Ritos que dan sentido – Actos simbólicos que nos llevan a lo esencial y nos anclan en el presente. El valor de la gratitud.
La pandemia nos obligó a cambiar nuestras costumbres, hemos perdido prácticas sociales, espacios de encuentro, prácticas personales, llevando el trabajo y la escuela a casa. La organización de la comida, del sueño e incluso del vestir se ha desordenado. Hemos perdido festejos de cumpleaños, salidas, recreación, ceremonias religiosas, casamientos, comuniones, bautismos, la posibilidad de despedirnos de nuestros seres queridos.
En este contexto, recordé un fragmento de El Principito, de Saint Exupèry:
–Solo se conoce lo que uno domestica –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
–¿Qué hay que hacer? –dijo el principito.
–Hay que ser muy paciente –respondió el zorro–. Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…
Al día siguiente el principito regresó.
–Hubiese sido mejor regresar a la misma hora –dijo el zorro–. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón… Es bueno que haya ritos.
–¿Qué es un rito? –dijo el principito.
–Es algo también demasiado olvidado –dijo el zorro–. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. ¡Entonces el jueves es un día maravilloso! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Descubrir la importancia de los ritos para nuestra vida cotidiana es interesante. Lejos de ser costumbres, hábitos repetitivos, reglas aprendidas, cuando los hacemos a conciencia nos integran con diferentes dimensiones del ser persona: física, emocional, social y espiritual.
El rito, según la escritora Fabiana Fondevila, es multifacético, es una expresión o acto simbólico mediado por el cuerpo que pone de relieve una realidad, un valor, un suceso de naturaleza esencial.
Los ritos nos ayudan a tender lazos entre la personas, crear comunidad, a vincular pasado, presente y futuro, a transitar etapas de la vida, dar un sentido a los días, separar las instancias sagradas del resto del tiempo. Es hacer que los pequeños actos cotidianos cobren un sentido, una expresión consciente, intencional.
Los ritos y la cuarentena
En este tiempo de cuarentena tuve que reorganizar mi vida familiar con mi trabajo de docente junto a las tareas de mi hijo menor. A principio de año y queriendo aprovechar al máximo cada momento, hacíamos lo indispensable y obviábamos algunos detalles, para hacer todo “más rápido”. Pero luego sentía que estaba perdiendo el sentido de algunas actividades que la escuela proponía. Entonces volvimos a ordenarnos. Cada mañana prendemos una vela y hacemos nuestra “ronda de luz”. Leemos juntos una hermosa oración que ayuda tanto a Juan como a mí a valorar nuestro trabajo, nos dispone de otra manera. ¿El resultado? No solo nos organizó sino que afianzó el vínculo entre nosotros.
Muchos ritos nos acompañan y nos ayudan a afrontar este momento de incertidumbre, nos hacen ir a lo esencial y nos enriquecen. Algunos ritos cotidianos, otros de agradecimiento, de festejos, de encuentro, de despedidas. Los ritos tienen una conjunción de música, poesía, arte, un lenguaje simbólico, metafórico que nos llega al corazón, al alma. Nos conectan con el valor de la vida y la naturaleza, el encuentro y la unión con la familia y amigos, el recuerdo amoroso de un ser querido que ya no está.
En estos tiempos muchos apelaron a la creatividad para festejar cumpleaños con regalos originales a través de mensajes sorpresa, juegos virtuales, videos graciosos o destacando cualidades y expresando el cariño a distancia, juntarse en la calle los que están cerca y aplaudir o hacer una serenata para hacer llegar el afecto al agasajado.
El amor atraviesa fronteras y su expresión es necesaria. Se necesita vivenciar en gestos concretos y no perder esos actos que lo simbolizan.
También existen otros ritos, como bendecir a los hijos o a sus familiares cada vez que salen a la calle, el saludo antes de acostarse con una oración al ángel de la guarda, hacer alguna lectura de un cuento o simplemente contar cómo fue ese día o qué tenemos para agradecer o por quién rezar. Juntarse con amigos vía virtual para debatir sobre una película, la lectura de una novela u otro material de interés. Grabar poemas en audios y enviárselos a los abuelos. Bailar o cantar en familia. Practicar recetas, escuchar canciones o recrear costumbres que nos recuerdan a nuestros seres queridos. Estas prácticas, lejos de ser hábitos o costumbres, nos invitan a trascender esa cotidianidad y nos nutren en el fondo del alma.
Claro que también existen ritos personales, como saludar al sol y la luna, observar el atardecer, remover la tierra y sembrar poniendo una intención.
Detrás de cada acto que hacemos nos decimos a nosotros mismos: “la vida vale la pena”. Es necesario mantener un orden cuando hay caos o incertidumbre alrededor. El mundo es bello y entonces hasta hacer la cama o limpiar puede ser un acto que cobra valor.
Los ritos tienen que actualizarse, tienen que estar vivos, mantener cierta frescura. Importa poco la formalidad. Lo importante es que nos conecte con lo esencial, con su dimensión más profunda. Nos ayudan a delinear lugares, espacios, momentos. Dan contenido a nuestros días, hacen que cada día sea otro día. Un momento no es igual a otro momento.
Ritos de gratitud
Decir gracias nos constituye en la relación con los otros y convertimos en sagrado ese espacio entre nosotros. Abre posibilidades para vos y para mí.
Podemos ser diseñadores de nuestros rituales usando nuestros talentos. Ahora que estamos más en casa podemos descubrirla como un lugar para exploración, ampliarla y habitarla de manera diferente, descubrir rincones y espacios. Hacer de nuestra casa un hogar es un primer paso para agradecer y hacerlo a conciencia.
¿Qué me gustaría agradecer en este tiempo especial? La respiración, tener ojos para ver al despertar, nuestro cuerpo por cada función. Agradecer la vida. Vamos tan rápido que a veces se nos escapa ser conscientes del aquí y el ahora. Redescubrir con nuestros sentidos el espacio que nos rodea nos ancla en el presente, y en el presente nos conectamos con la gratitud.
Valorar y agradecer las acciones de las personas que tenemos alrededor, agradecer las relaciones que tenemos. Asombrarnos y maravillarnos por el sol, la lluvia, lo que escucho, saborear la comida, conectarme con las plantas, observar el paso de las estaciones. No podemos maravillarnos en el apuro. Agradecer nos lleva a la ternura… y nos gusta que nos agradezcan, ser reconocidos y valorados.
Almas conectadas
En estos tiempos de pandemia me encontré varias veces tomando el escobillón en vez de la aspiradora, sabiendo que lo podía hacer más rápidamente y sin “polvo”. Me vino al recuerdo mi abuela con su escoba, su energía, una persona inquieta y muy ocupada de la limpieza. Me conecté con su amor hacia mí en esos actos, ya que se ocupaba de hacerme la cama y de tener mi pieza ordenada. Lo mismo hacía con mi prima, entonces al mismo tiempo me acordé de ella, conversando de nuestras cosas mientras “danzaba” con su escobillón. En ese pequeño acto, cotidiano, me encuentro con el amor de las mujeres que me acompañaron en la vida, me hace vivir su presencia en mí, aunque no las tenga conmigo y cada vez que paso la escoba estoy conectadas a ellas; me nutro de sus valores, de lo que me dejaron y les doy las gracias.
Los recuerdos nos permiten ver dónde estamos hoy y agradecer cada paso de la vida. ¿Qué recordarías hoy para luego agradecer? ¿Qué rituales de gratitud queremos crear en familia, en pareja o con amigos?
Ritual de despedida
La despedida de nuestros seres queridos, como estamos acostumbrados a hacerla, se ha vuelto muy difícil en este tiempo de pandemia. Una situación que provoca mucho dolor. Necesitamos sentir que podemos estar en su último momento, decir el último adiós, velarlo, darle un lugar sagrado. Muchos no han podido hacerlo y desde nuestra creatividad e imaginación podemos tener maneras de recrear estos espacios necesarios de forma simbólica. Realizar una ceremonia personal y si es posible familiar. Crear un altar donde tenemos al ser querido con algún recuerdo de él que queremos destacar. Prender una vela y conversar con él. Decir o escribir en una carta nuestros pendientes y sentimientos: “Querida/o mamá/papá/hermano/a, hubiera querido estar contigo en tu momento final de la vida y decirte…” e imaginar su respuesta ya estando en otra dimensión espiritual: “Fue rápido, yo también los hubiera querido tener cerca, quizás tomados de la mano, igual los sentí. Sé que estaban conmigo como seres invisibles pero presentes, en tu dolor percibo tu amor, aquello que nos sigue uniendo”. Luego seguramente se abrazarían con felicidad. En ese acto puede haber un almohadón cerca que represente ese ser querido y lo abrazo. Esta felicidad se irradia y contagia y todos los que estén en ese momento pueden sentirla.
En este acto simbólico el dolor drena, se hace la despedida, permite el movimiento de tristeza para ir de a poco conectándose con el amor y la gratitud.
Revalorizar los ritos, animarnos a realizarlos y explorarlos nos trasciende a una dimensión integral de nuestra persona, necesaria para sentirnos más unidos, más plenos.
Fuente: viviragradecidos.org
Artículo publicado en la edición Nº 623 de la revista Ciudad Nueva.