“La presencia de los pueblos originarios fue lo más fuerte que viví en el Sínodo”

“La presencia de los pueblos originarios fue lo más fuerte que viví en el Sínodo”

Un diálogo con Monseñor Ángel José Macín, obispo de Reconquista, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Aborigen de la Conferencia Episcopal Argentina y delegado en el reciente Sínodo de Obispos para la región Panamazónica.

–¿Cómo vivió el Sínodo de la Amazonia a nivel personal?

–Lo viví como un don, una gracia de parte de Dios que, en este caso, fue mediada por la invitación del papa Francisco porque el sínodo estaba destinado para pastores, laicos y religiosos de la Amazonía. Sin embargo fue él quien abrió la posibilidad de participación de algunos de otros lugares para que podamos vivir esta experiencia y también conectar lo que allí reflexionamos con nuestras propias realidades. Fue de una intensidad muy grande. Y destaco la apertura a la realidad latinoamericana de un modo profundo y realista. Somos un continente que tiene muchas expresiones de unidad pero a mí me quedó la sensación de que todavía no nos conocemos tanto, lo suficiente para poder generar lazos de comunión y estrategias pastorales que nos permitan caminar y crecer juntos.

–¿Cuál fue el plus recibido compartiendo tiempo de trabajo con los demás obispos?

–Compartir tiempos y espacios con diferentes obispos de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay y sobre todo de Brasil, y escuchar desde testimonios de primera mano sobre el trabajo, hasta los caminos que van viviendo con sus dificultades y con sus logros forma parte de la rica experiencia vivida. Destaco como una de las luces la gran intuición del papa Francisco de poner en un lugar serio y visible un tema muy difícil, delicado y urgente como es la ecología integral. Los resultados, si es que le damos continuidad, van a venir con el tiempo. Otra luz es el haber compartido y realizado este camino sinodal con las comunidades locales. Nosotros, los que no somos de Amazonia, nos llevamos esta experiencia para conversarla, proponerla y compartirla con nuestras propias comunidades.

–¿Cómo impactaron los testimonios de los nativos amazónicos?

–La presencia y la palabra de miembros de pueblos originarios fue lo más fuerte e impresionante que viví en el Sínodo. Su presencia ya marcó una diferencia con su colorido, le cambió el cuadro a la Basílica de San Pedro, al aula. Pero sobre todo a mí me impresionó su palabra: una palabra que daba la impresión de estar amasada en el tiempo, quizá callada por muchos siglos, y que ahora podía ser expresada y tenía una contundencia y una fuerza que siempre producía un sacudón, una movilización muy grande en el aula. Sobre todo la voz de las mujeres indígenas. Recordaba palabras del cardenal Pironio, que decía: “solo merece ser dicha aquella palabra que fue amasada en el silencio”. Escuchando a esas mujeres sentí que era una palabra callada por mucho tiempo por distintas razones, palabra con fuerza transformadora, inusitada. No es cualquier palabra.

–¿Qué le quedó de aprendizaje tras haber escuchado a quienes viven en la Amazonía en servicio y entrega religiosos?

–Me llamó la atención el desconocimiento que tenemos de esa realidad. Cuando ellos plantean la necesidad de repensar o evaluar la posibilidad de ordenar hombres casados con una conducta probada, no están haciendo un planteo ideológico. Esto tiene que ver con una realidad muy compleja, muy particular, con ríos, selva y distancias muy grandes. Impresiona que haya comunidades que pasan más de un año sin la celebración eucarística. Algunas están a 600 kilómetros y esa distancia hay que hacerla en canoa o en medios muy precarios. Valoro mucho estos intercambios con religiosos, enriquecen tanto con su testimonio de entrega que me animan a trabajar con más dedicación en mis ambientes.

–¿Qué tipo de resonancia eclesial destaca, como argentino, para lo que vivió durante esas tres semanas en Roma?

–Como argentino creo que nos hace mucho bien abrirnos a Latinoamérica, conocer mejor y más en profundidad las distintas realidades de nuestros países, tenemos muchas semejanzas y también diferencias. En mi zona, el tema ecológico es una emergencia: los monocultivos, el desgaste de la tierra, la situación de los pueblos originarios, el cuidado del Gran Chaco y del acuífero guaraní son nuestros desafíos. También en otros lugares del país hay otras cuestiones ecológicas que merecen una atención especial. El acompañamiento de los pueblos originarios constituye un desafío permanente. Hay una palabra que resuena bastante en el documento final del Sínodo: “Alianza”. Esta palabra tiene una profunda trayectoria en la historia de la salvación y aquí, en este documento, se utiliza principalmente para hacer notar el vínculo entre la Iglesia y los pueblos originarios, y se incluye el tema del territorio, la tierra, el hacer una alianza con la tierra, y una alianza entre la Iglesia y los pueblos originarios.

–¿Podemos hablar de un “ecumenismo creativo”, un ecumenismo distinto en la Amazonia?

–Tenemos que usar el término ecumenismo en un sentido amplio, ya que en la Amazonía no solamente se incluye el diálogo con otras confesiones cristianas sino también con las religiones ancestrales. En el Sínodo, la mayoría de los padres sinodales utilizó el ecumenismo en los sentidos que acabo de decir. El ecumenismo creativo se expresa y se manifiesta sobre todo en el intercambio, la experiencia de compartir vivencias y miradas entre la fe cristiana y las religiones de los pueblos originarios, sobre todo la espiritualidad que es un punto de encuentro muy importante. Espiritualidad vinculada con la creación, el cuidado del territorio, el respeto por aquellos que ya partieron, una percepción especial de lo sagrado, muchos temas que pueden transformar. De hecho ya se están viviendo así y se pueden transformar si se los potencia en un ecumenismo creativo, es decir, que abra nuevos surcos espirituales que hagan sustentable una ecología integral. También hay que señalar una nota disonante con las confesiones cristianas más recientes que están presentes en la Amazonía, que muchas veces tienen poca apertura ecuménica y con intereses políticos o sectoriales. Esto salió bien fuerte en el aula. Un tipo de ecumenismo que resulta difícil, complejo y hasta nocivo en la búsqueda de objetivos comunes. Ojalá podamos proyectar una vida más sustentable, como dicen allí en la Amazonia, un buen vivir.

Artículo publicado en la edición Nº 615 de la revista Ciudad Nueva.

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