Nosotros, los demás y el planeta

Nosotros, los demás y el planeta

Un nuevo libro de Ciudad Nueva – La salud. Historias reales y reflexiones sobre nosotros, los demás y el planeta es el primer libro de una colección que lleva por nombre “Los colores de la vida” y que tiene como objetivo ser la actualización del vademécum en textos y experiencias accesibles al público en general.

Es el Ideal hecho estilo de vida coloreado, propio del carisma de la unidad, y reflejado en vivencias cotidianas o en contenidos de amplio alcance.

La salud psicofísica, la enfermedad, la vejez, la contaminación del planeta y la pandemia provocada por el covid 19 son los hilos conductores que hilvanan experiencias de personas que no son conocidas, que no ejercen tareas de poder en la sociedad, pero que tratan de vivir según las palabras del papa Francisco unidos a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral1.

Las relaciones de fraternidad y la reciprocidad cambian en ellos la perspectiva de la vida, el modo de vivir cada etapa, cada situación; transforma el modo de cuidar a los demás, de comer, de descansar, de hacer deporte, de relacionarse con los seres vivos que los rodean, de cuidar el planeta.

Se comparten, entre otras, las propuestas de los proyectos de la Mariápolis Lía en su transformación hacia una ecociudad o las experiencias llevadas a cabo en la Reserva Natural del Pilar (ver aparte).

Todos estos textos se articulan bajo la imagen de un árbol como signo de vida: la copa son las experiencias, el tronco, las reflexiones; la raíz, las palabras de Chiara Lubich; y la semilla, el carisma de la unidad ·

1. Conversazione con Domenico Agasso, Dio e il mondo che verrà.

Podés adquirir el libro ingresando en este link

Descubriendo el patrimonio natural*

por Mónica Manolio

Hace 16 años en mi familia queríamos hacer separación de residuos en nuestro barrio; nos pusimos en contacto con la Municipalidad, la cual, a su vez, nos puso en contacto con las dos fundadoras de la ong Patrimonio Natural del Pilar y de la Reserva Natural del Pilar.

La Reserva está muy cerca de mi casa, pero nunca había ido por esa zona. Siempre me habían gustado las plantas y me pareció que sería interesante conocer el lugar. Pero me encontré con un basurero.

¿Qué les había inspirado a crear una reserva en un lugar así? Según cuenta Graciela Capodoglio, la crearon porque “el ser humano es el que se ha separado de la naturaleza y la ha dañado. Cuando llegamos a ese lugar, estaba lleno de fuego, humo, un olor horrible, y en el mismo lugar, en un momento en que el humedal estaba crecido, había coipos (nutria parecida al castor) y patos, era una lucha desigual, era la naturaleza contra el basural y estaba ganando el basural. Armamos un proyecto de Educación Ambiental y, cuando presentamos el proyecto de Ordenanza Municipal nos dijeron que necesitábamos 100 personas que lo avalaran. Al otro día me paré en la puerta de la escuela y junté 100 padres que firmaran y así, al otro día, presentamos el proyecto que salió por unanimidad. La Reserva Natural es el desafío para mostrar que los seres humanos podemos no estar siempre en contra de la naturaleza”.

Mi idea inicial de estar en contacto con las plantas se convirtió en sacar basura para limpiar el lugar. Y las tareas propias de Patrimonio Natural se fueron ampliando con el tiempo.

En primer lugar, el programa de reciclado con separación en origen. Al principio éramos nosotros los que clasificábamos la basura que nos traían familias de la zona; después nos pusimos en contacto con una Cooperativa de recicladores urbanos para trabajar de manera coordinada, y hoy ellos tienen un trabajo digno sin que estén juntando la basura por la calle.

Otro aspecto importante es la educación ambiental, dentro de la Reserva Natural o en las instituciones educativas.

Una actividad fundamental es el vivero de plantas autóctonas. Somos muchos los que plantamos aprovechando este vivero: particulares, grupos de vecinos, empresas y paisajistas.

Y en cuarto lugar, realizamos nuestro voluntariado en la Reserva Natural del Pilar, que tiene seis kilómetros de costa sobre el río Luján. Es un espacio que se define como un aula al aire libre y es para todas las edades, para distintos grupos y entidades: estudiantes universitarios, alumnos de escuelas de la zona, grupos religiosos, fotógrafos, internos de un neuropsiquiátrico, grupos de adultos mayores, empresas que vienen a hacer alguna actividad dentro de la Responsabilidad Social Corporativa (rsc) y que, en la medida de lo posible, acompañamos los voluntarios.

Toda nuestra tarea es ad honorem, solo reciben un sueldo de parte de la Municipalidad los cuatro guardias que tenemos desde hace diez años. La variedad de gente con la que estamos en contacto es muy grande (en 2019 unas 14.000 personas), y lo que nos une es querer conocer y cuidar más el entorno. Cada uno comparte los conocimientos que tiene sobre los distintos temas.

Formamos parte de la Red de la Cuenca del río Luján, lo que nos lleva a abrirnos a todas las entidades de la zona y más allá. Uno de los reclamos es por la contaminación en el río Luján.

También seguimos pidiendo la Ley de Humedales que se nos había prometido, para prevenir su destrucción. ¡Qué importante sería no edificar encima de ellos! Además el gobierno provincial quiere desviar el curso del río Luján, dicen que para evitar las inundaciones, cuando los que estudian el tema nos dicen que no es esa la solución. Desde la Red se está trabajando para que se respeten los pasos legales.

También estamos en contacto con la comunidad de Punta Querandí. Este lugar en Dique Luján es un territorio sagrado para varios pueblos originarios. Desde que se descubrió este sitio arqueológico han tenido que luchar para preservarlo porque un proyecto inmobiliario quería ocupar esas dos hectáreas de “tierras sagradas”. Parte de su cementerio ya ha quedado bajo estos barrios. Su lucha continúa hasta que puedan recuperar los 50 cuerpos humanos que fueron encontrados en el lugar y que se derivaron a distintas instituciones.

Creo que cada persona tiene que descubrir su propio patrimonio natural, comenzando por su casa; después mirar alrededor y, si puede, también un poco más allá, y trabajar para que ese lugar vuelva a ser como Dios lo piensa, siempre a favor del hombre. Aportar nuestro granito de arena según nuestra convicción para cuidar toda la Creación.

*Resumen de la experiencia publicada en el libro.

Artículo publicado en la edición Nº 637 de la revista Ciudad Nueva.

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