ministerios, empresas pagadoras o clínicas y sanatorios. Se llevó a la salud de ser un derecho a ser un bien económico, desdibujada afirmación en la Cobertura Universal de Salud del gobierno de Cambiemos, pero totalitaria en la puesta en práctica, sobre un sistema dividido de décadas. La pandemia ha hecho en Argentina que la salud sea una categoría política, que sirva como fundamento en la toma de decisiones. Al contrario de cuando se rige solo desde lo económico: “si da plata va bien, y luego vemos cómo arreglamos lo otro”. Actualmente, si es saludable lo acompañamos, aunque no se gane tanto en dinero. Eso produce un giro de valores que es difícil de digerir para mucha gente. Gran parte de la población la entiende, la apoya y agradece que se vuelvan a poner en discusión sistemas de los cuales ya casi nadie se interesaba a nivel político.
El filósofo Leonardo Boff, como muchos en occidente, argumentan que la pandemia es una respuesta de la Madre Tierra al maltrato recibido por la humanidad. Explica que el covid vive en árboles y al ser diezmadas las selvas (por ejemplo la Amazonia), el virus sale a buscar dónde vivir y reproducirse. Y afirma que también existen otros virus más patógenos que el Sars-Cov-2 que podrían provocar pandemias peores a la actual. Entonces la humanidad está siendo interpelada y el cuidado de la Casa Común (Papa Francisco – Laudato Si’) es una condición indiscutible para corregir esta pandemia y evitar otras.
Es cierto que tenemos pandemias peores que el covid-19, como el hambre, la falta de hogar, las guerras, y este virus nos está mostrando todos estos males. Nuevamente se impone que el objetivo es el otro para que exista un diálogo suficiente a niveles de decisión, para comenzar a acordar políticas que ayuden a cada persona, viva donde viva, tanto en lo económico, como en la salud, la educación, el trabajo, el arte, el deporte, todos los ámbitos en los cuales los seres humanos nos desarrollamos.
El último punto que pongo en discusión es la utilidad que pueden tener las medicinas tradicionales (homeopatía, medicina de los pueblos originarios, medicina china, medicina hindú) como respuesta a esta pandemia u otros problemas de salud que suceden o pueden aparecer. Todas tienen un fundamento sólido y los tratamientos son con elementos sacados de la naturaleza, en baja escala. Es decir, no hay exfoliación del planeta, sino un uso racional. Y no contamina. Incluso no presentan efectos secundarios, pueden no hacer bien, pero no hacen mal. Son ancestrales (la más joven, que es la homeopatía, tiene casi 300 años; la alopatía tiene 100 años) y han sido útiles en la historia de la humanidad, sosteniendo a los pueblos. No han podido con los intereses individuales, pero cuando el objetivo es el bien común han demostrado excelencia del cuidado personal y comunitario.
Conclusión
El debate está abierto y es para todos. Está en nosotros ocuparnos de nosotros y nuestro entorno o simplemente continuar como hasta ahora.
El Papa lo ha reafirmado últimamente ante las Naciones Unidas: “De esta crisis, o se sale bien o se sale peor”, y está en nosotros decidir para dónde ir.
Preferimos que el diálogo sea el método de ser de la humanidad y de Argentina en particular, de ahora en más. Y si queremos dialogar, todos somos imprescindibles.
Artículo publicado en la edición Nº 625 de la revista Ciudad Nueva.
*El autor es especialista en medicina general/rural y médico hoemeópata unicista. Docente en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCo, Cipolletti (Río Negro).
DIÁLOGO Y PANDEMIA
(comentario)
Desmenucé atentamente el artículo “DIÁLOGO Y PANDEMIA”; comenzando por la conclusión tengo que señalar que para que exista diálogo tiene tienen que concurrir algunos presupuestos: VERDAD, VOCACIÓN Y EMPATÍA.
Lo que ha cursado es una gripe estacional a betacoronavirus; no es un virus letal ni desbastador.
Cuando se comienza con mentiras lo que continúa es un entramado de falsedades.
Que el Ibuprofeno aceleraba la multiplicación y letalidad del virus, al igual que los antigripales es todo lo contrario de lo que ha marcado la evidencia.
Yo estudie enfermería, entre en este ruedo cuando advertí que estaban llevando pacientes a un desenlace fatal o gravísimo deterioro permanente del estado general de los enfermos.
Me incluí en la red de virólogos, epidemiólogos, generalistas, pediatras y bioquímicos que actuaron para cambiar el rumbo terapéutico implementado.
Conocí a muchos profesionales brillantes o simplemente auténticos, que han sido perseguidos, censurados, atacados y acosados por sanar a decenas de miles de enfermos.
Entre la verdad y el engaño no existe diálogo.
Seguí muy de cerca a la viróloga María Eugenia Barrientos, de la hermana República del Salvador, que trato; con la ayuda de la mamá, hijos, hija y algunos médicos voluntarios; a millares de pacientes de todo el mundo por teleconferencia, facebook y teléfono sin un solo caso de muerte, solo diez internados, de los cuales solo uno preciso de terapia intensiva.
Explicó claramente que esta gripe es hermana melliza de la H1N1, y que tenía tratamiento.
Estas gripes de compromiso inflamatorio respiratorio, rara vez estomacal se trata con AÍNEs (el más habitual por sus pocos efectos no deseados es el Ibuprofeno) y antigripal con la formula PARACETAMOL 325 mg, FENILEFRINA CLORHIDRATO 6,5 mg – CARBETAPENTANO CITRATO 10 mg. Este virus necesita para replicarse una cataratas de citoquinas; los AÏNEs cambian el PH de las mucosas respiratorias lo que provoca que los virus queden neutralizados evitando esta catarata y terminen muriendo; al no poder replicarse es lo que ocurre.
El antigripal entre otros efectos benéficos reduce los contagios en un 70% o más; en cambio el acetaminofeno (Paracetamol por ejemplo) que es lo que se utilizó, es un antipirético, analgésico que produce un alivio momentáneo para terminar en una catástrofe. Yo lo sabía como no lo va a saber un médico.
La Dra. Barrientos en principio señalo que muchos colegas no estarían familiarizados con los AÍNEs, pero después de notificar a decenas de gobiernos terminó rindiéndose a la verdad; “ESTO ES UN GENOCIDIO” con una intencionalidad política que desconozco, de eso no entiendo, de salud sí; y no obedezco a un político en el ejercicio de mi profesión.
Termino manifestando “Yo juré ante Dios y la Humanidad proteger la vida desde la concepción hasta la muerte natural; les pido que recuerden lo que dijo el Papa “San Juan Pablo II”, no tengan miedo, el sabía lo que venía.
Juan Andrés Ravignani
Un sistema genocida, que se reafirma y coincide con la realidad globalizada de un narcisista paranoico poder global, mediante su programa de exterminio a nivel planetario. No existe salida y nos están eliminando irreversiblemente: Es nuestro presente y futuro en el que no tiene, ya, ningún sentido seguir viviendo.