Kofi Annan: un hombre que supo defender la paz

Kofi Annan: un hombre que supo defender la paz

Recuerdo del ex secretario general de la ONU, fallecido este fin de semana a los 80 años. Se opuso con coraje al unilateralismo y por eso incomodó.

Si en algo coinciden los jefes de Estado y de gobierno y los líderes que están recordando la figura de Kofi Annan es en sus modales educados, su tono siempre moderado y su paciencia, incluso durante ruedas de prensa con preguntas incómodas. Lo recuerdan porque falleció este fin de semana, a los 80 años, este ex secretario general de las Naciones Unidas luego de una breve enfermedad. Fue un hombre de escritorio más que de acción, coinciden muchos de los analistas; un diplomático avezado y convencido de la necesidad de defender ante todo la paz, como bien supremo, por el que es necesario negociar, convencer, argumentar. Por ello, el hecho que mandara literalmente al diablo al presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, cuando intentó endilgarle un escándalo de venta de petróleo de Iraq bajo sanciones por alimentos, dice de una paciencia que pudo llegar a su límite.

Nacido en Ghana, si bien no fue el primer africano en llegar al máximo cargo de la ONU – antes de él fue secretario general el egipcio Boutros Gali – fue el primer diplomático negro. Para su nombramiento fue clave el apoyo de los Estados Unidos, pero ello no impidió que en 2003 se opusiera de todos los modos posibles a la invasión de Iraq y al unilateralismo de la Casa Blanca. Aceptó el ataque a Afganistán, en 2001, siendo el país que hospedaba al líder de Al Qaeada, Osama bin Laden, considerado mentor de los ataques del 11 de setiembre de ese año, de los que el terrorista saudita reivindicó la autoría. Pero se opuso con fuerza a la aventura iraquí que carecía de fundamentos, como la historia ha sucesivamente demostrado.

Su labor le mereció el Nobel de la Paz en 2001, junto con la ONU, precisamente en un momento en que el mundo necesitaba de pacificadores y no de incendiarios, en especial los adictos a la idea del choque de civilizaciones.

Annan no fue un hombre de “éxitos”. No es fácil serlo desde un organismo que carece de poderes propios y que debe funcionar sobre la base de un esquema que tenía su razón de ser al final de la Segunda Guerra Mundial, pero no hoy cuando Japón y Alemania han dejado de ser parias de la humanidad y son activos constructores de civilidad. Por ello, su gestión abarca “fracasos” como el intento de pacificar Somalia (1993), construido en torno de la necesidad de la Casa Blanca de asegurarse un punto a favor, y nada más que por ello. También abarca las masacres de Rwanda y Srebrenica (1995), ocurridas sin que los cascos azules pudieran, o supieran, impedirlo.

Intentó, sin lograrlo, una reforma interna de la ONU, para superar el dominio de cinco países que, en el Consejo de Seguridad, constituyen un núcleo ya sin justificación de miembros con un poder superior al de los demás. Su último mandato fue en 2012, cuando durante 6 meses intentó frenar el conflicto sirio. No pudo, sobre todo porque se dio cuenta de la intención de los Estados Unidos y sus aliados del Golfo de llevar a cabo allí una guerra por procura.  Vaticinó el desastre, pero no fue oído. Y no le quedó otra que dejar de seguir en un intento que nadie apoyaba en serio.

Residía en Suiza y no es menor el hecho que su África natal, no tuvo cargos de relieve. Annan sabía ser ciudadano del mundo, antes que africano. Un principio clave cuando se quiere trabajar por el bien común y que explica por qué, pese a sus resultados parcialmente exitosos, seguía siendo un referente para los amantes de la paz.

  1. horacio bottino 24 agosto, 2018, 20:53

    pero alentó o no impidió una ONU abortista ideologista de género destructora del matrimonio la familia y la sexualidad el FMI hambreador

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