La importancia de acompañar a quienes están más excluidos para que puedan emprender sus sueños, aspiraciones y los de sus familias.
“Los aviones contaminan la atmósfera, pero con una pequeña parte del dinero del billete plantan árboles, para compensar parte del daño creado. Las empresas del juego financian campañas para cuidar a los jugadores patológicos que ellas crean. Y el día en el que las empresas de armas financien hospitales para cuidar a los niños mutilados por sus bombas, el sistema habrá llegado a su culmen. ¡Esta es la hipocresía!”
(Discurso del papa Francisco a los participantes de Economía de Comunión. Vaticano, 04/02/2017)
Sin duda la teoría económica está en crisis: no rinde cuentas de los hechos y muchas veces actúa como si un médico recetara sangrías a un paciente que ya está anémico. Si con esta receta se alcanzara el “equilibrio”, tanto para la economía como para la biología, dicho equilibrio sería el mismo que el de un organismo muerto. Se siguen usando “modelos” con axiomas (proposiciones asumidas como verdaderas) insuficientes para comprender y moverse en el mundo real. Por ejemplo, tener como único objetivo el crecimiento del PBI (Producto Bruto Interno) es débil y engañoso. La economía prescinde de la naturaleza y, como dice el papa Francisco en la Laudato si, “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza (LS, 139)”. Tenemos que optar por modos de vida que contemplen múltiples indicadores de bienestar: naturaleza, tiempos y formas de trabajo y de vida, relaciones sociales.
Con respecto a la pobreza, hay muchas maneras de acercarse a las personas en situación de pobreza. Elegir una u otra forma no puede decidirse solamente por razones de técnica económica sino fundamentalmente por motivos de humanidad y justicia.
Muchos dilemas se vienen presentando desde el siglo pasado y el equilibrio entre asistencia y desarrollo inclusivo es de difícil resolución. Para explicarlo en términos simples. La “clave asistencial” se orienta principalmente a “mejorar las condiciones de vida” de las personas y, en general, con su escasa o nula participación como sujeto de derechos y como activos protagonistas en la elección de las mejores alternativas para su buen vivir. La “clave del desarrollo humano integral” busca “mejorar las capacidades y habilidades para la vida” (capabilities, skills) tratando de averiguar el porqué no puede procurarse el alimento por sí mismo: ¿porque está sin trabajo? ¿O porque su oficio ya es obsoleto y tiene que capacitarse en algo nuevo? ¿O porque no pudo completar su educación? ¿O por las condiciones de habitat en que se encuentra?, entre múltiples cuestiones.
En el siglo XXI la genuina “inclusión social” implica acompañar los sueños y proyectos de vida para que las personas los puedan realizar libre y dignamente. En países como la Argentina, con alrededor de un 30 % de pobreza, la asistencia indudablemente no puede abandonarse, ni tampoco los gobiernos pueden desentenderse de los problemas estructurales que van más allá del esfuerzo personal o del tratar de acercar oportunidades.
Las finanzas, como parte de la economía, tampoco escapan a estos dilemas. Por eso el movimiento mundial por las “finanzas éticas” y las “finanzas sostenibles” propone un cambio de paradigma que prioriza los beneficios sociales y ambientales por sobre los económicos, sin desentenderse de éstos.
Hablar de sostenibilidad también significa interrogarse sobre cómo acompañar a los sujetos más débiles, excluidos de todo, con sus derechos dañados, sin futuro, sin capital para los emprendimientos que harán realidad sus aspiraciones y la de sus familias. Responder a estos nuevos desafíos requiere abandonar nuestras comodidades, salir de los escritorios, conocer el territorio, a los actores con proyectos pero sin recursos, pasar de espectadores a promotores de un desarrollo auténticamente inclusivo en lo social y cuidadoso en lo ambiental.
La historia universal nos da ejemplos de quienes han sido capaces de “patear el tablero” y seguir la propia intuición con audacia y creatividad. Uno es Francisco de Asís. ¡Con su “voto de pobreza” fue capaz de crear el “primer instituto de microfinanzas de la historia”, la “primera banca pública del planeta”! Los así llamados “montes de piedad” fueron la concepción socioeconómica franciscana para enfrentar la usura, la pobreza y dinamizar el trabajo responsable de todos en la época medieval. Créditos y semillas para la siembra, para favorecer el artesanado, al pequeño industrial, no en sentido asistencialista, como si las personas fueran incapaces, y tampoco en sentido individualista para una acumulación estéril, sino para fortalecer la comunidad, los valores y las posibilidades de una dignidad de vida para todos.
A veces nos derrumbamos o nos desalentamos pensando que las soluciones “macro” están fuera de nuestro alcance y, sin duda que la “macro política” tiene una gran responsabilidad en el gobierno de la economía y del bien vivir de las comunidades. Pero movilizar recursos y comprometer esfuerzos requiere de la participación de todos los agentes. Mayor sería el sufrimiento y el costo sobre los más pobres si no hiciéramos nada y si persistiéramos en el actual estilo de desarrollo ·
*La autora es economista especializada en desarrollo humano.
Nota: artículo publicado en la edición Nº 601 de la revista Ciudad Nueva.