La construcción de un nuevo liderazgo

La construcción de un nuevo liderazgo

La situación que vive hoy la humanidad nos pone delante de la necesidad de personalidades que a través de diferentes cualidades estén al servicio de la comunidad. Un liderazgo que se construye en lo local y repercute a nivel global.

El mundo es el escenario del desarrollo de una catástrofe económica, política, social y sanitaria sin precedentes, donde no sabemos a más de tres meses de su expansión exponencial, cuáles son sus formas de prevención más allá de algunas recomendaciones elementales, como son el lavado de manos y el aislamiento social preventivo. Podríamos decir que acudimos a procedimientos absolutamente primitivos, si tenemos en consideración el avance de la ciencia y la tecnología en el siglo XXI.

El covid-19, la pandemia que ha alcanzado a más de 199 países del globo, exige y amerita la construcción de liderazgos más convergentes, pues se trata de la preservación y cuidado del bien más preciado que se nos ha concedido: la vida. Sin embargo, los grandes líderes mundiales no han coincidido en un liderazgo global, con el objeto de hacer frente a este enemigo en común e invisible que presenta un alto nivel de contagio.

El resquebrajamiento del sistema económico a nivel mundial es comparable con la crisis de 1929, y esto es solo el comienzo. Las pérdidas económicas son incesantes, pero cuando esta pesadilla acabe, se cuantificarán y se pondrá en funcionamiento nuevamente la maquinaria productiva. En cambio, el dolor y la recuperación anímica de sociedades devastadas por las pérdidas de nuestros seres queridos, a los cuales ni siquiera podemos acariciar por última vez, serán cicatrices imposibles de borrar en nuestros corazones.

Por ello hablamos de la necesidad imperiosa de construir un “liderazgo servicial” en términos globales. Este concepto, acuñado por Robert Greenleaf, en los años setenta, viene de muy lejos, manteniendo plena vigencia. Según Ken Blanchard, “hace dos mil años el liderazgo servicial se constituyó en el núcleo de la filosofía de Jesús, que ejemplificó al líder servicial eficaz y plenamente comprometido” (2018: El liderazgo servicial).

Entre las cualidades más trascendentes que encontramos en los líderes serviciales, destacadas por Larry Spears, podemos mencionar la escucha, la empatía, la recuperación, el conocimiento, la persuasión, la conceptualización, la clarividencia, el compromiso con el crecimiento de las personas y la construcción de una comunidad. Los líderes serviciales piensan y trabajan más allá de las realidades cotidianas que le permiten comprender las enseñanzas del pasado, las realidades del presente y las posibles consecuencias de una decisión para el futuro. Los líderes serviciales convencen, no obligan, buscan alcanzar consenso. Los verdaderos líderes sirven, luego dirigen. Durante el siglo XX podemos encontrar líderes que han plasmado esta filosofía en la figura de Mahatma Gandhi, Jonas Salk (ver aparte), Martin Luther King y Nelson Mandela (ver aparte), entre otros.

Sin embargo, estas cualidades parecieran no estar personificadas en gran parte de los líderes actuales, quienes no logran dar respuestas consistentes ante la delicada realidad que hoy se nos presenta a partir de la irrupción del coronavirus.

Las palabras pronunciadas a fines de marzo por el papa Francisco, a quien podemos identificar claramente con un verdadero líder servicial, irrumpieron en el corazón de millones depersonas, golpeando duramente los egos y brindándonos un mensaje que amerita un imperioso cambio de rumbo, sustentado en la fe, en la solidaridad y el amor a la comunidad: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”.

Después de tan contundentes y elocuentes palabras, no queda más que dejar de lado la prepotencia, la ambigüedad, ambición e impericia de algunos de los principales líderes mundiales (Trump, Bolsonaro y Boris Johnson, entre otros).

La aparición en escena de aquellos que lideran algunas de las empresas más importantes del planeta en su carácter de filántropos (Bill Gates, Jeff Bezos, Jack Dorsey, Mark Zuckerberg, Amancio Ortega), quienes ostentan fortunas que superan con creces el PBI de numerosos países de África y Latinoamérica, es bienvenida. No obstante, lejos está la posibilidad de que un puñado de ellos, sumados a los jefes de Estados de cada uno de los países involucrados en esta catástrofe, pueda llevar adelante la verdadera batalla contra el covid-19.

En esta cruzada, son los científicos, médicos, enfermeros, fuerzas de seguridad, docentes, empresarios, trabajadores de todos los ámbitos, quienes demuestran que el verdadero liderazgo no es representado solo por quienes, hasta hace muy poco tiempo, eran considerados los máximos líderes por ocupar “altas esferas del poder”.

“No tengo tiempo”, ese cliché tan utilizado diariamente hasta hace tan solo un par de semanas a consecuencia de este cisne negro (expresión acuñada por Nassim Taleb, para reflejar un acontecimiento inesperado), nos ha transportado a otra dimensión.

Carteles en ascensores de edificios, comunicaciones de balcón a balcón, videollamadas a personas mayores que viven solas o que constituyen grupos de riesgo, con el objeto de ofrecernos a realizar compras, la iniciativa de fabricar barbijos, producir máscaras con impresoras 3D para donarlas, entre otras tantas muestras de solidaridad nos han permitido recuperar los espacios de tiempo que habíamos resignado entregar a lo largo de cada uno de nuestros “día a día”.

Surge, por lo tanto, en este contexto nunca antes vivido en la historia de la humanidad, la posibilidad  de construir un liderazgo global servicial, a partir de la unión y el protagonismo colectivo de quienes tienen la capacidad de escuchar, empatizar, comprender, persuadir y conocer la realidad para dar lugar al nacimiento de un nuevo escenario donde “el ejército de invisibles” (tal como define el papa Francisco a los excluidos) se encuentren plenamente integrados. El emerger incesante de estos pequeños grandes líderes se está convirtiendo en la maquinaria más productiva que hubiéramos podido crear en términos de verdadera comunidad.

El desafío al que nos enfrentamos nos insta a elevar nuestro nivel de exigencia, para lograr alcanzar el máximo de nuestro potencial en el plano de la solidaridad, puesto al servicio de la reconstrucción de nuestra comunidad. Para ello, tomemos como propias las palabras de un referente del mundo del deporte, más precisamente Sean Fitzpatrick (histórico jugador de los All Blacks) quien en el marco del trabajo en equipo (habiendo formado parte del equipo considerado más exitoso de la historia del deporte), nos deja una enseñanza de lo más contundente, incitándonos a cada uno a “ser lo mejor que podamos ser” ·

El liderazgo servicial no admite personalismos

Jonas Salk (1914-1995): investigador, médico y virólogo estadounidense.

A mediados del siglo XX, la poliomielitis había alcanzado proporciones epidémicas. Cada año costaba miles de vidas y muchísimos niños eran víctimas de esta devastadora enfermedad.  El 12 de abril de 1955, Salk anunció el descubrimiento de la tan ansiada vacuna. En palabras de James Kerr, autor del libro Legado (2014), “Salk relegó a la polio a una nota al pie en los libros de medicina”. Mientras hoy, en plena pandemia, los laboratorios se encuentran en una carrera vertiginosa con el objeto de descubrir la vacuna, lograr vencer este virus y facturar miles de millones de dólares en forma simultánea, la grandeza de Jonas Salk, quien se rehusó a patentar su valioso descubrimiento, donándolo a la humanidad, nos moviliza a repensar el verdadero sentido de la vida.

Nelson Mandela (1918-2013) abogado, político y filántropo sudafricano.

Activista contra el apartheid (sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia, en vigor hasta 1992. Este sistema consistía en la creación de lugares separados, tanto habitacionales, como de estudio o de recreo para diferentes grupos raciales). Su historia es tan rica como inagotable. Mandela fue presidente de Sudáfrica entre 1994 y 1999. Su labor como primer mandatario consistió en desarticular la estructura social y política heredada del apartheid. Su incansable lucha contra la pobreza, la inequidad, conjuntamente con la promoción de la reconciliación social, se constituyeron en pilares centrales; los cuales se convirtieron en un verdadero sello de su gestión. Su coherencia entre los valores esgrimidos a lo largo de su vida y las decisiones adoptadas en ejercicio del poder engrandecen su legado.

Artículo publicado en la edición Nº 620 de la revista Ciudad Nueva.

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